2/04/2013

Recreación de un diciembre represivo, sin consignación de responsables


Nosotros ya no somos los mismos

Ortiz Tejeda
¡Nadie te da gusto!, me dice con acrimonia mi vecina: te incomoda el perfeccionismo y acuciosidad del secretario García Luna que, cuando consideró que la primera toma de la azarosa captura de los Zodiaco adolecía de realismo, suspenso y emotividad, ordenó de inmediato una segunda, para perfeccionar lo filmado. Ahora presionas y presionas a las autoridades porque no descubren y presentan a los culpables del pequeño desaguisado de diciembre, como si eso fuera tan sencillo. ¿Pretendes que, nomás por tus urgencias, sospechosamente malsanas, inculpen a inocentes? (¿Otra vez? Me pregunto para mis adentros, porque si lo hago para mis afueras no me la acabo). Tienes razón, le digo: ya nada más relato cuáles fueron las reacciones y los efectos originados por la trama de la película virtual planteada en las dos columnetas anteriores y, con ésta, me despido del asunto.

Todavía no se terminaban de apagar los vehículos incendiados por toda la avenida Juárez, cuando los comensales de El Cardenal y del Wings festejaban haberse aprovechado de la incursión de los manifestantes para no pagar sus consumos, la parturienta se había quitado la almohada de la barriga y se agasajaba con un chow mein en un restaurant de la calle de Dolores; los franciscanos y los monaguillos se echaban unas cheves y unos sándwiches de carne cruda en La Luz (a la vuelta de las iglesias donde fueron sus locaciones), las dos lisiadas en sus sillas de ruedas fueron llevadas por conmovidos manifestantes hasta varias calles al oriente donde tomaron un taxi que las llevó a su lugar habitual de trabajo, el que por ser un día tan especial laboraba de manera estrictamente privada. La actuación de todos los participantes había sido calificada de excelente: la parturienta recordaba a Meryl Streep, en Sophie’s choice, y el manejo de la violencia de las dos inválidas, nada le pedía a las refriegas que se acomodan Bruce Willis y Quentin Tarantino.

Sólo una víctima hubo en toda esa cruenta refriega: Pablo Montero, es decir, el cadete que se le parecía y que salió, sin poderse contener, en defensa de las prófugas del table dance a las que con crueldad inusitada habían tratado sus propios compañeros. Resulta que nuestro actor, ensayado hasta la perfección, se puso a coquetear con una cadeta (con atributos de coronela) y ni cuenta se dio del incidente donde él era la figura principal. El policía que se aventó al ruedo, ¡era de verdad! Conmovido, indignado, incapaz de soportar la brutalidad que ante sus ojos acontecía, olvidó la consigna clave de ese día: la no intervención.

Pudo más en él su sentido de la solidaridad, de la justa indignación por el atropello cometido ante sus ojos, que olvidó una ley marcial inatacable: las órdenes superiores no se discuten, se acatan. Estos dos meses que lleva de arresto han sido buen tiempo para meditar al respecto. Por su parte, nuestro actor fue perdonado, al considerar que a él no le habría salido tan natural este dramático performance, pues decía que todos estos acontecimientos estaban aún en pleno apogeo, cuando ya el ciberespacio había sido inundado con cientos de miles de textos e imágenes de todo cuanto aquí se ha descrito. Muchos de ellos eran generados por testigos directos de los acontecimientos, pero otros, la gran mayoría, eran obra de equipos organizados con anticipación para la difusión masiva, en vivo y en directo, de lo que ocurriera durante la manifestación del día primero. Las redes sociales registrarían una auténtica blitzkrieg informativa por conducto de múltiples bots.

Un mail bomber reventaría miles de correos y convertiría los sucesos en infinitos hashtags que mantendrían los comentarios respectivos en los trending topics de todos los siguientes días. Los noticiarios radiotelevisivos de ese mediodía, de la noche y del día siguiente estarían dedicados a repetir los sucesos con comentarios objetivos, serenos y extrañamente idénticos por parte de los agudos y coherentes conductor@s.

Y, por supuesto, se contaría con las doctas, lúcidas, patrióticas y comprometidas (¿con quién?) voces de intelectuales y especialistas en diversas ramas de las ciencias sociales (y hasta de artes marciales), que explicarían desde todos los rumbos del conocimiento los móviles, las razones obvias y las raíces profundas de esta insania juvenil: Es natural –sostuvo el doctor

# 1– es una ira contenida por siglos. En el alma colectiva del mexicano subyace la herencia sangrienta de Coatlicue y su vástago Huitzilopochtli. –¡Déjese de irracionalidades –le espetó el doctor

# 2–, intelectual de izquierda light (que siempre da a estas mesas de discusión un aire de pluralidad): son las condiciones objetivas que prevalecen en el momento histórico que estamos padeciendo las que, al margen de la inexistencia de la organización (condiciones subjetivas), impulsan a las masas a tomar acciones profundamente reaccionarias. –¡Dios de bondad! Cuan capaces son de inventar patrañas para ocultar que todos estos movimientos son patadas de ahogado del perverso Hugo Chávez, que hasta en sus últimos momentos (Dios me perdone estos pensamientos/deseos), trata de hacernos daño, comentó la beatífica doctora

# 3. –¡Qué manera de cerrar los ojos a la realidad! –reclamó el doctor

# 4–. Obviamente quien financió todo fue El Chapo Guzmán, para exigir que la balanza de la ley se equilibrara en este sexenio. El doctor

# 5, catedrático de la Universidad de Pekín, maestro invitado para impartir una cátedra magistral sobre control de daños (comenzando por el control natal), hizo una larga exposición, pero lo único que se le entendió es lo que ya todos sabían: el comportamiento de ambos bandos, el primero de diciembre, estaba en chino. Lo que si nadie conocía (además de chino mandarín), es que el 4 de junio de 1989 este maestro, siendo un jovenzuelo, fue quien se enfrentó a un tanque en la plaza de Tiananmen. (La fotografía del heróico acto ganó el premio World Press del año). Dicen sus malquerientes que el fotógrafo contrató previamente a este chinito y que el manejador del tanque (que disminuyó la velocidad), era un primo suyo. ¿Ven como las ideas están en el aire?
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“Cuando García Luna consideró que la primera toma de la captura de los Zodiaco adolecía de realismo ordenó una segunda para perfeccionar lo filmado”Foto Francisco Olvera    





Los días posteriores, las páginas de los diarios se vieron cubiertas por infinidad de desplegados firmados por los organismos más representativos de la IP (banqueros –mexicanos, como son todos–, industriales, financieros, de servicios) que, curiosamente, comenzaban a hacer menos hincapié en las atrocidades de los manifestantes que en la actitud irresponsable, indolente, abúlica de las fuerzas del orden. Algunas cabezas periodísticas señalaban Los estados fallidos surgen cuando los gobiernos fallan o Los monopolios son para hacerlos rendir, no para que se rindan: si no son capaces de ejercer el de la fuerza legítima, ¡privaticémoslo; La gobernabilidad exige gobernar; gobernar es mandar y hacerse obedecer. Se recurrió a los clásicos: ¡Bien dijo Martí (Alejandro, por supuesto, no José): Si no pueden… renuncien! Y lo nunca imaginado: no faltó quien recordara, exaltándolos, a los estudiantes del 68 y del 71. Aquellos jóvenes estaban equivocados, pero eran nobles, desinteresados, patriotas: ofrendaron sus vidas, pero respetaron la propiedad privada.
La raya estaba pintada. De aquí en adelante el, los gobiernos, tendrían que decidir: o con el México que en el orden, la paz y la concordia construye, o con quienes, hijos del maligno, se empeñan en convertir nuestro destino en fatalidad.

PD. Hace más de un mes el señor procurador (o el secretario de Seguridad), afirmó que estaban a punto de consignar a los responsables de los desaguisados de diciembre, pues ya conocían sus apodos. Quiero recomendarles que se apresuren, pues en los juzgados de lo familiar se han iniciado infinidad de juicios de jurisdicción voluntaria, en los que una multitud de ciudadanos están promoviendo el cambio legal de sus apodos, alias, motes o sobrenombres. Otros han conseguido ser becados en prestigiadas academias policiacas en Miami o en Quantico, Virginia, donde la FBI tiene la más reconocida academia de adiestramiento para agentes sobresalientes de todos los países amigos. Además, Harvard no está nada lejos.

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