5/27/2018

Conclusiones de Cannes 2018

71 Festival de Cannes 
Leonardo García Tsao

Cannes.

Desde el principio, ya se veía venir que la recién concluida edición del festival de Cannes iba a estar marinada en controversia. Muchas decisiones, no todas afortunadas, se tomaron para preservar la casta del certamen más prestigioso del mundo. Y la respuesta fue negativa en la mayoría de las instancias.
Para empezar, la asistencia de los acreditados –los compradores, sobre todo– fue notoriamente baja y eso se podía comprobar en los stands del Mercado y los propios restaurantes. Hasta los más fufurufos tenían mesas disponibles a horas pico. ¿A qué se debió eso? Según los expertos, la falta de ofertas interesantes, las medidas de seguridad y la incertidumbre del mercado trajeron como consecuencia una de las ediciones comerciales más flojas de Cannes.
La gran ironía es que mucho se dependía de las compras de Netflix para salvar el negocio. Como se recordará, la empresa fue vetada de tener títulos en competencia para evitar la discusión del año pasado. Netflix no mostró resentimiento alguno y compró para su difusión dos de los títulos sobresalientes de la sección oficial: la italiana Lazzaro Felice, de Alice Rohrwacher, ganadora del premio a mejor guion, y Girl, del belga Lukas Dhont, que se llevó la Cámara de Oro, entre otros reconocimientos. Quiere decir que pronto estarán exhibiéndose en las pantallas caseras, pero no en las salas cinematográficas. Se ganan unas batallas, se pierden otras.
Otra disposición muy polémica fue la de procurar que la prensa viera todas las películas en competencia después de sus funciones de gala. Muchos colegas se vieron afectados por el cambio y, ciertamente, eso trajo un retraso considerable en lo que antes era un prerrogativa. Por ejemplo, las conferencias de prensa del equipo de cada título concursante ocurrían al día posterior de haberse estrenado, no inmediatamente después, como antes ocurría. Eso le daba al ritual un aire de anticlímax. También se afectaron las entregas a los diarios. En mi caso personal, no pude enviar mi última crónica sobre las concursantes finales, porque la única y última función de prensa, para la película turca Ahlat agaci (El peral salvaje), de Nuri Bilge Ceylán, terminó cerca de la medianoche debido a sus tres horas de duración.
Podría decirse que se aplicó la ley del embudo. Al irse retrasando las funciones de prensa para dar prioridad a las públicas, acabaron por acumular títulos para el último día (cuando muchos colegas ya se habían retirado de Cannes). Mucho más práctico resultaría, como hace la Berlinale, dictar un embargo y que se penalice publicar algo de manera prematura.
Todo eso, más la absurda prohibición de tomarse selfies en la alfombra roja (mandato que nadie peló), daba a Cannes el aire de ser un festival anticuado, todavía atado a sus prejuicios como el dinosaurio más necio del Parque Jurásico.
La lástima es que tanta controversia opacó el buen nivel de la competencia. Fue un año de buena cosecha, con escasos tostones en su selección (yo contaría tres: la egipcia Yomeddine, la francesa Les filles du soleil y la franco-mexicana Un couteau dans le coeur, que quizá fueron programadas por razones extra-cinematográficas). Un palmarés justo, salvo en una omisión, redondeó la impresión de haber visto buen cine durante 12 días.
Tras una semana de clima soleado y caluroso, se dejaron venir los nubarrones, las lluvias y el frío. Ese aspecto climatológico es afín al resultado final. La 71 edición de Cannes tal vez será recordada más por sus errores que sus aciertos.
Twitter: @walyder

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