5/17/2015

68 Festival de Cannes: El día del guerrero de la carretera


Leonardo García Tsao
Cannes. Después de perderme la película inaugural, La tête haute (La cabeza en alto), de la directora Emmanuelle Bercot, por problemas de transporte que sería muy tedioso describir, hice un breve pero significativo sondeo entre los colegas que sí asistieron a la primera función de prensa. La mayoría opinó que, después de un buen comienzo, la película se volvía predecible, repetitiva y convencional. No me consta, pero ahí se las dejo. Lo más extraño es que transcurría su función de gala al mismo tiempo que la película se estrenaba en toda Francia.
Los programadores hacen cosas desesperadas para tener supuestas exclusivas. Así, las funciones mañanera y la estelar de las siete de la noche se dedicaron a promover Mad Max: furia en el camino, como si a la película le hiciera falta más publicidad. Según saben quienes lean estas líneas, el regreso del australiano George Miller a su franquicia más popular –y la verdad sea dicha, más emocionante– se estrenará simultáneamente en las pantallas mundiales, incluyendo las de México, con el consecuente éxito de taquilla.
La película en sí es una larga persecución circular, una especie de reboot de la secuencia climática de Mad Max 2, en la que Miller demuestra que, a pesar del tiempo transcurrido, nadie le gana en extraer espectacularidad cinematográfica de ese choque entre la testosterona, el gusto por la destrucción, el octanaje, la violencia y el exceso. Mamarrachos como Michael Bay, Joss Whedon y tantos otros maquiladores de fantasías torpes deberían aprender con el ejemplo, que recibió una larga ovación al final de su primera proyección en el Palais.
Para abrirle el camino a Mad Max, se realizaron un día antes las correspondientes funciones de prensa de la japonesa Diario de Umimachi (o Nuestra hermanita), de Hirokazu Kore-eda, y la italiana Il racconto dei racconti (El cuento de los cuentos), de Mateo Garrone. La de Kore-eda fue relegada al turno del Patito Feo, con una única función pública a las cuatro de la tarde, cuando merecía un mejor sitio.
Con un discreto tono emotivo, el cineasta japonés evoca el ejemplo del clásico Yasujiro Ozu en tanto que su historia –tres hermanas adoptan a la adolescente media hermana, hija de su padre fallecido– carece de conflictos importantes. A diferencia de Ozu, Kore-eda muestra un Japón moderno, muy influido por la cultura occidental, a pesar de que ciertas tradiciones persisten. No obstante una música demasiado sentimental, Nuestra hermanita sí consigue hacer palpable cómo la chica Suzu (Hirose Suzu), linda e inocente, sirve para restaurar el balance familiar.
Dentro de la moda actual de revivir los cuentos de hadas con una nueva óptica, el italiano Garrone ha hecho en Il racconto dei racconti una adaptación de los relatos –para mí desconocidos– de Giambattista Basile. Lo que el cineasta no advirtió es el efecto de lo que en la civilización occidental se denomina la Maldición de Salma. Película tras película, la señora Hayek de Pinault ha labrado una filmografía sembrada de petardos y esta no es la excepción. Aunque su actuación es breve y mesurada en una estructura episódica, alternando con buenos intérpretes como John C. Reilly, Toby Jones y Vincent Cassel, es suficiente para hacer cumplir su mal agüero.
La película debería retitularse El cuento de nunca acabar, por la forma con que Garrone pierde el rumbo con varias narraciones en las que el deseo y la ambición son castigadas de forma grotesca. La solidez realista que el realizador había mostrado en Gomorra (2008), se ha desvanecido con la burda sátira social de Reality (2012) y ahora esta colección carente de encanto y brío narrativo. A pesar de todos sus fallos, mucho más inspirada en ese mismo espíritu fue Los hermanos Grimm (2005), de Terry Gilliam, un director que sí posee imaginación visual en demasía.
Pasando a la nota de sociales, hoy en la noche se celebrará la fiesta del cine mexicano, esta vez dentro de la inauguración del Mercado del Filme. O sea, será la Secretaría de Turismo junto con el propio festival de Cannes –no el Imcine, como era tradicional– los que pagarán la cuenta. Son tiempos de austeridad.
Twitter: @walyder

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