4/16/2016

Limitada Ley de Violencia Doméstica en Camboya


   Deja impune violación en el matrimonio; elevada cifra de casos

En julio pasado la actriz Sasa ocupó los titulares cuando levantó la ley del silencio.
En Phnom Penh, la capital de Camboya, un multimillonario estaba borracho molestando a una amiga de Sasa, y cuando intervino para defenderla, el magnate entró en cólera y empezó a golpearla y arrastrarla por el suelo mientras la jalaba del pelo.

El guardaespaldas, en lugar de impedir la agresión, desenfundó su arma y la apuntó con la pistola en la cabeza. El suceso fue grabado por una cámara de seguridad del restaurante y corrió como la pólvora cuando la propia Sasa lo subió a las redes sociales al ver que el caso no avanzaba por la vía policial.

La reacción del agresor de Sasa fue ofrecerle 36 mil euros para que olvidara el asunto y ante su negativa decidió aumentar el precio. Finalmente Sasa aceptó una compensación extrajudicial y retiró la demanda más grave de intento de asesinato. El millonario fue condenado a tres años de cárcel, aunque la mayor parte de la pena ha sido suspendida y sólo tendrá que pasar 10 meses de prisión si no comete ninguna falta.

El caso se ha convertido en otro absurdo ejemplo de cómo opera la justicia en Camboya, donde los ricos a menudo actúan con impunidad y suelen pagar sus crímenes con dinero en efectivo.

Además, la mayoría de los casos ni siquiera llegan a la prensa ni a los tribunales. A las mujeres generalmente se les pide guardar silencio o salir de casa cuando su marido está enfadado.

La Ley de Violencia Doméstica no aclara qué constituye violencia psicológica o económica, y no contempla la violación dentro del matrimonio.

Una de estas mujeres es Kraen, quien recibió palizas diarias de su marido durante años y nunca, ni cuando presentaba hematomas y heridas, lo denunció por temor al estigma social, a que los vecinos le miraran por encima del hombro. “Le pedí el divorcio varias veces, pero él no estaba de acuerdo”, explica.

CULTURA DE DISCRIMINACIÓN

La violencia sexual contra las camboyanas está enraizada en una tradición cultural que legitiman su discriminación y los privilegios de los hombres, tal y como reflejan sus proverbios.

Un poema rítmico llamado el “Chbab Srey” actúa como ley oficiosa de las mujeres y establece que no deben sacar los problemas internos fuera de casa para evitar que su relación se deteriore.

El poema formaba parte del currículo escolar hasta 2007, y a pesar de que ya no se enseña en la escuela, algunas familias, especialmente las más conservadoras, lo continúan citando a sus hijas.

Las niñas aprenden de la boca de sus hermanas mayores, madres, tías y abuelas que deben ser respetuosas con sus maridos, servirles bien y guardar silencio, incluso si les gritan o las golpean, como hizo Kraen.

Los únicos datos fiables sobre violencia de género en el país del sudeste asiático vienen de estadísticas realizadas con el apoyo de la comunidad internacional.

Los más actuales provienen de un informe realizado por la ONU sobre la violencia contra las mujeres en el sudeste asiático. En el estudio, 22 por ciento de las mujeres entrevistadas informó que había experimentado violencia física a manos de una pareja masculina, pero sólo 16 por ciento de los hombres reconoció perpetuar este tipo de violencia.

El mismo informe mostró que 96.2 por ciento de los hombres y 98.5 por ciento de las camboyanas considera que una mujer debe obedecer a su marido. Otras formas de violencia, como la psicológica, emocional o financiera, no tienen ninguna consecuencia legal y son prácticamente imposible de rastrear en Camboya.

“En la Ley de Violencia Doméstica se hace mención a la violencia psicológica y económica pero ambas son consideradas como faltas o delitos menores y se establece la mediación o reconciliación como el mecanismo para responder ante estas violencias.

“Esta ley no provee una definición clara sobre qué constituye violencia psicológica o económica. De la violencia emocional no se dice nada”, explica Rodrigo Montero, asesor de la agencia alemana de cooperación internacional para el desarrollo (GIZ) en el Ministerio de Asuntos de las Mujeres de Camboya. “Además, la violación dentro del matrimonio no está contemplada en el marco legal”, agrega.

POCAS DENUNCIAS

El sistema judicial apenas funciona en Camboya y, por ello, la mayoría de casos de violencia de género no son denunciados.

“Si una mujer reporta violencia de género a una autoridad local o líder comunitario lo más probable es que comience un proceso de mediación sin garantías jurídicas y en el que el maltratador y la víctima se sienten cara a cara y la mujer vuelva a ser humillada y revictimizada”, argumenta Montero.

Algunas mujeres desisten de denunciar los abusos por temor a que no les crean, lo que sería inútil para obtener justicia y podría empeorar su situación al enfrentarse a la deshonra, la pérdida de reputación en sus comunidades y posibles represalias.

En caso de violación, sólo un hospital público de cada provincia y unos pocos de la capital pueden emitir certificados forenses admisibles como prueba en los tribunales. Las mujeres que viven en las provincias y presentan lesiones ni siquiera pueden hacer frente a las visitas médicas.

El número de violaciones denunciadas a la policía se ha incrementado en los últimos años. En 2015 hubo 253 casos de violación, mientras que el año anterior 226, según el Ministerio del Interior. Un 5 por ciento de los hombres entrevistados en el informe de la ONU confesó haber participado al menos una vez en una violación en grupo.

Los proverbios como “los hombres son de oro y las mujeres son de tela”, que dan a entender que una vez que dejan de ser vírgenes están usadas y rotas, muestran lo arraigada que está la creencia de que las mujeres ocupan un eslabón más bajo en la sociedad.

TECNOLOGÍA CONTRA LA VIOLENCIA

“Desde el día que nacemos tenemos menos valor que los hombres”, dice Dany Sum, integrante de la Red de Empoderamiento de las Mujeres Jóvenes de Camboya y una de las tres mujeres que ha recibido apoyo de The Asia Foundation para buscar soluciones móviles como parte de los esfuerzos para combatir la violencia contra las mujeres.

Las aplicaciones móviles ofrecen información legal, apoyo, denuncia anónima y ​​alertas de red personalizadas. Las creadoras son tres activistas camboyanas con diferentes trayectorias inspiradas por la rápida adopción de la tecnología en el país, donde 94 por ciento de la población ahora tiene celular y 39 por ciento un teléfono inteligente, según una investigación de Asia Foundation.

“Con las aplicaciones ayudamos a las víctimas y proveemos educación para que todos podamos entender y prevenir la violencia doméstica”, apunta Dany Sum. Su aplicación se llama Krousar Koumrou (modelo de familia en idioma jemer) y consiste en cinco videos cortos de animación que explican las causas, factores de riesgo y las organizaciones con las que pueden ponerse en contacto las víctimas.

Otra de las mujeres, Sreytouch, que trabaja como oficial de programas en la Asociación Solidaria de Promotores de Cerveza, creó la aplicación “7 plus”, que ofrece algunos juegos y explicaciones sobre Derechos Humanos y la ley de violencia doméstica.

Por su parte, Bunn Rachana, otra activista que trabaja en la organización Acción Camboya, diseñó la aplicación “Safe agent 008” para mejorar la seguridad en los lugares públicos con un mensaje preestablecido y la ubicación GPS para ponerse en contacto con amistades y familiares o informar de forma anónima en caso de acoso.

Las soluciones tecnológicas por sí solas no van a resolver el problema y ahora el uso de los celulares es más común en los hombres (55.7 por ciento) que en las mujeres (46.9 por ciento), según el mismo informe. Sin embargo, parece ser un primer paso para acceder a la juventud con el objetivo de hacer que las ciudades y los hogares sean más seguros para las camboyanas.

*Este artículo fue retomado de Pikara Magazine.
  
Por: Ana Salvá*
Cimacnoticias | Bilbao, Esp.- 

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