11/03/2019

Pueblos indígenas: avanzando hacia el pasado


Muy aleccionadora está resultando la gira que el Presidente de la República ha emprendido por toda la nación para atender, según dice, las demandas de los pueblos indígenas. Entre los aspectos que el mensaje presidencial va dejando claro se encuentra, en primer lugar, la naturaleza de la política que habrá de impulsar en los cinco años que le restan de gobierno, la manera que se llevarán a cabo y la relación que guardan con su política de desarrollo para el país. Importa tenerlos en cuenta para no llamarse a engaño sobre las medidas que en el futuro tome el gobierno para sacarlas adelante.
En la reunión que el 27 de octubre sostuvo en la comunidad de Punta Chueca, Sonora, con representantes de algunos pueblos originarios del noroeste, el Presidente afirmó que se les atenderá, como se hacía en la década de los años 70, la época dorada del indigenismo. ¿Sí se dan cuenta que antes había una política? preguntó a los presentes, para luego continuar: Era una época en que se volteaba a ver a las comunidades, a los pueblos; luego se les dio la espalda; ahora de nuevo vamos a seguirnos viendo de frente y atendiendo a las comunidades y a los pueblos indígenas. También afirmó que en los 36 años de política neoliberal la atención a los pueblos originarios casi desapareció, no hubo nada.
Esta declaración presidencial merece atención porque lo que Andrés Manuel López Obrador estaba proponiendo para atender las necesidades de los pueblos indígenas es volver al pasado, a cuando ni en México ni en el mundo se hablaba de derechos indígenas y la prioridad de los gobiernos era desaparecerlos para integrarlos a la nación y que dejaran de ser un obstáculo al crecimiento económico. Eran tiempos en que el asistencialismo era la clave de las políticas para los pueblos indígenas, con énfasis en aspectos como la educación y el desarrollo y con matices como la asimilación, la aculturación y el indigenismo participativo.
El discurso presidencial merece un matiz porque el neoliberalismo no siempre desatendió a los pueblos indígenas, en sus primeros años incluso los fortaleció como una manera de atenuar el descontento que el desmantelamiento de las políticas estatales estaban produciendo, fue la época de la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados –Coplamar– constituida en enero de 1977 y el Programa Nacional de Solidaridad –Pronasol– creado en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, y operado por algunos funcionarios que impulsan las políticas sociales del actual gobierno.
Queda claro, pues, que las políticas asistenciales serán prioritarias al reconocimiento de derechos. Otro aspecto de la política gubernamental hacia los pueblos orinarios que también se aclara es que se privilegiará el diálogo con organizaciones sociales que respalden esas políticas, ignorando a las que se oponen a ellas. Eso se ha visto claramente en las reuniones celebradas en lo que va de la gira presidencial, donde sólo se atendieron las demandas de servicios y se ignoraron los posicionamientos sobre problemas políticos no resueltos o la oposición a megaproyectos que afectan notoriamente la vida de los pueblos. A éstos se les ignoró, como si no existieran, como si al negarlos desaparecieran las demandas que enarbolan.
Frente a estas definiciones el discurso de funcionarios indígenas, en el sentido de impulsar reformas profundas al sistema jurídico para incluir en él los derechos sustantivos escamoteados por los neoliberales, pierde todo sentido, pues si el Presidente ya marcó el rumbo por el que tendrá que caminar su gobierno, no se ve cómo podrían hacerlo. Vista así, su postura se torna incluso peligrosa, pues no faltará quien les crea y piense que la buena fe que en sus discursos muestran es suficiente para sobreponerse a los intereses que niegan esa posibilidad y terminen funcionando como un freno a la lucha de los pueblos por sus derechos, lo que al final, en el mejor de los casos, dividirá mas al movimiento indígena.
Por eso es importante leer con atención el discurso presidencial. Ignorarlo puede llevarnos a poner la atención en los llamados a tener fe en el gobierno cuando lo que se necesita es ir fortaleciendo las estructuras políticas de los pueblos y seguir preparándose para la defensa de las conquistas ya ganadas. Porque los tiempos no están como para mirar al pasado.

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