11/12/2009


El miedo del reportero

JOSé GIL OLMOS

MEXICO, DF, 11 de noviembre (apro).- Un día el dueño de una pequeña estación de radio en Zacatecas recibió la visita de un personaje que, con suma amabilidad, le dijo que su jefe quería verlo para platicar. El empresario sabía de qué se trataba y accedió a la reunión. La amabilidad del emisario quedó en el camino, pues el jefe habló claro y directo: "o dejas de hablar de nosotros o se mueren tú y toda tu familia".

El mensaje surtió efecto, y a partir de ese día las noticias del narcotráfico dejaron de trasmitirse en varias estaciones de radio.
Historias como esta se están repitiendo en varios estados del país. Las amenazas contra reporteros y dueños de medios de comunicación son frecuentes y están siendo efectivas.

La autocensura, como opción para conservar el trabajo y la vida propia y de familiares, es tomada como única salida, pues no se tiene ninguna seguridad en las ciudades donde viven. En Chihuahua, Durango, Michoacán, Coahuila, Sonora, Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Nuevo León y Sinaloa existen casos similares en los que los reporteros y los medios han sido amenazados por los grupos del crimen organizado que, algunas veces, han llegado a actuar lanzando granadas a las instalaciones de las empresas, como fue el caso de Televisa en Monterrey.

En la Ciudad de México se vive una especie de "burbuja" frente a las amenazas del crimen organizado, pues éstas no son tan frecuentes contra los medios y los reporteros. O al menos no son tan visibles. La centralización política y, por ende, del periodismo político en el Distrito Federal ha impedido valorar con claridad esta grave situación por la que atraviesa el periodismo en determinados estados.

No nos enteramos de las intimidaciones ni del ambiente de violencia que sufren los comunicadores y que muchas veces callan por el temor de ser objeto de ejecuciones.
El problema se ahonda cuando descubrimos que el miedo producto del poder inmenso del narcotráfico que se vive en estos estados forma parte ya de la vida cotidiana.

Hay, por ejemplo, una misma historia que se escucha en Chihuahua y Zacatecas.
Según algunas versiones, anteriormente la gente de estas ciudades acostumbraba a tocar el claxon cuando el semáforo apenas se ponía en verde. Pero desde hace tiempo ya no lo hacen, incluso cuando se tardan segundos en avanzar los otros autos que están enfrente.

Esto porque según una versión, en cierto día un par de sicarios hicieron una apuesta para ver quién les tocaba el claxon. En una de las narraciones dicen que un conductor se atrevió a tocar la bocina y entonces el sicario se bajó y lo mató.
La otra señala que nadie se atrevió a tocar y entonces uno de los sicarios bajó de su auto y, al conductor que estaba detrás de él, le dio una fuerte cantidad de dinero, pues había apostado a que sí iba a tocar el claxon y que lo ejecutarían. El conductor tuvo un día de suerte.

El miedo precede al terror y de alguna manera eso es lo que está provocando el crimen organizado en amplias zonas del país. A diferencia de Colombia, en donde el narcotráfico no se infiltró de manera tan profunda y con tanto poder en las estructuras de gobierno, en México esto ha ocurrido en las últimas cuatro décadas dando paso a la impunidad.


En medio de este clima de violencia, temor y corrupción en el que crece el poder del narcotráfico, la mayoría de los medios en México no han tomado una decisión consensuada para actuar y afrontar esta situación. Cada uno de los dueños de las empresas periodísticas ha tomado sus propias decisiones y la mayoría de las veces deriva en la autocensura, sin prever ninguna forma de protección a los reporteros quienes, a su vez, tampoco han actuado como gremio sino de manera individual.


Algunos grupos de reporteros han tomado algunos cursos para saber cómo trabajar el tema del narcotráfico, aunque la mayoría de estos cursos están basados en la experiencia de Colombia donde, entre algunas acciones, los comunicadores decidieron publicar informaciones sin nombre o una información en diversos medios a la vez.
Sin embargo, la experiencia mexicana es distinta, más compleja y de mayores riesgos como los hubo en aquel país sudamericano. De cualquier manera, las experiencias de la prensa de Colombia han servido de base para que medios y reporteros de México comiencen a tomar medidas de prevención.

Sin embargo, existe un severo problema: de parte del gobierno no se han tomado medidas precautorias, y las que supuestamente se adoptaron no han tenido ningún efecto, como es la fiscalía especial creada exprofeso por la PGR.


La opción de la autocensura, que en otros tiempos ha sido criticada, en esta ocasión se justifica. Pero el mensaje que da una decisión como esta por parte de un sector de la prensa mexicana es que el Estado y los empresarios de los medios se han doblegado frente a un grupo de poder como es el crimen organizado.

El ejemplo más claro de esto es la decisión que tomó el dueño del periódico
Reforma, Alejandro Junco, de irse junto con su familia a vivir a Estados Unidos y manejar su empresa desde lo lejos, a salvo de las amenazas de bandas de secuestradores.

Pero eso los reporteros de a pie no pueden hacerlo y, en medio de un clima de zozobra, miedo e indefensión, se quedan en sus centros de trabajo, siendo objeto de sentencias de muerte, las que lamentablemente se han aplicado en 19 casos tan sólo en lo que va del gobierno de Felipe Calderón.

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