2/24/2016

Escribir para no llorar




I
“Estoy escribiendo y ésa es mi manera de llorar”, frase que expresó José Revueltas, el 27 de agosto de 1939, ante el ocaso de su madre, fallecida pocas horas después. La máxima forma parte del texto “Mi temporada en el infierno” publicado en el tomo I de Las evocaciones requeridas, impreso bajo el sello editorial Era. En síntesis, es una más, de las expresiones irónicas, radicales y melancólicas que el autor de El apando, heredara a quienes vemos en su literatura, una de las representaciones más sobresalientes del siglo XX en México.
Irónico ante la amistad, su pureza e impureza, ante la forma en que incumplimos los seres humanos. Radical con el egoísmo, la egolatría y la soberbia de quienes se erigen como intelectuales, se burla de la pureza del auto llamado culto: “El hombre tiene esa cosa diabólica que es la inteligencia. Y con ella hace tratados y filosofías y queda Grande, Intocable, en medio de las cosas que existen. Odio ese poder que nos ha dado el demonio. Aborrezco ese poder que nos ensalza y que nos niega”. Melancólica expresión autobiográfica que José Revueltas escribió ante el dolor, la pérdida o como el mismo dijera: la soledad. La irreverencia de Revueltas es conocida, sus expulsiones del Partido Comunista, su apoyo a los estudiantes del 68, su ruptura con el canon literario, su convulsa vida familiar y su espíritu libre, lo ubican como un hombre, que siempre escribió, para no llorar nunca.
II
¿Quién carajos no ha sentido ganas de llorar ante nuestra realidad? ¿Cómo contener las lágrimas si nuestro México sufre? Corrupción, represión, muerte y dolor. Hambre, narcotráfico, desapariciones, despidos y pobreza. Realidad que lastima al ser humano. ¿Cómo no admirar a los periodistas comprometidos que arriesgan todo por decir la verdad? Ellos son quienes escriben para no llorar. Arriesgan la vida, dan con su profesionalismo un ejemplo incomparable.
En México, el asesinato de periodistas va en aumento, la libertad de expresión es amenazada a cada instante, y a pesar de ello, los periodistas comprometidos no se detienen, continúan sin dudar, su labor es informarnos los hechos reales, sin menoscabo por amenazas, se arriesgan al cubrir alguna noticia o realizar una investigación sobre temas incómodos al poder. Dan cobertura a situaciones que nos ocultan los medios convencionales, esos al servicio del dinero y alejados de la verdad. Los periodistas comprometidos no tienen tiempo de llorar, lagriman con cada letra, esa es su forma de expresar el dolor, describen nuestros males y narran la realidad. A ellos debemos la generación de crítica y reflexión, es por ellos, que los cercos mediáticos orquestados por los corruptos gobernantes son derribados, sus acciones de contra información al servicio de la sociedad, dan la posibilidad de avanzar y construir nuevas condiciones para el bienestar común.
III
Desde el 26 de septiembre de 2014, el país llora a los 43 desaparecidos, estudiantes normalistas, que en breve, cumplirán diecisiete meses de haber pasado a formar parte de la larga lista de crímenes de estado. Ayotzinapa es un claro ejemplo de la expresión citada de José Revueltas: “Estoy escribiendo y ésa es mi manera de llorar”. El país decidió no llorar tanto y movilizarse mucho más. Desde los trágicos sucesos muchas plumas se comprometieron con ayudar a conocer la verdad. Una vasta producción de testimonios, artículos de opinión y algunos libros ya editados, dan forma a toda una serie de escritos, que conjugan la ira, el dolor y las lágrimas de quienes consideramos necesario resistir a las falsas verdades del poder, y articular, la resistencia desde la verdad, desde los actores y testigos de una de las injusticias más grandes cometidas en los últimos años en México.
Como Ayotzinapa, José Revueltas tuvo una larga temporada en el infierno, así llamó a una buena parte de su vida. Nosotros llevamos varias décadas caminando más y más adentro del infierno. El incremento en el quebranto social es notable, las libertades se pierden junto a los derechos elementales. Los actos corrosivos sólo tienen fin en la acción colectiva consciente. Por mi parte considero que deberíamos escribir más y llorar menos.Escribir para no llorar


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