12/18/2010

Dream Act, sueño o pesadilla



Ana María Aragonés

El presidente Obama ha propuesto una ley que en español se llama Ley para el Desarrollo, la Asistencia y la Educación de Menores Extranjeros y que por sus siglas en inglés se denomina Dream Act. Consiste en darle a jóvenes indocumentados que de niños fueron llevados a Estados Unidos la oportunidad de legalizar su situación si se inscriben en una universidad o bien se incorporan a las fuerzas armadas. La medida se aplicaría a inmigrantes que tenían menos de 16 años al ingresar a Estados Unidos, que hayan vivido en el país al menos cinco años y tengan un diploma de alguna secundaria estadunidense o su equivalente. Tiene que haber demostrado buen comportamiento y no tener antecedentes criminales. El estudiante beneficiado ganará la residencia legal definitiva si durante los seis años con residencia temporal obtiene un título universitario y si durante el paso por la universidad mantiene el mismo nivel de calificaciones obtenido durante la secundaria. O puede servir por lo menos dos años en las fuerzas armadas. De un total de 2.1 millones de posible beneficiados más de 800 mil cumplirían con los requisitos de la Dream Act. ¿Un sueño que se podrá hacer realidad?

La propuesta fue aprobada en la Cámara Baja, si bien es cierto que la votación fue bastante cerrada, 216 a favor y 198 en contra. Preocupa que 40 demócratas votaron en contra y sólo ocho republicanos se sumaron. Ahora tiene que pasar para su votación final al Senado de ese país, y hay urgencia de que se lleve a cabo antes del próximo año, en el que cambia su composición con una marcada reducción de la mayoría demócrata, lo que haría casi imposible abrir este camino para una parte muy considerable de jóvenes migrantes indocumentados.

Como casi todo lo que tiene que ver con cuestiones relacionadas con migrantes, pero fundamentalmente con migrantes indocumentados, las posiciones se ponen siempre al rojo vivo y, como reconoció el senador Dick Durbin, el segundo demócrata más destacado en la Cámara Alta, se trata de una lucha ardua y está cargada de política. Algunos de los argumentos en contra ponen en evidencia que no se habla de la conveniencia para el país, sino que el asunto se enmarca en las posiciones de grupos más conservadores que practican la xenofobia y el racismo. Lo primero que señalan es que se trata de una amnistía para 2 millones de indocumentados que violaron la ley. Sin embargo tal parece que la amnistía no sería el único problema, pues según el representante republicano Lamar Smith, de Texas, el problema es que permite que los inmigrantes ilegales reciban pensión en nuestras universidades públicas, colocándolos a la par de nuestros ciudadanos, y que será un imán que atrae el fraude. De tal suerte que el proyecto Dream se convierte en Nightmare Act (pesadilla). Por su parte el representante republicano Dan Lungren, de California, consideró que puede producirse una migración en cadena, ya que los beneficiados pueden pedir a millones de familiares cercanos. Es decir, se trata de no darle a esa población lo que por ley les correspondería, y seguir manteniéndolos en la marginación, aun cuando por su trabajo, estudios y comportamiento deberían ser tratados como ciudadanos. No sólo es incomprensible sino que muestra una falta total de compasión, palabra recurrente en los discursos de esos legisladores para definirse a sí mismos, pero muy lejos de la realidad que muestran.

Por su parte el presidente Obama con esta medida quiere superar en alguna forma la decepción de los votantes hispanos por la falta de propuestas para lograr una reforma migratoria integral. Las observaciones de la secretaria Janet Napolitano dan justamente en el centro del problema cuando señalan por un lado que estas no son las personas que amenazan nuestra seguridad pública o nacional y que el problema central del fenómeno migratorio es que nuestras leyes de inmigración no están en línea con las necesidades de la nación.

Justamente ese ha sido el problema de Estados Unidos, cuya economía ha requerido una población trabajadora extranjera dado que sus contingentes internos eran insuficientes para mantenerse como líder de la economía mundial y de la economía del conocimiento. Trabajadores que, dada la incapacidad de las leyes migratorias para otorgarles los permisos y las visas correspondientes, llegaron a Estados Unidos por todos los caminos posibles, aun sabiendo que se enfrentaban a una situación muy lesiva para ellos, sin poder gozar de los beneficios y seguridades que todo trabajador se merece y que han contribuido al fortalecimiento de la economía de Estados Unidos.

Una política migratoria absolutamente incongruente con su realidad económica, como señala la secretaria Napolitano, y que provocó que el fenómeno del trabajador indocumentado se disparara. Y ahora que los legisladores tienen en sus manos la posibilidad de hacer un mínimo de justicia con esos niños que salieron de sus países sin que nadie les preguntara y que quieren continuar con su educación, una gran parte de estos legisladores no son capaces de pensar, no digamos en estos migrantes, ni siquiera en el país y aceptar incorporar a estos jóvenes a niveles educativos superiores que tendrán una repercusión absolutamente positiva en la economía del conocimiento, sectores en los que Estados Unidos busca desesperadamente mantenerse como líder ante una competencia mundial descarnada.

Si el Senado no aprueba la Dream Act, se mantendría en el limbo jurídico a toda una generación de jóvenes, y todo ese potencial se desperdiciaría.

México los desaprovechó, para vergüenza del país. Esperemos que Estados Unidos y sus legisladores se vean por lo menos más interesados en su propio país.

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