5/09/2020

Patriarcado en tiempos de coronavirus


Fuentes: La Tizza

Las mujeres cubanas no solo confeccionan nasobucos para enfrentar la pandemia que vivimos.
Sabemos que hay muchísimas doctoras que lidian día a día con personas enfermas, aunque a veces se diga «médico y enfermera», en esa malacostumbre nuestra de no tener aún un lenguaje inclusivo. Como hay médicas o doctoras, hay enfermeros que también están desempeñando un rol activo. Es importante que cuando hablemos de médicos no queden, de modo abstracto, incluidas las mujeres. Pensemos mejor en decir —aunque creamos en el genérico y aunque nos canse el «todas y todos»— «doctores y doctoras, médicos y médicas». Es una cuestión de derechos; creo que hay que ir desmontando lo que la vida y la experiencia nos hacen ser. Y no porque sea un capricho, sino porque hay quienes quieren ser nombradas y ya no se sienten identificadas en un «nosotros». ¿Por qué no dejar el ego, o los aprendizajes de la Academia Machista de la Lengua Española? Aquella que no nos enseñó que está compuesta en su casi absoluta mayoría por hombres, y que los intereses que defiende —porque hay intereses— no todos tienen que ver con la emancipación y el reconocimiento de las y los excluidos, e incluso «de lxs» —porque no se consideran ni las ni los— que no nos gusta nombrar.
A Barbados fue una brigada compuesta por noventa y cinco enfermeras, pero el Noticiero Nacional de Televisión las presentó como «enfermer­os». Se está haciendo una buena cobertura sobre la pandemia del coronavirus, se está haciendo una representación balanceada al entrevistar tanto a hombres como a mujeres, pero el lenguaje, todavía, no es inclusivo.
Deberíamos hacer algunas lecturas en cuanto al personal de salud que en estos momentos labora en las misiones internacionalistas. En la composición de estas brigadas la mayoría son hombres, médicos. También eran hombres todos los que fueron enviados para atender y curar a los pacientes con ébola en África occidental, en 2014. Muchas mujeres estuvieron dispuestas. Conozco de compañeras médicas que se apuntaron. Entiendo la peligrosidad, pero estamos hablando de derechos. Y entonces ahí tenemos que hablar de privilegios del patriarcado para las mujeres, que se quedaron en sus casas cuidando hijos, o atendiendo sus labores hospitalarias, o de salud pública en general, porque ellas «tienen esa responsabilidad» y mandarlas a una misión como el combate del ébola las ponía en riesgo. ¿Es preferible que los hijos e hijas pierdan a sus padres que a sus madres? Y aquí el rol que se asume siendo madres o padres también hay que analizar y desmontar, de manera continua, el patriarcado que lo envuelve todo. Estos temas traen contradicciones. No tengo respuesta ni criterio absoluto, y respeto al que no concuerda con este criterio ni con los argumentos expuestos con anterioridad; pero es importante, por lo menos, entrar en el debate, e incluso en el debate público.
Más que hacer nasobucos —insisto que son imprescindibles en estos momentos— las mujeres están emprendiendo muchísimas tareas. En esa costumbre absurda que el patriarcado nos ha impuesto, las mujeres garantizan la reproducción y producción de la vida. La mayoría de las personas en las colas, en tiempos de pandemias o no, son mujeres, las que garantizan los alimentos; y no hablo de aquellos y aquellas que van un día a la tienda y compran todo para el mes. Aunque también encontrar hoy todo lo que necesitamos en una sola tienda cuesta y hasta puede ser el milagro del día.

Hace falta decirnos a toda voz: «también luchamos contra la pandemia patriarcal»

Encontramos familias donde se reparten las tareas, e intentan que sea de forma equitativa, donde participe cada una de las personas que la componen, pero sabemos que esa realidad es menor, pues las triples jornadas que tienen las mujeres es algo vivible y visible: trabajan en la calle, trabajan en sus casas, trabajan en proyectos, emprendimientos o hasta la labor en las organizaciones donde participan, atienden los hijos, hijas, e incluso a los ancianos que viven en casa. No se trata de la superwoman —supermujer— que tanto han criticado las feministas, y algunas mujeres que escriben sobre equidad de género. La dinámica actual de la vida nos ha deparado a las mujeres estar en todos los frentes, listas para lo que se necesite. Y siempre las mujeres hemos sido la base social: mujeres indígenas, mujeres obreras, mujeres campesinas, trabajadoras del hogar, estudiantes…

Esa relación armónica y no pesada entre el espacio público y el espacio privado es un desafío que tenemos las mujeres. Incluso en aquellas parejas que intentan hacerlo de forma diferente: todavía hay reminiscencias del patriarcado en esos espacios. Y no solo estoy hablando de parejas heteropatriarcales.

¿Cuánto tiempo las mujeres dedicamos a nosotras mismas? Seguro es más el tiempo que dedicamos a otras y otros. Y no está mal dedicarle tiempo a los demás, así se construyen las relaciones afectivas, pero no puede ser que eso vaya en detrimento de nuestros deseos y de nuestras necesidades y del constituirnos más allá de la relación que establecemos con los otros. Y tampoco que confundamos nuestros deseos con el orden social impuesto: las mujeres se ocupan de las labores de cuidado.
Hay que ser muy respetuosas para abordar el tema del cuidado, porque si bien implica relaciones de dominación, hay sentimientos que se entrecruzan y lo determinan. Muchas mujeres estamos a favor de que sea remunerado el trabajo realizado en la casa. Pero también otras se preguntarán «pero si el cariño y la atención que doy no tienen precio». No es precio lo que le pondríamos al cuidado, es justicia. No es justo que las mujeres —porque el sistema patriarcal dijo que sí, que las mujeres a esos roles y los hombres a otros— tengan que asumir las responsabilidades de todo y de todos. Es incluso una cuestión de mantener independencia económica y porque lo que se hace en casa garantiza que la ciudad de afuera también funcione.

Pero si pidiéramos más que un rabo de nube deberíamos pedir también la transformación de las relaciones humanas.

En el artículo Mujeres cuidadoras. Entre obligación y satisfacción, Marcela Lagarde devela lo que esconde el tema del cuidado. Hay dos frases que resumen un poco las esencias de este tema, aunque tenga otras aristas y perspectivas.
«La fórmula enajenante asocia a las mujeres cuidadoras otra clave política: el descuido para lograr el cuido. El uso del tiempo principal de las mujeres, de sus energías vitales (intelectuales, afectivas, eróticas, espirituales) y la inversión de sus bienes y recursos va para los otros. Es por ello que las mujeres desarrollamos una subjetividad alerta a las necesidades de los otros. De ahí la famosa solidaridad femenina y la abnegación relativa de las mujeres».

Ahí hacemos una disquisición en el tema de la solidaridad. No es lo mismo solidaridad que la propuesta feminista de sororidad entre las mujeres, un sentimiento de respeto y acompañamiento.

Por otra parte Marcela nos comenta que «los hombres contemporáneos no han cambiado lo suficiente como para modificar ni su relación con las mujeres, ni su posicionamiento en los espacios domésticos, laborales e institucionales. No consideran valioso cuidar porque, de acuerdo con el modelo predominante, significa descuidarse: usar su tiempo en la relación cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con los otros. Todo ello porque en la organización social hegemónica cuidar es ser inferior».
Y en este tema del cuidado invito a la reflexión sobre quiénes están pendientes del cloro que hay que buscar, de los nasobucos que hay que lavar, de la frazada en el piso a la entrada de la casa, del cloro para desinfectar las llaves, los objetos, del lavado de la ropa. Existen hombres ocupándose de esas tareas, pero la gran mayoría de estas actividades,y no hace falta hacer una encuesta nacional, recae en las mujeres.
En este sentido, el cuidado de niñxs en casa pone en evidencia esa construcción de roles que se le han asignado a las mujeres; no solo la cuestión de la maternidad obligatoria sino las horas dedicadas al cuidado de las infancias. En tiempos de coronavirus, lxs niñxs, excepto los que van a círculos —porque estos últimos siguen abiertos— se quedan en casa, aunque se da el caso de que no todas las familias están llevando a lxs niñxs a esas instituciones; en algunos casos porque quieren protegerles mejor y en otros porque con algún catarro o enfermedad no se pueden llevar.
Para la edad escolar existe una programación de las teleclases. ¿Quiénes en su mayoría se disponen a que esa clase sea visionada? ¿Quiénes asumen ese rol? Las mujeres, que incluso antes de esta situación crítica que se está viviendo asumían la mayoría de las tareas dentro del cuidado y la educación de infantes. Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en el documento Tasas brutas y netas de matrículas por niveles educativos, en 2017 último año registrado, la población en edad escolar, en la enseñanza primaria entre 6 y 11 años es de 713 199 personas.
Existen muchas aristas dentro de un análisis al sistema patriarcal, y que no se acaban ni se pueden profundizar solo en un artículo, ya que la vida cotidiana pone de relieve todas las actitudes machistas en que ese patriarcado se expresa, y sabemos que en tiempos de crisis se agrava.
Habría que analizar qué pasa con todas las funciones desempeñadas por mujeres en la sociedad más allá de las médicas, enfermeras, epidemiólogas, laboratoristas, todo el personal de la salud; otras que están en disímiles labores estatales y no estatales y cuáles son sus funciones, garantías, oportunidades y roles.
Pero quizás, si cada una de las personas pusiera en un papel los roles que desempeñan en los distintos espacios donde interactúa, pertenece o habita, pudiéramos ver otras aristas o dimensiones del patriarcado. No solo los roles de género, los espacios a donde las mujeres llegamos y los que no podemos llegar, la llamada toma de decisión, los derechos sexuales y reproductivos y la garantía de estos en tiempo de pandemias, la violencia por motivos de género, la economía familiar y su desenvolvimiento, las políticas y medidas sociales en tiempos de crisis, y hasta la autoestima.

Un aspecto para revertir el patriarcado en la sociedad es la mirada feminista que se le debe dar a las políticas y medidas sociales, no solo en tiempos de coronavirus. Es pensar con perspectiva feminista estas medidas, a quiénes favorecen, cuáles son las consecuencias, cuáles las soluciones para esas consecuencias, cuáles son los riesgos para grupos vulnerables, y además pensar en más de la mitad de la población cubana que son las mujeres.

Una amiga comentaba que imagináramos en cualquier política social, en cualquier medida, e hiciéramos un análisis con enfoque de género. Y ponía el ejemplo del agua y el cloro que se le echa y cómo se piensa esta política. Y en este sentido lo que pudiera afectar este producto a la flora vaginal de las mujeres, por solo citar un ejemplo. Pensar con enfoque feminista es tener en cuenta cada aspecto, que desde el feminismo las mujeres, y no solo las mujeres, pudieran profundizar en las situaciones que las ponen en desventaja, pero también a la inversa. Se trata de no poner a alguien por debajo de otros, y tener en cuenta que afecta a cada persona en la sociedad y que las vulnera. Y de ahí también el concepto: «lo personal es político».
Con esto, no me estoy desvirtuando del tema. Pensar desde una perspectiva feminista todos los aspectos de la sociedad creo que es el camino para comenzar a superar al patriarcado, en tiempos donde este se afianza. El feminismo es la apuesta política donde, al contrario de lo que propone el machismo —explicado de modo breve, la superioridad de lo que se considera masculino sobre todo lo que no esté en esa cuerda— todo el mundo cuenta y todo el mundo se responsabiliza con la sociedad. No unos más que otros. No otros con la superioridad que otorga el patriarcado ni con los privilegios.
Hay otros temas a tratar en tiempos de coronavirus, donde el patriarcado, que existe incluso antes del sistema capitalista, está en la subjetividad y en las actitudes que llevamos a cabo —los hombres y las mujeres, y aquellas personas que de forma muy legítima no aceptan el binarismo. Hay un sinnúmero de temas en los que podemos ir pensando para debatir más adelante, como por ejemplo, las organizaciones de las colas y la forma en que los policías hombres las organizan; quiénes le llevan los alimentos a los ancianos y a las ancianas que están solos en la comunidad; qué pasa aún en las calles cubanas que, hasta con nasobuco, casi sin pronunciar palabras, los hombres ejercen acoso callejero sobre las mujeres; qué pasa dentro de las casas con las mujeres que sufren violencia de género y cómo en esta coyuntura su protección se hace más complicada.
Pues son temas para pensar… intentemos que sea desde casa, para ver si acabamos con el coronavirus y también con el patriarcado, que por estos días también está apululu —en abundancia—.

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