10/23/2009



Paredes contra las mujeres

SABINA BERMAN

Mucho le debe Beatriz Paredes a su género. Una visibilidad especial. Una consideración bien intencionada.

Para juzgar a Beatriz Paredes, los hombres y las mujeres demócratas primero se han acordado de que ella es mujer y mucho después de que es una priista. Tan bien lo ha comprendido Beatriz Paredes, que en su campaña para la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, hace tres años, omitió en su propaganda el logo del PRI y en cambio puso un muy femenino corazón para señas de identidad.

“Admiramos tanto a Beatriz”, escribió Guadalupe Loaeza en el periódico Reforma. “Nos da tanto orgullo que sea mujer”. O como lo dijo hace 15 años Carlos Monsiváis en un foro de la revista Debate Feminista: “No puede desestimarse el poder simbólico de Beatriz Paredes”.

Por ser mujer, a Paredes se le perdonó, hace 20 años, su “poético” primer informe como gobernadora de Tlaxcala, donde habló largamente del mar, a pesar de que Tlaxcala no tiene mar. Por ser mujer, más recientemente, y ya siendo ella presidenta de su partido político, a Paredes se le ha perdonado su también “poética” representación del PRI como un partido socialdemócrata. Y por ser mujer, han pasado meses hasta hacerse notorio lo mal que ha pagado la licenciada Paredes a su género: con una traición.

Estos son los hechos.

En el año 2007 se despenalizó en el Distrito Federal el aborto en todas sus causales, asegurando así a las mujeres el derecho de decidir sobre sus propios cuerpos y sus propios destinos.

A partir de entonces el PAN, siempre fiel a la agenda política del Vaticano, emprendió la batalla para blindar la penalización del aborto en el resto de la República. Nada asombroso en ello, pero sí que en esta guerra de los viejos patriarcas de la Iglesia católica por el control de los cuerpos de las mujeres, el PAN ha contado, en votación estatal tras votación estatal, con la alianza del PRI, y sólo gracias a ello en efecto el aborto ya se ha penalizado en 16 estados.

Es decir, hoy, en 16 entidades, una mujer que decide suspender su embarazo es perseguida y encarcelada, como si su cuerpo fuese propiedad del Estado, y atribuyéndole al producto de su vientre más derechos que a su persona.

Interpelada al respecto, Beatriz Paredes se ha lavado, como Pilatos, las manos. El pasado domingo 11 declaró tranquilamente que sobre el aborto se está “dando un debate interno dentro del partido” y ella por lo pronto ha llegado a “esta estrategia”: “que cada uno de mis diputados vote como crea”.

Bueno, es de nuevo poesía, pero no alta poesía. Es de esa pobre y anticuada poesía entendida como una simulación de la realidad.

Para empezar, sus afirmaciones no explican por qué para ella, como declarada feminista y socialdemócrata, la libertad de las mujeres, amén de la defensa del Estado laico, no es un tema de igual trascendencia que el impuesto del 2% a medicinas y alimentos, donde sí ha declarado que “sus” diputados seguirán la línea del partido al votar en contra.

Para seguir, y acá las cosas se agravan, basta revisar los resultados de las votaciones para descubrir que la presidenta del PRI cubre con un manto de palabras democráticas una verdad distinta. Dicho en prosa: que la licenciada Paredes miente.

Estos son los números de 11 de las votaciones estatales, números reunidos por la doctora Lucía Melgar, coordinadora del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM. (De las otras cinco votaciones, por desgracia, no se cuenta con la información actualizada.)

En Guanajuato, cuatro priistas se abstuvieron, y todos los otros votaron por penalizar el aborto. San Luis Potosí: todos los priistas por la penalización, excepto dos en contra. Jalisco: dos abstenciones y todos los otros priistas por la penalización. Y en Baja California, Campeche, Colima, Durango, Nayarit, Morelos, Sonora y Quintana Roo, TODOS los priistas por penalizar el aborto.

¿Cuál debate interno? ¿Nota el lector trazas de una polémica interna?

Al contrario. Salvo dos diputados indisciplinados y seis abstencionistas, los priistas de casi una docena de Congresos han votado en unanimidad, como una aplanadora. Una unanimidad que ocurre sólo cuando hay una línea de partido, una línea que nada más puede ser dictada desde la presidencia nacional del partido, cargo que ostenta la licenciada Paredes.

Se murmura de negociaciones secretas de Paredes y el arzobispo de México. Se murmura de premios a los diputados priistas en dinero y en especie. Se especula de transacciones inconfesables del PAN con el PRI, distintas en cada estado. En fin, más allá de dilatarse en las minucias, hay que afirmar lo que a plena luz es evidente: Beatriz Paredes vendió la libertad de las mujeres sobre sus cuerpos a la Derecha.

Sin duda, Beatriz Paredes seguirá haciendo en sus declaraciones poesía, pero estos son los hechos, en prosa.

Ni el PRI es socialdemócrata ni Beatriz Paredes es una política progresista ni está en pro de la libertad de “sus” diputados ni mucho menos está por la libertad de las mujeres.
Ah, y otra cosa. En Tlaxcala sigue sin haber un mar a la vista.

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