1/23/2009

Obama y la cuestión de género


OPINIÓN

Urge revertir medidas de Bush
Por Sanjuana Martínez*

México DF, 22 enero 09 (CIMAC).- Mucho se ha escrito sobre los retos que enfrenta el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama, quien en su primer día de trabajo ha dado muestras de esperanza con la suspensión de los juicios en la ignominiosa cárcel de Guantánamo.

La cuestión económica es prioridad junto a la redefinición del papel militar de Estados Unidos en Irak y Afganistán, junto a la paz en Oriente Medio. La encrucijada política con Rusia, el combate efectivo al acelerado cambio climático al lado del uso de energías alternativas que impulsen el ecologismo, la relación con Latinoamérica y regularización prometida de los 12 millones de inmigrantes que viven en la sombra, o bien el urgente incremento al gasto social.

Sin embargo, entre las cuestiones prioritarias se encuentra la cuestión de género, que el presidente Obama debe abordar con carácter de urgente, después del desmantelamiento y retroceso en los derechos que las mujeres de Estados Unidos padecieron durante los ocho años de mandato del expresidente George Bush.

Hace 36 años, concretamente el 22 de enero de 1973, la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos consagró el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo con el veredicto “Roe contra Wade” que estima el derecho a la vida privada de las mujeres y a la legalización de la interrupción del embarazo.

Una medida histórica y un logro que ha impactado a favor de las mujeres en todo el mundo. Pues bien, el señor Bush inició desde su llegada a la Casa Blanca una cruzada por “los derechos del feto” hasta que la Suprema Corte decidió aprobar en abril de 2007 una enmienda que condena el aborto “tardío”.

¿Qué significa aborto tardío? Es un término utilizado por los grupos pro vida muy cercanos a Bush que no está bastante claro. Concretamente se basa en prohibir el procedimiento médico para la extracción del feto con base en la dilatación cérvico-uterina después del segundo trimestre de gestación.

Ellos aseguran que esto debe ser prohibido sin excepciones, incluso aunque esté en peligro la vida de la gestante, o bien, a pesar de que el feto tenga malformaciones congénitas. En cambio, la decisión “Roe vs. Wade” establece que la interrupción del embarazo es permitida hasta que el feto resulte viable fuera del útero materno, es decir, hasta la semana 24.

El señor Bush combatió a las feministas desde el primer día. Con la nueva decisión de la Suprema Corte en donde colocó estratégicamente elementos ultraconservadores, otorgó derechos de persona al no nacido por encima de la mujer.

Retiró las conquistas sociales traducidas en presupuesto destinado a los centros de atención a las mujeres en toda la Unión Americana, por lo que muchos de estos lugares indispensables se vieron obligados a cerrar. Redujo los apoyos económicos encaminados a educar a las y los jóvenes sobre los beneficios del uso del condón o la prevención de embarazos no deseados y a cambio instauró su política social a favor de la abstinencia sexual y la castidad.

Reclutó a un ejército de fanáticos fundamentalistas católicos y protestantes para socavar paulatinamente durante ocho años los logros alcanzados en la cuestión de género.

Cada 22 de enero, Goerge Bush apoyaba la manifestación de los pro-vida en el capitolio en contra del aborto: “Ustedes están aquí porque saben que toda vida merece ser protegida. Y cuando inician su marcha, estoy orgulloso de estar a su lado. Más de uno de cada cinco embarazos termina en un aborto. ¡Estados Unidos vale más que eso! Vamos a seguir trabajando por una cultura de vida. No hemos terminado, pero hemos progresado”, les dijo el año pasado.

Hoy, sin embargo, es distinto. El iluminado George Bush afortunadamente ya no está en el poder. En su lugar, se encuentra un hombre que prometió durante su campaña defender el aborto libre conquistado en Estados Unidos desde hace 36 años. Que prometió defender el derecho otorgado en 1969 a Norma McCorvey, embarazada con 21 años que se encontraba en medio de un matrimonio convertido en pesadilla y a quien no se le permitía abortar.

Esa mujer que vivía en Dallas encontró entonces a dos abogadas jóvenes dispuestas a luchar por su derecho a decidir libremente qué hacer con su cuerpo. Se trató de Sarah Weddington y Linda Cofee, que utilizaron el nombre ficticio de Jane Roe para proteger a su cliente frente al aguerrido y misógino juez texano Henry Wade.

Su triunfo es el triunfo de todas las mujeres del mundo. Un triunfo de todos los estadounidenses que el presidente Obama no debe olvidar, especialmente porque Bush antes de irse “amarró” su proyecto contra las mujeres ordenándole el 3 de diciembre pasado a su secretario de Salud, Michael Leavitt, la implementación de una nueva normativa que protegía a médicos, enfermeras y otros trabajadores del sector, a expresar su objeción de conciencia por “motivos religiosos o convicciones morales” para no interrumpir libremente el embarazo.

Este proyecto de nuevas reglas es ejecutivo, por lo que no necesita la aprobación del Congreso y tiene muy preocupadas a las mujeres, ya que amplía las posibilidades de objeciones de conciencia y extiende hasta los farmacéuticos su derecho a no vender la píldora del día después.

Barack Obama debería actuar rápido también en este asunto, igualmente urgente que la cuestión económica o la política internacional. Y en otros temas relacionados con la cuestión de género. Tiene dos hijas, una esposa, una abuela; tiene compañeras de trabajo y amigas a las que quiere y respeta, por tanto, no puede olvidar su compromiso con las mujeres.

Somos muchas las que esperamos la respuesta inmediata de su secretario de Salud, Tom Daschle. Su decisión debe proteger a las mujeres estadounidenses, algo que automáticamente ayuda a las mujeres de todo el mundo.

*Sanjuana Martínez, es periodista de investigación freelance, autora de varios libros, el último “Prueba de fe. La red de cardenales y obispos en la pederastia clerical” (Editorial Planeta)

Cuatro mujeres no es suficiente, dicen feministas
Obama: lejos de la paridad de género en el gabinete


De la redacción

Buenos Aires, Arg., 22 enero 09 (CIMAC/Artemisa).- Algunos grupos feministas se han quejado de que no hay suficientes mujeres en el anunciado gabinete de Obama. Por ahora son cuatro: Hillary Clinton, que perdió frente a Obama la cerrada carrera por la nominación presidencial del Partido Demócrata; la gobernadora de Arizona Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Nacional; Susan Rice, nueva embajadora en la ONU; y Lisa Jackson, que dirigirá la Agencia de Protección del Medio Ambiente.

En su primer mandato, Bush también tenía a cuatro mujeres en su gabinete, Bill Clinton, cinco, Bush padre y Ronald Reagan, dos.

Hace un mes, Obama anunció también el nombramiento del prestigioso científico John Holdren como asesor científico de la Casa Blanca y de la no menos respetada Jane Lubchenco como directora de la Agencia para la Protección de los Océanos y la Atmósfera.

El Gobierno cuenta con tres personas de origen afroamericano, dos estadounidenses de origen asiático y tres latinos. Está plagado de antiguos miembros de los gobiernos de Bill Clinton e incluye a dos republicanos: Robert Gates, secretario de Defensa de George Bush que seguirá en el cargo, y el recién nombrado secretario de Transportes, Ray LaHood.

La opinión pública, incluso muchos republicanos, han calificado esta transición como la más rápida, ordenada y eficaz de la reciente historia del país. El resultado es una cuidadosa mezcla de talentos y estilos con dos puntos en común: la excelencia académica y una clara afición al baloncesto.

GABINETE DE RIVALES Y EMINENCIAS

Se ha comparado la selección del futuro presidente con el ''team of rivals'' (equipo de rivales) de Abraham Lincoln. No es una imagen del todo desacertada visto que ha incluido, empezando por el vicepresidente Joseph Biden, a tres de sus contrincantes durante las primarias demócratas.

El gobierno de Obama cuenta sobre todo con el mayor número de diplomados en universidades de elite de Estados Unidos, las llamadas Ivy League, como Harvard, Princeton o Yale. Muchos también han estudiado en Cambridge o en MIT (Massachusetts Institute of Technology). A Obama, que fue el primer presidente negro de la prestigiosa Law Review de Harvard, le gusta rodearse de académicos. La palma se la lleva Steven Chu, el secretario de Energía, premio Nobel de Física en 1997.

''Una de las razones por la que todo el mundo está entusiasmado con estas decisiones es que Bush se rebeló contra la idea de meritocracia. Ahora, se espera que al elegir otro tipo de perfil, el Gobierno funcione de manera más competente'', decía recientemente al Washington Post, Nicholas Lemann, decano de la facultad de periodismo de Columbia.

El entusiasmo del nuevo presidente por las eminencias ha provocado que algunas de ellas, normalmente apartadas de la gestión de los asuntos mundanos, piensen pasarse a Washington. ''Durante la campaña, Obama decía que éste era nuestro momento, pues es exactamente lo que piensan los académicos: está hablando de nosotros'', comentaba Dan Kahan, profesor de derecho de Yale.

El secretario de Energía será Steven Chu, premio Nobel de Física en 1997. Pero algunos escépticos subrayan que los cerebros también cometen errores: Obama, dicen, no ha llenado los puestos gubernamentales con sus amigos de Chicago, como hizo Bush con Texas, pero ha recreado su propia insularidad.

''En Estados Unidos, los meritócratas no han sido entrenados para dirigir organizaciones. Estudian para ser consultores o analistas, no han gestionado un presupuesto y no han tratado con gente que no es como ellos'', añade Lemann.

El primer presidente en recurrir a tanta materia gris fue Franklyn D. Roosevelt en 1932 cuando reunió a un brain trust de profesores de Columbia para luchar contra la Gran Depresión. Al principio de su mandato, Bill Clinton también llenó su gobierno de académicos que se fueron diluyendo en el estilo más “campechano” del ex gobernador de Arkansas.

09/GG

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