3/19/2022

Tlachinollan pide frenar la venta de niñas en Guerrero y hacer valer sus derechos

 


El Centro de Derechos Humanos Tlachinollan registró 28 casos de venta de niñas para matrimonios forzados en las regiones de la Montaña y Costa Chica de Guerrero sólo en un año, en este contexto la abogada Neil Arias llama a las niñas y mujeres de comunidades indígenas a exigir los derechos que durante años les han negado.

Ciudad de México, 11 de marzo (SinEmbargo).– En comunidades indígenas de Guerrero, donde las mujeres son discriminadas sólo por serlo, las niñas siguen siendo vendidas y obligadas a casarse. Pese al contexto adverso, en los últimos años varias de ellas, al igual que sus familias, han decidido denunciar y poner un alto a esta violencia.

La abogada Neil Arias Vitinio acompaña desde hace 22 años casos como éstos desde el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan. En este tiempo ha atestiguado cómo las mujeres y niñas sientan precedentes en su entorno cuando deciden hacer valer sus derechos, pues con ello inspiran a otras a no desistir en sus proyectos de vida.

A Tlachinollan han llegado hermanas o tías de las niñas y adolescentes en busca de ayuda, pocas veces son las mamás o papás quienes se acercan porque ellos son quienes suelen formalizar los matrimonios con otras familias a cambio de dinero.

“Viene la hermana mayor, viene la tía, viene la madrina y nos dice: ‘Quiero que me ayuden porque no quiero que a mi ahijada o mi hermana le pase lo mismo que a mí, a mí me llevaron a fuerzas. Yo no conocía a mi pareja, él nunca fue mi novio, no fue nada para mí y hasta este momento tampoco lo quiero, pero vivo con él’. Son historias que se repiten”, lamenta Arias Vitinio.

La defensora de derechos humanos explica que en las comunidades de la montaña guerrerense los matrimonios no se formalizan ante el Registro Civil, se concretan a través de ceremonias o rituales de cada pueblo. Las niñas son vendidas luego de que alguna familia ofrece a otra dinero o cosas que pueden ser utilizadas en las fiestas regionales —por ejemplo, Tlachinollan ha documentado casos donde entregan cartones de cervezas a cambio de las menores de edad—, el dinero también es visto como un “agradecimiento” por los cuidados que los padres y madres han dado a sus hijas.

El Centro de Derechos Humanos de la Montaña registró 28 casos de venta de niñas para matrimonios forzados en la Montaña y Costa Chica de Guerrero sólo de octubre de 2020 a octubre de 2021; siete fueron contabilizados en Talcoachistlahuaca, seis en Xochistlahuaca, cinco en Tlapa, cuatro en Xalpatláhuac, tres en Alcozauca, dos en Metlatónoc y uno en Cochoapa el Grande, de acuerdo con en el informe Tu nombre que nunca olvido.

Neil Arias destaca que cuando las niñas son forzadas a casarse se truncan sus metas, además de exponerlas a violencia sexual, económica, física y psicológica. Basta con acercarse a ellas para darse cuenta de cuáles son los verdaderos intereses de las niñas.

Por ejemplo, la abogada recuerda la conversación que tuvo con Ana —nombre ficticio para proteger su identidad—, una niña a quien sus padres intentaban vender. “Ella me dijo: ‘Yo quiero seguir estudiando, me gusta. Quiero estudiar música, a mí me gusta tocar el acordeón'”.

La familia de la menor de edad tenía un grupo musical y soñaba con aprender a tocar los instrumentos de sus hermanos y su papás. Neil recuerda que le preguntó directamente: “¿Tú en este momento deseas una relación de matrimonio?”, y en más de una ocasión la respuesta de la niña fue no.

“Estas uniones forzadas no deben seguir, rompen los sueños, las ilusiones de muchas niñas y adolescentes”, menciona la defensora.

La antesala de los matrimonios infantiles, explica Neil Arias, es la pobreza, la falta de empleos, de educación y la migración forzada, por ello en su último informe Tlachinollan hace énfasis en que para frenarlos “es necesario que el Estado garantice también el derecho a la educación, la salud, y al trabajo de las comunidades indígenas y particularmente los derechos de las mujeres, niñas y adolescentes”.

Arias Vitinio destaca que al ser vendidas, las niñas pueden pasar toda su vida siendo tratadas como objetos. “Aunque sean menores de 18 años los hombres con quienes formalizan los matrimonios, mientras ellos sepan que hay dinero de por medio ese va a ser el discurso de siempre, decir: ‘Yo te compré, mis papás pagaron por ti, entonces tú vas a hacer lo que yo digo’. Ahí la mujer no se convierte en alguien que se adhiere a la familia como la esposa de, sino más bien como la empleada, quien tiene que limpiar y cocinar, encargarse de todas la tareas del hogar”.

Por la falta de oportunidades en las comunidades, las familias con las que estas niñas comienzan a vivir muchas veces deben migrar para emplearse como jornaleras, ahí ellas son obligadas a trabajar varias horas en el campo, pero sin gozar de un peso de su sueldo.

“Se las llevan a los campos agrícolas, ya sea de Sinaloa, de Chihuahua, Baja California, Morelos y allá las emplean como jornaleras, pero el dinero lo administran o sus esposos o sus suegros. Les dicen que juntan ese dinero para recuperar lo que en su momento pagaron por ellas. Esta es una práctica común, esto no ha terminado”, expone Neil Arias.

Romper estos ciclos de violencia no es tare fácil. Cuando las mujeres tienen hijos y tratan de dejar estos matrimonios, al considerarlas como personas sin derechos, es frecuente que les digan “sola llegaste, sola te vas y les quitan a sus niños”, lamenta la defensora.

A ello se suma la normalización por parte de las autoridades locales, quienes siguen sin reconocer a las niñas como sujetas de derechos y defienden los sistemas de usos y costumbres que aún permiten la venta de niñas antes que escuchar las exigencias de las menores de edad.

Por lo complejo que son los contextos en los que viven las niñas de comunidades indígenas guerrerenses, Arias Vitinio está convencida de que autoridades estatales y locales deben asumir la responsabilidad de aplicar las leyes con perspectiva de género, pues cuando niñas, adolescentes y familiares se acercan con sus representantes locales en busca de ayuda suelen ser ignoradas.

“Sabemos que las autoridades locales tienen la mentalidad de que la venta de niñas, los matrimonios infantiles, son comunes en los pueblos. Una vez el Comisario de una comunidad respondió: ‘A mí me casaron a los 14 años y sigo con mi mujer, no pasa nada’ o ‘¿para qué quieren evitar que se case si de todos modos lo va hacer algún día?’. Entonces lo ven como una cuestión trivial de decir vamos a seguir con estos usos y costumbres, no está pasando nada. Eso tiene que cambiar”, destaca la defensora.

Pese a los obstáculos que aún existen en las comunidades de la Montaña de Guerrero, Neil Arias no desiste, por eso y desde su experiencia como abogada, se dirige a las niñas, quienes como otras habitantes del estado viven una triple discriminación por ser pobres, por ser mujeres y por ser indígenas.

—¿Qué mensaje le darías a las niñas y mujeres de Guerrero? —se le pregunta a la integrante del área de defensa de Tlachinollan.

—Le quisiera decir a esta niñas, a estas adolescentes, a estas mujeres que tienen derecho a vivir una vida en la que puedan tomar sus propias decisiones. No pueden ser obligadas a casarse, tienen muchos sueños, tienen deseos, anhelos de estudiar una profesión, de prepararse. Si están viviendo una situación así, en la que están siendo obligadas, forzadas, entiendo que a lo mejor viven contextos de pobreza y pueden estar siendo obligadas a tomar decisiones, pero les quiero decir que está bien  pedir ayuda. Si hay algo que están viviendo dentro de su hogar, pueden pedir ayuda, no se tienen que quedar calladas.

Montserrat Antúnez Estrada

Periodista y editora. Feminista. Comprometida con comunicar temas sobre acceso a la justicia y derechos humanos. Trabaja por un periodismo con perspectiva de género y que respete la dignidad de las personas.

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