9/21/2011

Los Acteales; de Zedillo a Calderón


José Carreño Carlón


La matanza de Acteal, 1997, pertenece a esa categoría de hechos emblemáticos o representativos de una época, de una persona, de un estilo. Y, en términos de política mexicana, una época es un sexenio, ligado a una persona y a un estilo de gobernar. Y en el sexenio, la persona y el estilo de Zedillo, la matanza de Acteal es ya un emblema. Mientras Zedillo es el símbolo o la marca de la masacre de Acteal.

Por la misma vía de las representaciones simbólicas perdurables —como efectos de largo plazo de los procesos de comunicación—, Tlatelolco 1968 pasó a ser el emblema de Díaz Ordaz. Y es fuerte la competencia de hechos y saldos de sangre del actual sexenio para convertirse en los Acteales de Calderón.

Se trata de hechos y saldos que persiguen a sus perpetradores y autores a lo largo de sus vidas, e incluso por generaciones. Para el imaginario social mexicano éstos suelen ser, en primer lugar, los presidentes de la república, sea por acción o por omisión, por intención, por error o por pérdida de control de las consecuencias de sus decisiones. O por dejar esos hechos y saldos en la impunidad.
Y, precisamente, en la posibilidad de pasar de las difusas percepciones del imaginario social a una probable sentencia judicial radica la importancia de la noticia dada a conocer ayer en Estados Unidos sobre la demanda contra el ex presidente de Acteal, por violaciones al derecho nacional e internacional en el asesinato de 45 indígenas, incluyendo mujeres embarazadas y niños.

Zedillo y Pinochet

No se equipara exactamente este caso a los conducidos por el juez-investigador-acusador del sistema español Baltasar Garzón, quien, entre otras cosas, logró llevar a juicio a Augusto Pinochet en las cortes de España. Pero el caso Zedillo-Acteal comparte algunos elementos comunes con el del dictador chileno. En ambos, las víctimas no obtuvieron respuesta de la justicia en sus países y sus deudos acudieron a la justicia en otro país, a partir de la vigencia universal de las normas de derecho internacional relativas a los derechos humanos.

De allí los cargos contra el hoy acusado Zedillo: crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, aplicación de penas crueles, inhumanas y degradantes, y terror y violencia para violar las libertades de asociación, pensamiento, opinión y voto. Ello a partir de sus responsabilidades de mando en una estrategia de “pacificación” de Chiapas que incluyó la concertación, el entrenamiento, la libertad de acción y la impunidad de los grupos paramilitares que, entre muchos otros delitos, convirtieron una ceremonia religiosa en una monstruosa carnicería humana.

La primera reacción del ex presidente es la de quien responde a un periodicazo. Todo es falso y calumnioso, responde como si se tratara de desmentir alguna de esas fabricaciones armadas para desacreditar adversarios a través de los medios. Pero la más bien precaria cobertura de prensa que tuvo la difusión de la demanda no parece producto de una entidad con capacidad de fabricación de expedientes para los medios.

acteal97.com

En cambio, el sitio electrónico abierto por abogados estadounidenses: acteal97.com, modesto en recursos y sencillo en presentación, deja ver una operación forense y una estrategia legal que no deben enfrentarse con declaraciones rutinarias de prensa, sino con un buen equipo de abogados.
La criminalización de la vida pública impulsada en el sexenio de Zedillo ha hecho de los expedientes judiciales una fuente incomparable para descubrir las andanzas de las élites mexicanas. Éste no es la excepción. Por allí desfila el todo México de 1997. Del Anexo 11 de la ventana “Evidence” brota una estampa del México de Zedillo, con la descripción de su agenda el día de la masacre. A la hora en que ocurría, de las 13:08 a las 14:23: “Audiencia con el C. Felipe Calderón Hinojosa, presidente del CEN del PAN”. Coincidencia o no, corresponderá al hoy Presidente decidir si une a sus propios Acteales aquel Acteal de Zedillo.

Académico

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