8/24/2015

Docente, el nuevo proletario


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La producción de conocimientos está en juego. La llamada “reforma educativa” busca modificar las relaciones laborales en el magisterio y por ello recurre a la fuerza pública, la amenaza, el terror y la ocupación policiaca de los espacios educativos. El fin último: privatizar las escuelas y universidades, para dar paso al gran negocio capitalista en su fase cognitiva
El investigador colombiano Marco Raúl Mejía ha puesto en la discusión sobre la educación un fenómeno que varios intelectuales latinoamericanos habían advertido como procesos de mutación del capitalismo: que estaban cambiando la composición y las formas de explotación del trabajo para asegurar en los momentos de la crisis del sistema los niveles de ganancia desproporcionados que obtienen las más grandes empresas de este planeta.
El fenómeno al que nos referimos, y que de hecho lo estamos presenciando, se relaciona con la fuerte inversión que una pequeña elite de los más ricos del mundo está haciendo para producir conocimiento, que prioritariamente se aplica en la llamadas tecnologías de la información y la comunicación; es decir que los que dirigen el sistema capitalista y que antes apostaron a enriquecerse de forma descomunal sobre la inversión en la industria automotriz, hoy están haciendo grandes fortunas en el negocio de producir conocimiento aplicado a las nano o pequeñas tecnologías.
Este proceso en el que se produce un tipo de mercancía que se llama “capital cognitivo”, que no se puede palpar o tocar, en otras palabras, no es material, sino inmaterial, está creando un nuevo trabajador explotado al que se le extrae efectivamente su fuerza viva de trabajo, pero también se le despoja del conocimiento que está generando para que haga valer mucho más un aparato como el teléfono celular, que lo que realmente lo hace tan caro no es el costo de su ensamblaje o de los materiales con los que está hecho, ni el tiempo que se tarda en producirlo en una maquila, sino sus aplicaciones y dispositivos.
Este trabajador del conocimiento es un nuevo proletario del capitalismo de nuestro tiempo. Entender esto desde lo educativo nos lleva a la conclusión de que las escuelas están transformándose acorde a las mutaciones del sistema: ellas funcionan como empresas administradas en esa lógica para producir “capital humano”, nos referimos a habilidades digitales, matemáticas y de la comunicación, que los empresarios llaman “competencias”, para que puedan ser utilizadas en la producción de más capital o, en el peor de los casos, como base para que los alumnos sean consumidores de tecnología.
Aquella vieja discusión de si los maestros son o no proletarios, porque de una parte se asumen ideológicamente como oprimidos en las calles, pero por otra no estaban en la fábrica donde se produce y por tanto no podían ser considerados como trabajadores explotados, hoy adquiere nuevas dimensiones y aristas. En todo este complejo proceso, las y los maestros como trabajadores del conocimiento se están proletarizando. Hay quienes ya los caracterizan como el “cognitariado”, porque maquilan desde la escuela la principal mercancía que el capitalismo demanda en la actualidad, me refiero justamente al conocimiento.
Las y los profesores ya no son vistos por el sistema capitalista como los simples reproductores ideológicos del Estado: para esa función se necesitaba que la burguesía se legitimara en contenidos de enseñanza escolar como la historia patriótica y nacionalista en donde ellos son los héroes del relato histórico o a través de la formación de ciudadanos funcionales a los valores cívicos y éticos de la clase en el poder. En estos momentos de reformulación de capitalismo esos contenidos van perdiendo sentido, incluso están siendo anulados de los programas de estudio. Su lugar lo van ocupando las competencias en matemática aplicada, uso de las herramientas digitales y el inglés como idioma de la globalización mercantilista, precisamente porque son saberes vistos como conocimiento necesario para una nueva era del “capitalismo tecnológico” o también denominado “cognitivo”.
Con la proletarización del trabajador del conocimiento viene una nueva regulación de sus condiciones de trabajo. No es que estén pensando en eliminar el toyotismo-fordismo como sistema de producción especializada y a gran escala de las fábricas y empresas, sino que necesitan regular la producción de las mercancías inmateriales. Esto es lo que explica el eje transversal de la más importante de las reformas en México. Por esa razón la reforma educativa impone a los maestros lo que perversamente diseñaron con el Servicio Profesional Docente.
Nunca fueron erradas las interpretaciones de muchos académicos y líderes sindicales, quienes dijeron que la reforma educativa era en realidad una reforma laboral; el Servicio Profesional Docente es parte de las nuevas condiciones del trabajo que los organismos financieros internacionales demandan del productor de conocimientos, necesitan que el cognitariado se especialice en la producción estandarizada de competencias, precarizar, flexibilizar y abaratar su fuerza e inteligencia viva para que el Estado, que al fin de cuentas es una sucursal de las grandes empresas, no gaste demasiado en pago de salarios y prestaciones.
Una repercusión más de este “capitalismo del conocimiento” convertido en mercancía es que tecnologías como la robótica o las de la información y la comunicación irán paulatinamente sustituyendo la fuerza y la inteligencia de un trabajador vivo y, efectivamente, además de intensificar la producción ya han desplazado a los trabajadores de las casetas de cobro en la carreteras, los servicios de atención al cliente, los pagos automáticos de los servicios y una fase importante de la producción especializada que previa al ensamblaje de la mercancía es elaborada con alta precisión por los robots.
Esta misma lógica impera sobre la educación: el docente es demasiado subjetivo, las computadoras y tabletas digitales garantizarían un trabajo más eficientes y dirigido desde arriba o desde los tecnócratas del conocimiento. Los trabajadores docentes, pero también los administrativos son desechables en la medida en que las plataformas virtuales hacen una relación directa del alumno con administradores de tareas pedagógicas a través del internet, y en la medida que esas mismas plataformas permiten subir planeaciones y estadísticas escolares que se exigen durante todo el año, hacer evaluaciones y reportes sin necesidad de personal de apoyo.
La llamada “digitalización educativa” para la enseñanza y la gestión escolar es el mecanismo que justifica el porqué deben desaparecer cientos de miles de trabajadores que ya no se necesitan, es por eso que han estado denostando escuelas supuestamente sobrepobladas de personal; también explica las intenciones de la ampliación de la reforma educativa presentada por el gobierno federal para regular y municipalizar a los trabajadores administrativos, que en la vía del hecho desresponsabiliza al Estado de su contratación.
Estamos frente a un cambio de época, mismo que demanda modificar las relaciones laborales del nuevo proletariado; por eso se imponen por medio de la fuerza pública, la amenaza, el terror y la ocupación policiaca de los espacios educativos, necesitan desmantelar los lugares públicos donde se genera la mercancía del conocimiento, privatizar las escuelas y universidades porque se han convertido en el gran negocio del capitalismo en su fase cognitiva.
La esperanza es que este nuevo proletariado o cognitariado también adquiere conciencia y formas de lucha diferentes, la disputa va más allá de sus derechos laborales: es por el conocimiento, por la producción de saberes y significados para la vida y no para satisfacer las necesidades mercantiles del empresario. Los maestros y maestras de México no son ya un sindicato gremialista tradicional en muchos sentidos. Los sectores disidentes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación han hecho de la escuela pública una demanda central. Se están apropiando del currículo, es decir, de su materia de trabajo y del proceso de producción de conocimientos. Han estado elaborando otros libros de texto para el tipo de sociedad y de ciudadano que los nuevos desposeídos proyectan para el futuro.
Vivimos procesos complejos que no se pueden explicar con facilidad y podemos cometer muchos errores; pero, en todo caso, no debemos claudicar en la intención de comprender qué acontece en el siglo XXI. Dejemos estas reflexiones como un cierre abierto al debate contemporáneo en la era del capitalismo cognitivo y de la crisis de una época.

Lev Moujahid Velázquez Barriga*
*Historiador y profesor; miembro del Centro Sindical de Investigación e Innovación Educativa de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en Michoacán
[BLOQUE: ANÁLISIS] [SECCIÓN: EDUCATIVO]

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