Vivir tras el Muro
Eduardo Ibarra Aguirre
A fines de septiembre de 1967 llegué a Berlín Oriental, procedente de Bruselas y antes del Distrito Federal, para estudiar economía política, filosofía, estrategia y táctica del movimiento comunista y obrero internacional y alemán, en la Escuela Superior de la Juventud Wilhem Pieck, ubicada en Boguensee, una comunidad escolar enclavada en el centro de un tupido bosque de coníferas y con un espléndido lago que la convirtieron en inolvidable para un muchacho de 17 años.
Permanecí hasta julio de 1969 como becario de la Juventud Comunista de México, gracias a la Juventud Libre Alemana, propietaria de aquel plantel en que formaba a cientos de sus dirigentes locales y decenas de latinoamericanos, nórdicos y africanos. Teníamos como vecina una cooperativa rural que sembraba y cosechaba papas –el alimento básico de los germanos-- en forma mecanizada.
En aquel apacible y gratísimo espacio, ubicado a 40 minutos de la capital en transporte público, de lunes a viernes nos despertaba el himno de la República Democrática Alemana para emprender la jornada escolar, pero los sábados las notas musicales eran sustituidas por el tableteo de las ametralladoras debido a las prácticas de nuestros profesores que cambiaban la cátedra filosófica o económica por un uniforme gris verdoso, casco y el escudo del Partido Socialista Unificado de Alemania.
Sólo las primeras semanas nos sobresaltaron las ráfagas, como también impactaron los vuelos de los escuadrones de Migs 21 que rompían la barrera del sonido para impedir que el Parlamento de la República Federal de Alemania sesionara en Berlín Occidental, contraviniendo su status como entidad no dependiente respecto de ningún país.
Nunca observé o supe de alguien que se orinara en los pantalones o las faldas y mucho menos que se suicidara, como testimonia José María Pérez Gay en La Jornada (24-29-30-X-09) respecto de tres berlineses radicados del lado occidental, y mucho menos que los aparatos soviéticos volaran “casi a ras de tierra”, porque técnicamente es imposible.
No se precisa colorear de amarillo la nota para subrayar la naturaleza extraordinariamente aguda de la pugna entre Moscú y Washington por la hegemonía global. La Casa Blanca y el Kremlin tenían en “la avanzada del socialismo en Europa” (la RDA) y “la vitrina de la libertad” para el capitalismo (Alemania y Berlín occidentales), a dos actores de los escenarios de la guerra fría, no exenta de episodios muy calientes que colocaron al mundo al borde de la guerra global.
La condición de estudiantes y de homólogos ideológicos de nuestros anfitriones nos daba posibilidades de desplazamiento por nuestra cuenta, hasta el punto de que podíamos visitar el otro Berlín, derecho que declinamos los cuatro mexicanos sin comprobar la veracidad de la oferta. Pero viajamos por todo el país para realizar “prácticas de campo” y por las noches realizamos recorridos propios que permitieron conversar con jóvenes de a pie que nos compartían satisfacciones e insatisfacciones.
Diálogos privados a pesar de la creciente tensión en la frontera entre la RDA y Checoslovaquia, en víspera de la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia para aplastar al gobierno reformador de Alexander Dubcek, y en la que Walter Ulbricht jugó un papel estelar y selló el futuro aún más excluyente del modelo bautizado por los soviéticos como socialismo realmente existente.
La longitud del Muro de Berlín de acuerdo a las estadísticas de los que organizan el festejo por su caída y la multiplicación del Mundo libre --no precisamente de hambre, ecocidio y 10 nuevos muros-- fue de 167.7 kilómetros, de ellos 107 fueron de placas de cemento y 55.4 kilómetros de alambrado metálico. Por ningún lado encuentro el registro de las partes que yo visité y que no me llegaban ni a las rodillas.
Comprendo. La historia la escriben a su antojo los vencedores.
Acuse de recibo
Le comparto un pensamiento de Mario Benedetti: “La utopía es una cosa que debemos mantener. Por definición, es algo que nunca se realiza por completo, una cosa que parece imposible y después resulta que se realiza. Siempre digo que los tres grandes utópicos que ha dado este mundo son Jesús, Freud y Marx. Gracias a ellos la humanidad ha dado pasos positivos”. Además: “Aunque de cada utopía se realice un 10%, gracias a ese 10% la humanidad ha mejorado un poco. Yo soy un optimista incorregible”… Le transmito una denuncia de Herta Müller, rumana radicada en la Alemania que hoy y desde hace un año festeja el derrumbe del muro berlinés al mejor estilo de Hollywood, grandes negocios incluidos: “Que no hay democracia, que la corrupción es omnipresente, que la nueva seguridad del Estado es una prolongación de la anterior, o que en Rumania no hubo una revolución; esas son cosas que allá no agradan". Palabras de la premio Nobel de Literatura a DPA (9-X-09) que contrastan con las gigantescas promesas de los vencedores de la confrontación Este-Oeste --bajo la conducción del imperio, su Casa Blanca, Pentágono y Capitolio-- y los cortos resultados.
Que gran testimonio. Diez años despues ( 1979 ) en la ESCUELA SUPERIOR JUVENIL WILHELM PIECK el pueblo aleman me acogió para demostrarme que si había una fórmula humana y solidaria para avanzar. ¿ Utopía ? Cada quién sin sobredimensionar tiene que hacer un balance a la fecha y recoger los frutos.
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