5/24/2012

Mientras más trate Calderón de influir en proceso electoral, más hundirá a Josefina

 
Mientras más trate Calderón de influir en proceso electoral, más hundirá a  Josefina
Queda claro que mientras más trate Calderón de influir en el rumbo del proceso electoral, más hundirá a Vázquez Mota, sin que por ello se beneficie Enrique Peña Nieto

Al igual que Vicente Fox hace seis años, cuando se dedicó a influir en el electorado en favor del entonces candidato de su partido, hoy lo está haciendo Felipe Calderón a sabiendas de que la autoridad electoral no se tomará la molestia de frenarlo, mucho menos castigar a su partido y a su abanderada. Tal es el propósito de su interés en demandar a los candidatos asuman el compromiso de continuar su “guerra” contra el crimen organizado. Equivoca la estrategia, si el objetivo es hacer creer al electorado que Josefina Vázquez Mota sí está comprometida, porque lo que la sociedad anhela en este momento es paz social y tranquilidad, a fin de recomenzar una etapa sin tanta violencia ni tanto drama familiar a lo largo y ancho del país.

Es tan errónea esta estrategia seguida por Calderón ante su rechazo a gobernar conforme a un proyecto democrático, que hasta el “zar antidrogas” estadounidense, Gil Kerlikowske, afirmó anteayer no estar de acuerdo con el concepto “guerra contra las drogas”, pues su gobierno está adoptando “un enfoque más equilibrado frente a los consumidores de estupefacientes, en lugar de llevar adelante una ‘guerra’ centrada principalmente en la aplicación de la ley”. Sin embargo, para Calderón sólo existe la violencia, porque según él, no hay más alternativa que “acomodarse a los criminales o enfrentarlos”.

Tan falsa disyuntiva no ha sido más que un pretexto, como lo hemos venido sosteniendo, para tratar de legitimar su “gobierno”, lo que finalmente no consiguió, ya que habrá de terminarlo sin haber podido modificar la imagen de espurio con la que llegó a Los Pinos. Esto debería servir de ejemplo para evitar una nueva tentación fraudulenta en caso de que la oligarquía pretendiera liquidar la democracia de una vez en el país, y quisiera imponer por la fuerza a quien no ganara los comicios. Sería una pésima apuesta, pues la sociedad mayoritaria no lo permitiría, a sabiendas de todos los sufrimientos que ocasiona un mandatario que se hace del poder sin más compromiso que con el grupo de interés que lo condujo a la presidencia.

Dijo el inquilino de Los Pinos: “Yo no digo que por corrupción. Yo no sé si fue por temor o simplemente porque no se vio el problema. Pero el no enfrentar, sino acomodarse, deriva tarde o temprano en lo que estamos viendo: una disputa de los criminales por el dominio, unos contra otros, de esos territorios”. Lo curioso del caso es que el problema se magnificó a medida que Calderón incrementaba su “guerra”, cuando lo razonable hubiera sido que redujera sus proporciones mientras más aumentaba el potencial del gobierno federal para combatirlo. Esto demuestra lo equivocado de una estrategia que no obedecía a una finalidad específica de combate el crimen organizado, sino al propósito de justificar el uso de tropas con otros fines, entre ellos la modernización del armamento y amedrentar a la población.

Y ahora, para justificarse, pretende heredar a su sucesor una “guerra” absurda que ha tenido como consecuencia enlutar al país, sin con ello conseguir un mínimo avance en la confrontación contra los cárteles del narcotráfico, sino todo lo contrario al propiciar el surgimiento de un súper cártel, que no obedece a códigos ni tiene compromisos con las poblaciones, y se ha convertido en un poderoso “ejército” irregular mucho más violento y sanguinario, Los Zetas. Es cierto, como acepta Calderón, que “en la situación actual de robos, violaciones, asaltos y homicidios, entre otros delitos, los ciudadanos exigen una respuesta aquí y ahora”. Pero no es la que él quiere, sino la que obligan las propias circunstancias. Esta no puede ser otra que fortalecer el tejido social mediante medidas pertinentes, que para Calderón no son la solución, como más empleos y mejor educación.

Es de sentido común que la “guerra” de Calderón no es la respuesta idónea a los problemas de violencia que vive el país. Si tal fuera el caso, luego de más de cinco años ya se hubiera ganado. Al contrario, hoy estamos viviendo en un entorno más sangriento que en el 2007, y no se vislumbran cambios favorables porque sigue empeñado en mantener hasta el final de su mandato una actitud de invariable confrontación. Lo único que habrá de conseguir finalmente, es quitarle votos y simpatías a la abanderada de su partido, a pesar de sus empeños en parecer “diferente” a Calderón.

Queda claro que mientras más trate Calderón de influir en el rumbo del proceso electoral, más hundirá a Vázquez Mota, sin que por ello se beneficie Enrique Peña Nieto, pues cada vez hay más comprensión sobre los móviles de su afán por llegar a Los Pinos: asegurar a la oligarquía la preservación de sus intereses, objetivo que han entendido de manera brillante la mayoría de estudiantes del país, sabedores de que continuar por la ruta trazada por la tecnocracia hace tres décadas, nos llevará al caos más trágico y a la total bancarrota del país. Por lo pronto, es evidente también que lo que busca Calderón es justificarse ante la historia, hacer creer a las nuevas generaciones que la violencia que propició fue inevitable, que incluso actuó como “héroe”. Falta que alguien le crea.
 
Guillermo Fabela - Opinión EMET

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