3/03/2014

Bantú



Tomás Mojarro

Del amor y sus achaques hablé a ustedes ayer, y que más allá del personal que labora en la zona, afirma el reportaje de Teresa Montaño,  muy pocos conocen el amor de Arila, que no soporta ver a Cándido cerca de otras “hembras”, que arremete contra las intrusas y les lanza piedras o lo que tenga a la mano. Si  él se ausenta Arila deja de comer.

Y lo que ella no encontró en Bantú lo fue a encontrar en Cándido, ¡su cuidador.  Antes, cuando ella y Bantú  andaban de luna de miel, les envié el recado en el que les recomendaba:

En público no besuqueos ni arrumacos, que tal exhibicionismo pudiese escandalizar a sus vecinos de jaula. ¿Que algunos les sonríen, complacientes? No irse con el engaño: hienas son, y chacales. Ya que dejen ustedes de ser novedad del zoológico van a conocer la reacción del zorrillo.

Su permanencia en Chapultepec no va a pasar de 6 años. Ya después, el olvido, si les va bien. Pregunten, si no, por el panda Pepe-Pepe, la panda Ying-Ying, y un o una Tohuí, que a su hora fueron en el zoológico los consentidos, para después ir al dar a donde también ustedes, tal vez: al desván de la Historia.

Que una conducta indigna no les abolle su prestigio y el único capital que nos llevamos a la tumba: la fama pública. Ante los medios de acondicionamiento social cuidado, mucha precaución. No ir a caer en su cursilería cuando aludan a ustedes dos. ¿No desde ahora, por halagarlos, ventosean sacarinas tales como “el novio”, “la novia” y “el nidito de amor”? Detrás del afecto fingido se esconde lo que leo en el pie de foto:

La mercadotecnia no pierde tiempo y ya se venden los recuerdos de Arila.

Pariente Bantú: ¿es usted corazón bandolero? ¿Rijoso de natural, sangre caliente? ¿Como valentón de pulcata le repapalotean los sesos (los esos) por provocar la pendencia siempre y cuando se sienta seguro detrás de las rejas?  Cuidado, que ese zoológico está plagado de malos bichos: culebras, tarántulas, tepocatas y víboras prietas. ¿Muy dado a los cascabeles? Los del zoológico son de víboras, y esas no gastan el valor en bravatas;  tiznan; pregunte, si no, a la otra pareja de primates que fueron vecinos de ustedes durante 6 años. Cuidado con las otras fieras. No retar a leones, tigres y uno que otro dinosaurio político.  ¿O quiere que me lo atiborren de Prozac?

Por cuanto a usted, joven Arila: logró jaula en Chapultepec, pero perder la cabeza. Un ramalazo de suerte la sacó de su oscuro rincón de Zamora (de Zacango, perdón)  donde sin pena ni gloria transcurría su honesta mediocridad. No aparentar, no  derrochar en lujos ni extravagancias. Usted, aunque se vista de seda, gorila se queda. Sea siempre lo que siempre ha sido, no vaya a ser que al modo de Midas enseñe la oreja de burro. No exhiba su mediocridad de tal suerte (mala para todos) que desde su insignificancia y por un inconsciente afán de autoafirmación reclame para sí, a lo protagónico y sin merecimiento ninguno, la luz de las candilejas de costra a costra y de frontera a frontera.

No olvidar la bíblica sentencia: “Nadie puede añadir a su estatura un codo”. Usted, por lo mismo, nada de oropeles ni perifollos ni gastos desmesurados. Abrigo de piel es piel de contribuyente, que dijo aquél. Que los años de zoológico no nos salgan costando un hovo de la cara. Vive usted en un pueblo pobre, cada día más empobrecido por Arilas como usted, un pueblo que tiene que financiar el zoológico nacional. Un su detalle, Arila,  me tranquiliza: ¡que a  Chapultepec llega sin hijos Bribiesca! Es cuanto. (Y la paz.)

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