6/23/2011

Guerra antidrogas, plan perverso


x Salvador González Briceño
Iniciada como medio de desviar la atención de la derrota en Vietnam, fue exportada por el régimen de EE.UU. a México y ahora quieren expandirla a Centroamérica

El pasado viernes 17 de junio se cumplieron los 40 años de la declarada “guerra contra las drogas” encabezada por Richard Nixon para combatir “al enemigo público número uno de Estados Unidos que es el uso de las drogas”. De entonces a la fecha, tan sólo por el saldo, la dichosa guerra resultó un fracaso porque ninguno de los objetivos se alcanzó.

Todo lo contrario, millones de hombres y mujeres han sido víctimas —“daños colaterales”— de tamaña decisión. Tanto por la oferta de opiáceos como por el consumo que aumentó [ver Maniobra del poder, 3 de junio, donde se abordó el tema desde el “informe de la Comisión Global de Políticas de Drogas, junio 2011”, y se habla de las consecuencias “devastadoras, para individuos y sociedades alrededor del mundo”, contra lo cual recomienda: “Se necesitan urgentes reformas fundamentales en las políticas de control de droga nacionales y mundiales”] hasta alcanzar un negocio de 320 mil millones de dólares, o el uno por ciento de todo el comercio mundial.

Con datos de la ONU, de 1988 a 2008 el uso de drogas aumentó en 34.5%; la cocaína en 27%; la mariguana en 8.5%. Sólo este año, entre 20 y 25 millones de ciudadanos estadounidenses usarán alguna droga ilícita, unos 10 millones más que en 1970, y cada día suman 8 mil a la cuenta fatal. Otro dato indica que EU destina unos 15 mil millones en la “guerra contra las drogas”, pero cálculos conservadores señalan que la cifra se acerca a los 40 mil millones.

Sin embargo, entre las mascaradas oficiales en EU destaca la postura del zar antidroga de EU, Gil Kerlikowske, que dice prefiere no usar el término “guerra”, “porque no estamos en guerra contra nuestra propia gente”. Pero en EU las cárceles están atestadas de jóvenes —casi 40 millones— relacionados con drogas, que no precisamente son delincuentes sino delitos por droga no violentos. Por eso, “Para afroestadounidenses y latinos, la guerra contra las drogas se percibe más bien como una guerra contra ellos, sobre la juventud ‘de color’. Con el encarcelamiento como arma más empleada en esta ‘guerra’”.

Aparte “las cifras lo comprueban: Estados Unidos es el país con más encarcelados en el mundo, con sólo 5 por ciento de la población mundial tiene 25% del total de los prisioneros en el planeta —unos 2.3 millones, comparado con 300 mil en 1972… El incremento estrepitoso de la población encarcelada se debe en gran medida al aumento en la detención de personas que cometieron delitos relacionados con la droga —en 1980 habían 41 mil de estos, ahora hay más de 500 mil (un aumento de 2 mil por ciento)”. (Datos de La Jornada, 17/junio/2011).

Las evidencias indican que a 40 años se trata de la guerra más costosa en términos bélicos en recursos pero sobre todo contra la población. “De hecho, ya es una de las guerras más caras, más destructivas y más largas en la historia” de EU. Y promete ser eterna si no hay un cambio de paradigma sobre la manera como esta sociedad aborda este problema. Gran retro tienen la sociedad estadounidense y mundial con este problema [¡ni que decir de México y Colombia!], ideado por Nixon pero seguido por los gobiernos sucesivos de EU, que han usado la cárcel contra la protesta social y de inconformidad contra el estatus quo.

En este tenor se colocan las reflexiones del lingüista Noam Chomsky, a raíz del aniversario 40 de la fallida guerra de Nixon contra las drogas, cuando afirma que la guerra antinarco es un invento para limitar las libertades. Antes, el 24 de diciembre de 2009, había dicho en entrevista para el diario mexicano, que “La guerra a las drogas se inició en Estados Unidos como parte de una ofensiva conservadora contra la revolución cultural y a la oposición a la invasión de Vietnam” [Ver la nota en el recuento de Mi paso por El Día: http://mipasoporelda.blogspot.com/2009/12/chomsky.html].

Lo dijo entonces, lo reitera ahora el mismo lingüista crítico del imperio de su país. “La guerra contra las drogas que desgarra a varios países de América Latina, entre los que se encuentra México, tiene viejos antecedentes. Revitalizada por Nixon, fue un esfuerzo por superar los efectos de la guerra de Vietnam en Estados Unidos”.

Cuando el gobierno gringo quiso sacudirse por la fuerza el síndrome de la derrota de Vietnam, hacia finales de los años 60, los jóvenes salieron a protestar a las calles en franca oposición a las políticas violentas de Estados Unidos. Por eso la guerra llevó, dice Chomsky, “a una importante revolución cultural en los 60, la cual civilizó al país: derechos de la mujer, derechos civiles, o sea, democratizó el territorio, atemorizando a las elites. La última cosa que deseaban era la democracia, los derechos de la población, etcétera, así que lanzaron una enorme contraofensiva”.

En esa contraofensiva se encuentra el gobierno de Felipe Calderón en México. Siguiendo a pie juntillas [esta es otra tesis explicativa del por qué este gobierno del PAN no cambia la estrategia a todas luces fallida de su declarada guerra contra el narcotráfico cuyos saldos con detestables tan sólo por los más de 40 mil muertos; aparte las miles de familias desintegradas por la falta del padre, del hermano, otro familiar cercano, carentes de apoyo económico, psicológico, educativo, médico, etcétera] las políticas fallidas de otro lado como el lineamiento neoliberal, de EU, sigue cosechando la derrota.

En otras palabras, el entreguismo de los gobiernos del PAN a los políticos y a las políticas de EU no le sirven para maldita la cosa. Pero no entiende. Una guerra que en ese país se mostró fallida a lo largo de 40 años, tuvo como fin acotar las protestas sociales porque se lanzó en contra de la población, encarceló a miles de jóvenes y no suprimió el jugoso negocio; todo lo contrario, creció en todos los órdenes. Una guerra que en México a tan sólo cuatro años sembró el terror, no encarceló a los jóvenes pero de peor manera se deshace de ellos porque caen víctimas de las balas de unos narcotraficantes que cada vez resultan más fortalecidos, pero sobre todo multiplican el negocio.

¿A qué intereses sirve la guerra contra las drogas? Seguramente aquellos barones del dinero, de las finanzas internacionales, que resultan altamente beneficiados y se enjugan las manos cada día. Es decir, que en última instancia la susodicha “guerra” parece más el saldo de un plan perverso en contra de la sociedad que una estrategia para controlarlo.

Alai

Nota de La Haine: Según agencias, la secretaria de Estado del régimen estadounidense, Hillary Clinton, asistió este miércoles en Guatemala "a una reunión de países centroamericanos y cooperantes para subrayar el compromiso de Washington en la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico". Clinton estaría "preocupada desde hace tiempo por la situación en América Central" y habría "impulsado un mayor compromiso por parte de Estados Unidos con la región".

Como ya se vio en el caso de Costa Rica y el de Colombia, esto significa al menos tres cosas: uno, mayor intromisión del régimen estadounidense en los asuntos internos de esos países, lo que le da poder de decisión en muchos aspectos; dos, envío de tropas, creación o expansión de bases y en general militarización de las sociedades para evitar alzamientos populares; y tres, aseguramiento del patio trasero de ese régimen, evitando las tentaciones de algunos de estos países de subirse al carro del ALBA.

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