5/22/2012

La Primavera mexicana



Alejandro Encinas Rodríguez

Soy Alejandra M., Alonso G., Andrea G., Camila V., Carla S., Irene L., Jessica C., Jimena A., Karen M., Marcela O., Mariana D, Francisco G., Isaías L. Una tras otro, credencial en mano, 131 alumnos de la Ibero —integrados en el movimiento 132— respondieron en redes sociales a Pedro Joaquín Codwell, Arturo Escobar, Emilio Gamboa y a “medios de dudosa neutralidad”, que pretendieron descalificar a los estudiantes que increparon al candidato del PRI: “Somos estudiantes de la Ibero no acarreados, no porros y nadie nos entrenó para nada”.

Antes, Peña Nieto había abierto la vena del autoritarismo priísta para justificar la represión en Atenco: “Fue una acción que asumo personalmente para restablecer el orden y la paz, en el legítimo derecho del Estado mexicano de hacer uso de la fuerza pública”. Lo mismo dijo Díaz Ordaz sobre la matanza de 1968 en Tlatelolco, ante un Congreso que lo vitoreaba: “Asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política, histórica, de las decisiones del gobierno”.

Cual retorno de los brujos, y al igual que Díaz Ordaz, la explicación de Peña a su fracaso fue: “Estos eventos de provocación son orquestados desde la oposición, desde la izquierda, que cada vez que se esté más cerca de la elección estará mostrando provocación”. Incapaces los autoritarios de entender los fenómenos sociales, en particular la inconformidad juvenil, halla justificación, como en el 68, en la “conjura del comunismo”.

En distintos rincones del mundo los jóvenes han refutado el estereotipo de que son apáticos, como en 2011 en España, Túnez o Egipto. En 2012 se vislumbra una primavera mexicana. La efervescencia juvenil se ha apoderado de la elección. Los jóvenes han decidido dejar de ser telón de fondo para ser protagonistas. Han dejado de creer que son el futuro, para ejercer su influencia hoy, como sujetos predilectos de la transformación social.

Las universidades son termómetros sensibles al ánimo de una sociedad, que se expresa cuando los candidatos acuden a éstos. Por lo que el “Viernes negro” de Peña en la Ibero puede representar un parteaguas en el proceso electoral. Quienes nos dedicamos a la política debemos asumir que existe un declive en las formas tradicionales de participación política, como la militancia partidista y el sufragio, y que emergen formas no convencionales. Los jóvenes mexicanos se están organizando, planteando formas frescas y originales, haciendo uso de redes sociales para desafiar a las élites o “escrachar” a un político corrupto; firmando desplegados; promoviendo boicots de consumidores; apropiándose del espacio público; convocando a marchas, entre otras formas que cada día cobran más relevancia.

Estas modalidades son atractivas para las nuevas generaciones por su flexibilidad organizativa. Son redes informales, horizontales, no jerárquicas, que les permiten movilizarse esporádicamente y les dotan de autonomía y autodeterminación. Por eso, en vez de hablar de apatía política, se debe asumir el cambio en la naturaleza de la participación de los jóvenes y el llamado que representan. Como señala Joan Subirats: “Si no oyen nuestra voz, si no parece importarles lo que nos sucede, si no entienden nada de lo que está ocurriendo encerrados en sus instituciones, vamos a buscarnos la vida por nuestra cuenta”.
Herbert Marcuse decía en los 60: “Los jóvenes militantes saben o presienten que lo que está en juego es simplemente su vida, la vida de los seres humanos que se ha convertido en objeto de diversión en manos de los políticos, los administradores y los generales. Los rebeldes quieren sustraerla de esas manos y hacerla digna de ser vivida”. “Es en el instinto de libertad no sublimado donde se hunden las raíces de la exigencia de una libertad política y social. En la oposición de la juventud, rebelión a un tiempo instintiva y política, es aprehendida la posibilidad de la liberación”.

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