11/08/2011

Desencanto democrático y recuperación del PRI



José Antonio Crespo

Los resultados del Latinobarómetro de este año no podían ser más elocuentes; México es uno de los países donde más insatisfacción democrática hay, donde más ha crecido el desencanto respecto de la democratización, y donde se ve al autoritarismo como una opción menos mala que en el resto del continente. Eso exige una explicación, puesto que compartimos con América Latina una historia de conquista y colonización que no fue tierra fértil para la democracia. ¿Por qué entonces México aparece en los últimos lugares en la evaluación de la democracia como régimen político, y de su propio ensayo democrático? Seguramente son muchas las explicaciones. Intentemos algunas.

A) En primer lugar, en la mayoría de las nacientes democracias latinoamericanas ha habido experiencias importantes de rendición de cuentas, que al final es la esencia de un régimen democrático. Sin rendición de cuentas eficaz, por la vía institucional, se puede hablar de lo que sea, menos de democracia. Un régimen donde prevalece la impunidad, aunque disponga de todo el entramado democrático (partidos, elecciones, división de poderes, pluralidad políticas, gobierno civil surgido de las urnas, Poder Judicial autónomo, etcétera), es como un automóvil que tiene todo —carrocería, llantas, manubrio, palanca de velocidades— pero el motor no arranca. Hemos visto en nuestras hermanas Repúblicas a ex presidentes corruptos y ex dictadores asesinos llamados a cuentas, y comisiones de la verdad que se tradujeron en juicios penales. En México prevalece más una simulación democrática que una realidad.

En un país donde gobernadores como Mario Marín, Ulises Ruiz y Humberto Moreira se pasean tranquilamente (y lo mismo con muchos otros de distintos partidos), pues la democracia es cosa de burla. Los gobiernos del PAN (y del PRD en varios estados) no se tradujeron en lo que prometieron; combate a la corrupción y fin de la impunidad. En ese esencial rubro no se distinguieron gran cosa respecto del PRI. En particular, Vicente Fox prometió hacer un cambio sustantivo en esa materia; incluso prometió llamar a cuentas a Carlos Salinas de Gortari. Lejos de eso, le abrió las puertas a su retorno al país y se alió con él. Y la mancuerna con Elba Esther Gordillo no era precisamente lo que el PAN nos ofreció que haría respecto del corporativismo. Fox toleró también el tráfico de influencias desde Los Pinos. No encabezó una “Revolución de la esperanza”, como afirma, sino que tiró al basurero esa esperanza generada en los años previos al 2000. Con su desempeño, Fox nos envió el mensaje de que el problema de la corrupción y la impunidad tienen menos que ver con el régimen político y los gobiernos del PRI, y más con la cultura nacional, de la que también el PAN forma parte (y los gobiernos locales del PRD no han hecho tampoco la diferencia). Felipe Calderón no hizo gran cosa por mandar un mensaje distinto al de Vicente Fox. La posibilidad de la alternancia, siendo una condición necesaria de la democracia, no fue suficiente.

B) Por otra parte, el contraste entre la democracia respecto del autoritarismo precedente, varía significativamente de un país a otro. En la mayoría de países latinoamericanos el contraste se hace con una dictadura militar, mientras que aquí lo hacemos con un régimen autoritario, pero institucionalizado, civil y con niveles relativamente bajos de represión (antes de reprimir, se echaba mano de los eficaces mecanismos de negociación y cooptación). Las diferencias que los latinoamericanos pueden percibir hoy respecto de su pasado autoritario son más marcadas. Acá lo son en mucho menor grado.

De hecho, al no ver avances en materia de corrupción y combate a la impunidad, muchos asegurarían que las cosas son ahora menos favorables que antes; hay más desorden, se ha visto ineficacia e ineptitud de los nuevos equipos gobernantes, y muchos consideran la guerra contra el narcotráfico como una política improvisada con resultados contraproducentes, que refleja la inexperiencia de los nuevos gobiernos. Las inevitables desventajas de la democracia debieron haberse compensado con algunos avances significativos en materia de corrupción e impunidad, que simplemente no hubo. Difícilmente los pueblos latinoamericanos podrían extrañar la dictadura militar, pese a las debilidades e insuficiencias de sus incipientes democracias. Por eso en el Latinobarómetro, los indiferentes hacia la democracia son más en México (36 %) que en el resto de la región. Y por eso las preferencia apuntan a un PRI que ni de lejos se renovó y, por el contrario, presenta ideas y posiciones antediluvianas.

cres5501@hotmail.com
Facebook: José Antonio Crespo Mendoza.
Investigador del CIDE

No hay comentarios.:

Publicar un comentario