5/20/2015

La muerte de Christopher


Somos testigos de muertes violentas, de crímenes sin justicia, de maldades acérrimas, de crueldad inaudita.


lasillarota.com


El jueves 14 de abril, Christopher Raymundo Márquez Mora, un niño de seis años de edad, salió a jugar a la calle de su casa en las Laderas de San Guillermo, justo atrás del Cereso estatal número uno, en Chihuahua, capital. Al salir se encontró con un grupo de niños mayores a él, adolescentes, no mayores de quince años…

Dos varones de 15 años, dos mujeres de 12 años y uno de 13. Le llamaron a que jugara con ellos y a cortar leña cerca del lugar. El pequeño aceptó gustoso. Dicen que se alejaron y comenzaron a jugar a “los secuestros”. Amarraron al pequeño de pies y manos. Una vez atado lo golpearon con palos y piedras y lo estrangularon con un palo con espinas. Una niña lo acuchilló al ver que aún estaba con vida. Le arrancaron los ojos y los cachetes. Lo arrastraron hasta un arroyo en un terreno baldío en la colonia Laderas de San Guillermo.

Una de las niñas cavó una fosa y lo enterraron. Encima de la fosa pusieron a un perro muerto para evitar que el olor del niño muerto llamara la atención. Christopher quedó enterrado casi a ras de tierra.  

Su madre Tanía Mora quedó viuda hace unos cuantos meses. Tiene además a dos hijas, de cuatro y tres y uno de un año. Trabaja durante la semana y deja a los niños con su madre, para su cuidado. Christopher iba a la escuela de Aquiles Serdán porque no hubo cupo para él en Ladera de San Guillermo. Una de las zonas más pobres de Chihuahua. Uno de los lugares en los que el desahucio puede ocurrir en cualquier momento y en donde se refugia gente con pocos o nulos recursos económicos para vivir con el decoro que todo gobierno nos tiene prometido.

Como el viernes era día del maestro no hubo clases. Desde el jueves la señora se quedó en la casa de Aquiles Serdán para estar con sus hijos. Y, como es usual, los niños salen a jugar a la calle ahí. Así que Christopher salió, pero no regresó. La mamá comenzó a buscarlo en los alrededores, fue hasta el día siguiente que dio aviso a las autoridades que de inmediato emitieron el alerta Ámbar para localizar al niño.

Los vecinos ayudaron a la madre a tratar de localizarlo en las cercanías. Los niños que habían jugado con él el jueves por la tarde, y sus padres, se ofrecieron a ayudar en la búsqueda. No se encontró. La comunidad sorprendida pidió ayuda a medios de comunicación que emitía solicitudes de apoyo para localizar al pequeño…

El sábado uno de los niños que participaron en el asesinato, le dijo a su madre lo que había ocurrido. Ella avisó a las autoridades. Los cinco niños fueron detenidos y fueron ellos quienes guiaron a la policía para encontrar al pequeño Christopher. Naturalmente nadie daba crédito a lo que había ocurrido. La indignación de la comunidad iba en aumento en la medida en que se conocían más detalles del homicidio…

Los niños detenidos fueron puestos a disposición de la autoridad. Dos de ellos, los de 15 años podrían ser puestos a disposición y ser enjuiciados. Los otros tres no. Estarán bajo custodia y de acuerdo con la ley no podrán ser encarcelados… Hasta aquí los hechos. Y, si todo esto fue así…

Estamos en un punto de descomposición social que podría ser muestra de la tragedia de nuestros días. La de la violencia criminal sin cuotas de justicia exacta. Pero también en la fase de indolencia social que también es criminal. La sociedad ve con desgano estas tragedias que todavía hace unos años hubieran sacudido la conciencia social. Hoy ya no. O no tanto. Es cotidiano.

Somos testigos de muertes violentas, de crímenes sin justicia, de maldades acérrimas, de crueldad inaudita y de medios de comunicación que lo expanden sin el sentido humano de la información. Sin su explicación de contexto y sin más elementos que la información por la información: hedonismo periodístico, pues.

Pero más allá del contexto informativo está la realidad. Y en ésta, la calidad humana de quienes inhumanamente cometen estas atrocidades que son locura.

Quienes cometieron este crimen en contra de un pequeño de seis años, inocente que lo único que quería era jugar con sus amigos, son asesinos en una sociedad enferma. ¿En qué mente dañada cabe este grado de crueldad? ¿Qué ideas habitan en las cabezas de los adolescentes que cometieron tal salvajada infernal? ¿Y los padres de los adolescentes podrán explicar el contexto en el que pudieron abrevar este odio indigno de humanos?

Mucho hay en el ambiente que contamina vidas, hogares y comunidades. Mucho hay ahí que tiene que ser revisado con sumo cuidado para entender en qué grado de enfermedad estamos: la indolencia es un principio. La locura del crimen entre niños es aún más grave porque se hace en imitación a lo que se ve y se vive; aunque también por la patología propia de criminales.

La Secretaría de Salud deberá iniciar procedimientos de investigación de salud mental social para identificar qué pasa en la mente de muchos aquí y por qué. Encontrar el foco de infección social, particularmente entre los niños, será parte de la solución, pero ésta tendrá que encontrar rutas que tienen que ver con pobreza, mala educación, falta de alicientes laborales, trabajos mal remunerados, desempleo… agobio-agobio-agobio…

Christopher tenía seis años y ya no está. Pero Christopher hizo un llamado de atención… para evitar más casos de niños como el de él, que tenía derecho a jugar, aunque en su inocencia no supo que lo hacía con cinco ejemplos de lo peor de la naturaleza humana, aunque sean niños.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario