3/11/2019

AMLO y la política de mujeres


Diego Petersen Farah
“Combatir la corrupción es el mandato más claro del electorado y el Presidente lo tiene clarísimo. Lo que no es mandato, sino ceguera, es hacerlo retrocediendo en lo poco que habían ganado las mujeres en políticas públicas por el hecho de que, en esos, como en todos los programas sociales del país, hay corrupción”. Foto: Victoria Valtierra, Cuartoscuro
Nada ha sufrido tanto los embates de los primeros 100 días de Gobierno de López Obrador como la agenda de igualdad de las mujeres. Dos golpes letales: la cancelación de los programas de estancias infantiles y el de refugios para mujeres violentadas fueron pésimas señales que dejaron ver la falta de una visión del problema y perspectiva de género en el Gobierno. Las intervenciones de dos de las candidatas a la Corte son anécdotas que sólo confirman que no se trata de un problema de comunicación sino de una agenda que, salvo contadas excepciones como la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, o la Diputada Tatiana Clouthier, le es ajena al grupo gobernante.
La de López Obrador, lo hemos comentado antes, es una izquierda conservadora. Nunca ha hecho suya la agenda de la ampliación de libertades y tampoco cree en ella. En su concepción idealizada del pueblo, bueno y sabio, no hay mejor guardería que la familia y la violencia es una desviación moral. Lo que no ve o no le gusta ver es que el pueblo no es una entelequia, sino que está compuesto de ciudadanos de carne y hueso, capaces de salir a manifestarse para defender a un huachicolero por 500 pesos; de violentar a las mujeres de su familia, esposas e hijas; de corromperse y corromper. Que el machismo no es una conducta aislada sino un problema estructural que todos, hombres y mujeres, reproducimos incluso inconscientemente.
Combatir la corrupción es el mandato más claro del electorado y el Presidente lo tiene clarísimo. Lo que no es mandato, sino ceguera, es hacerlo retrocediendo en lo poco que habían ganado las mujeres en políticas públicas por el hecho de que, en esos, como en todos los programas sociales del país, hay corrupción. En este estilo personal que tiene López Obrador de, como definió Jaime García Elías, “matar los piojos a martillazos”, en ocasiones es más el daño que se causa que el bien que se persigue. Los abuelos buenos y sabios jamás van a suplir el trabajo profesional de una guardería, pero, sobre todo, nunca dará a las mujeres que perdieron el derecho al espacio de libertad que tenían.
La agenda de equidad de género no es un gracioso favor de los hombres a las mujeres sino una necesidad vital para el desarrollo de la sociedad. Sólo estaremos completos en este país cuando todas las mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades, cuando dejemos de preguntarnos por el género como una cuestión de igualdad. Mientras tanto, el Estado y todos los ciudadanos tenemos la obligación de generar políticas positivas para que esto suceda en el menor tiempo posible.

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