10/15/2014

PRD: 4 millones 531 mil 120 afiliados y en crisis



El pasado 7 de septiembre se celebraron las elecciones internas del Partido de la Revolución Democrática, en las cuales participaron más de 1.8 millones de militantes, es decir, poco más del 40 por ciento del padrón electoral, de un total de 4 millones 531 mil 120 afiliados. No obstante las denuncias de intervención en dicho proceso de gobernadores priistas en Jalisco, Chiapas, Campeche, Yucatán, Coahuila y otras entidades federativas, así como del gobernador panista del estado de Puebla; acarreo de electores; padrón rasurado e inflación del mismo; compra de votos; robo de paquetería electoral, y otras irregularidades, lo cierto es que el PRD logró convocar a una cifra muy superior a la militancia de otros partidos tanto de izquierda como de derecha. De estos votantes, más del 60 por ciento lo hizo por la alianza de Nueva Izquierda (chuchos), Alternativa Democrática Nacional (que lidera Héctor Bautista), Foro Nuevo Sol (que encabezan Amalia García y Silvano Aureoles) y Vanguardia Progresista (que jefatura Dione Anguiano), por lo que a partir de octubre dirigen a este partido, Carlos Navarrete, como presidente, y Héctor Bautista, como secretario general.
El PRD, un partido de masas
Con el objeto de que el Instituto Nacional Electoral organizara los comicios para elegir congresistas nacionales y consejeros nacionales, estatales y municipales del partido del sol azteca, el PRD entregó el 9 de julio su padrón de afiliados, el cual estaba integrado, según su registro, por 5 millones 432 mil 650 miembros, pero después de ser depurado por las instancias electorales federales quedó, finalmente, en 4 millones 531 mil 120 militantes. De conformidad con estos datos, la conclusión es clara: desde el punto de vista numérico, este instituto político es un partido de masas. No se puede sostener, pues, que el partido de Cuauhtémoc Cárdenas esté viviendo una desbandada de militantes y una crisis terminal. Tales señalamientos de muchos de sus críticos están muy alejados de la realidad, incluso después de la matanza de normalistas en Iguala, Guerrero.
El carácter del PRD
El Partido de la Revolución Democrática es un partido nacional-reformista o nacionalista y posibilista. No es un partido nacional-revolucionario porque no se propone expropiar al capital extranjero y asignarle al Estado un papel central en la economía. Tampoco es un partido socialdemócrata ni por su origen, ni por su composición social, ni por sus prácticas internas. Es una organización que comparte muchas características con otros partidos nacionalistas de América Latina, sólo que en México, por la Guerra de Independencia de masas, la Reforma y la Revolución de 1910-1917, ciertos objetivos y tareas se cumplieron a lo largo de 1857 a 1940, es decir, durante el ciclo de las revoluciones burguesas. La separación de la Iglesia y el Estado, la separación de la religión y la educación, y la destrucción de la oligarquía terrateniente señalan algunas de tales diferencias. En consecuencia, en México no se plantea alcanzar estos objetivos porque ya fueron alcanzados, aunque otros logros --como el sector estatal de la economía--, han sido deshechos por los diversos gobiernos neoliberales, pero especialmente por la administración derechista de Enrique Peña Nieto.
Para la izquierda socialista definir el carácter del PRD no es un ejercicio cualquiera, sino una definición clave en la actividad política cotidiana. La masacre de Iguala puso al desnudo la existencia en las filas de este partido de incrustados del crimen organizado y el narcotráfico en ese municipio y seguramente en otros, de una clara descomposición política de su corriente hegemónica al respaldar a individuos corruptos y de un alejamiento de los principios democráticos y nacionalistas que le dieron origen; asimismo, la política del gobernador tabasqueño que ordenó a los diputados de su entidad que votaran a favor de las leyes reglamentarias del Artículo 27 constitucional, del desgobierno de Graco Ramírez Garrido Abreu en el estado de Morelos y de las corruptelas en la construcción del Metro en la capital federal durante la administración de Marcelo Ebrard, colocan al partido del sol azteca en una situación desfavorable y crítica. Eso explica que sean pocos, fuera de sus filas, los defensores de su política y de su dirección.
Sin embargo, pese a tal contexto, el PRD no es el Partido Revolucionario Institucional y tampoco el Partido Acción Nacional y los partidos bonsái de la derecha política, por lo cual con él puede y debe impulsarse la unidad de acción en la lucha por echar abajo las contrarreformas del PRI y el PAN, por la ampliación y consolidación de los derechos democráticos y por la excarcelación de los presos políticos, así como por la defensa de los procesos democráticos y antimperialistas de América Latina y el Caribe, y por la solidaridad con los pueblos agredidos por los imperialistas de Estados Unidos, Europa e Israel. No debe dejar de señalarse que varios diputados, senadores y presidentes municipales perredistas han jugado y juegan un papel positivo desde las posiciones que ocupan, aunque una franja de legisladores y alcaldes se ha alineado y se alinea con el neoliberalismo dominante. Es un partido que ha incluido e incluye en sus filas a elementos corruptos como José Luis Abarca Velázquez, presidente municipal igualteco hoy expulsado, y militantes de amplia trayectoria combativa como Arturo Hernández Cardona, caído en junio de 2013 en Iguala, Guerrero.
Algunas organizaciones y personalidades de la izquierda anticapitalista sostienen que el partido del sol azteca no tiene diferencias importantes con el PRI y el PAN. Es más, llegan a decir que son lo mismo. Estas ideas son falsas. Ciertamente, el PRD concilia con el gobierno de la Federación y es inconsecuente y oportunista en la lucha por la democracia, el bienestar popular y la independencia y soberanía nacionales. Ello no es raro, puesto que no es un partido obrero y mucho menos marxista. Es, cabe insistir, un partido del nacionalismo reformista, posibilista, y que tiende, como la mayoría de los partidos electorales en México y otros países, a la componenda y a la transa con los partidos de la derecha. Tal es la realidad.
Empero, tras los acontecimientos de Iguala, al crecer la movilización de masas en Guerrero, Distrito Federal, Oaxaca, Jalisco, Veracruz, Morelos y otras entidades federativas; el desprestigio mayúsculo de los gobiernos federal de Enrique Peña Nieto y estatal de Ángel Heladio Aguirre Rivero; la elaboración al calor de la lucha de un programa democrático para la situación actual, y la solidaridad en América Latina, Europa y Estados Unidos por la presentación con vida de los 43 estudiantes desaparecidos, el esclarecimiento de los seis asesinatos, el castigo a los culpables materiales e intelectuales del crimen y la desaparición de poderes en el estado de Guerrero, las fuerzas más sanas del PRD, con seguridad, tienden y tenderán a deslindarse de la corriente hegemónica y enfilar el rumbo hacia una lucha más decidida por los derechos democráticos, contra el autoritarismo priista, por la terminación de la “guerra contra el narcotráfico” aplicada por Felipe Calderón, continuada por Enrique Peña Nieto y definida, apoyada y aplaudida por el gobierno criminal de la Unión Americana, por el rescate de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, la expulsión de los agentes de las agencias de espionaje norteamericanas y por la reconquista y asunción de la plena soberanía nacional.
De los aliados y otros puntos
Los militantes de la izquierda socialista son responsables de los programas, políticas, organizaciones y militantes de sus partidos y grupos, pero no de las plataformas, tácticas, organismos, dirigentes, cuadros y afiliados de los partidos de la izquierda electoral. Estos últimos partidos tienen algunos puntos programáticos coincidentes con los de la izquierda socialista, aunque también mantienen muchas diferencias, algunas fundamentales. En ciertos casos, como en la defensa de las empresas paraestatales, algunos líderes nacionalistas han tenido y tienen un desempeño muy positivo, incluso mejor que algunos dirigentes de la izquierda socialista que militan en las filas de los partidos electorales. Así, cabe destacar el rol jugado por Andrés Manuel López Obrador, Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Bartlett Díaz y Ricardo Monreal Ávila en la defensa de las industrias energéticas de México. Sin ellos, la respuesta de masas hubiera sido más escasa. No hay por qué negarles sus méritos.
La debilidad del socialismo en México
En México, el socialismo atraviesa por una situación de crisis. Para ilustrarlo basta con señalar que en el movimiento sindical, desde los grandes sindicatos nacionales de industria de petroleros, electricistas (SUTERM), minero-metalúrgicos y telefonistas, hasta los pequeños y medianos sindicatos gremiales, de empresa y de oficios varios, así como en los sindicatos de secretarías de estado, otras unidades burocráticas y algunos organismos descentralizados, la influencia socialista es menor que la influencia que tuvieron el Partido Comunista y otras fuerzas socialistas en 1926-1929, 1935-1937, 1958-1960 y 1972-1983. El socialismo es una fuerza marginal en el movimiento sindical, incapacitado para proponer, realizar y conducir una huelga general en el DF, en Monterrey, en Puebla, en Guadalajara, en Monclova, y en cualquier concentración industrial fundamental, o en Culiacán y otras grandes concentraciones del proletariado agrícola. Olvidar esta situación sólo puede conducir a no entender la compleja realidad y proponer y aplicar medidas que debiliten a la izquierda revolucionaria. El PRD no va a desaparecer en los meses próximos. Por el número de militantes, por los puestos de elección popular que controla, por los recursos que maneja y por la inexistencia de una gran fuerza nacional a su izquierda, lo que cabe esperar, en forma realista, es la permanencia de este partido dentro del espectro político nacional. Tenemos PRD para un buen rato.
De allí se desprende una conclusión básica: las tareas de los socialistas en el terreno de las alianzas, incluyen un trabajo a largo plazo con el partido del sol azteca y los demás partidos de la izquierda electoral. Pensar otra cosa es hacer abstracción de las fuerzas reales que se mueven en el panorama político nacional. Los socialistas mexicanos carecen, en la actualidad, de un partido electoral propio y el trabajo en el terreno de las elecciones, hoy y mañana, es y seguirá siendo de enorme importancia. De acuerdo con esas conclusiones, no pueden justificarse de ninguna manera las agresiones infligidas a Cuauhtémoc Cárdenas y Adolfo Gilly. Justificar tal agresión sería retroceder a etapas ya superadas de las relaciones entre expresiones distintas del socialismo. Por ello, la violencia ejercida contra Cárdenas y Gilly debe concitar el repudio de todos los socialistas mexicanos. 

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