7/28/2011

De Afganistán a México




John Saxe-Fernández

Earl Wayne, embajador designado para México por la Casa Blanca, sucesor de Carlos Pascual, afirmó en la sesión pública para ser confirmado por el Senado de Estados Unidos, que dará prioridad a la Iniciativa Mérida (IM) como una parte vital de las relaciones entre los dos países (La Jornada, 21/7/11 p.22). Ésa es la instrucción de Obama. El mensaje no puede ser más elocuente: la experiencia de Wayne como embajador en un Afganistán brutalmente invadido y ocupado por Estados Unidos, sin duda fue clave en su selección. Ahí se aplica un programa de estabilización y reconstrucción (PER) concebido en tiempos de Rumsfeld por el Defense Science Board del Departamento de Defensa (DdD), con decenas de miles de empresas y contratistas de Estados Unidos y en medio de cientos de miles de bajas, y destrucción de la infraestructura.

Es ostensible que Wayne dará continuidad a la misión de Pascual, el diplomático que encabezó en el Departamento de Estado el PER por su experiencia en Ucrania y en la inducción y manejo de estados fallidos. Además de estar, como México, en plena y atroz guerra irregular, con injerencia y aportes presupuestales del DdD en su estructura y dinámica de seguridad interna (junto al deterioro del estado de derecho, una característica básica de un Estado fallido) Afganistán y Pakistán encabezan las listas de esa tipología, elaborada por centros académicos y oficiales de Estados Unidos.

Llama la atención, pero no sorprende, que Wayne enfatice la dimensión militar y de seguridad en la relación bilateral, parte de un programa de Seguridad Nacional hacia el hemisferio planteado en los años 90 en el Annual Defense Guidance Statement para ...estandarizar los vínculos militares con México de manera similar a como se desarrollaron a lo largo de la guerra fría con otros países latinoamericanos. Tras el colapso de la URSS no se afectaron ni el presupuesto o la influencia del DdD. Al contrario, se le asignaron funciones antes en manos civiles, como la lucha anti narcóticos que con Bill Clinton era uno de los principales programas de la posguerra fría para incidir en la dinámica de la estructura de autoridad interna de México y del resto de América Latina y cuando ya estaba en marcha un programa de privatizaciones de gran escala a favor del empresariado estadunidense. (JSF, El tercer vínculo, Excelsior, 14/6/1996/7a).

Dar continuidad transexenal y agilidad al presupuesto de la IM, para que los mexicanos prosigan exterminándose unos a otros sin afectar el precio, ni la demanda de drogas en Estados Unidos, o el flujo de armamento hacia el sur que alimenta la violencia y mucho menos el negocio de ese tráfico que se realiza en Wall Street y bancos como Wachovia del Wells Fargo, se refleja en que, según Wayne, la IM ya ha rendido frutos con la detención de una treintena de capos del narcotráfico, gracias a los mecanismos y estructuras que hemos construido para intercambiar información. Unos frutos que incluyen más de 40 mil bajas civiles, 10 mil desaparecidos y ejecuciones extrajudiciales que rompen el estado de derecho, no afectan el flujo de droga y alientan la intervención/ocupación militar, en especial de los estados norteños: una investigación de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos que analiza el número de decomisos de droga en la frontera suroeste de Estados Unidos entre 2009 y 2010 concluye que no existe ningún patrón apreciable que correlacione, ya sea un incremento o decrecimiento en el aseguramiento de drogas, con la eliminación de personajes clave en las organizaciones de narcotraficantes.

Lo sustantivo de la guerra al narcotráfico es que encubre y promueve el despliegue en territorio mexicano del aparato policial-militar de Estados Unidos y su incidencia en la dinámica y toma de decisiones sobre seguridad nacional por el enlace presupuestal que acarrea la IM con DdD, DEA, CIA etcétera, en tareas de control de la población, la protección de inversiones, comercio asimétrico y apropiación de recursos y empresas estratégicas.

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