8/05/2015

Periodismo escarlata

¿Qué mueve a alguien a ser los ojos, los oídos, el paladar, el olfato, el tacto de todos los demás?




lasillarota.com

Ya se sabe que todas las actividades que el hombre realiza tiene sus pros y sus contras; todas tienen sus claroscuros; es el factor humano como principio y fin de lo que nos mueve a decidir lo que habremos de ser cuando estamos en edad y razón para decidirlo…

…Y está claro que el hombre –género- no es un alma purísima, sin pecado concebida, como tampoco es ese diablo mendaz con cornamenta y cola que pasa la vida mirando a quien se carga para condena eterna… Digamos que el hombre está hecho de pasiones y locuras  y, por lo mismo, tiende a repetir errores como también aciertos. Es así. Es humano y está hecho de claroscuros. Aunque algunos se pasan de claros y otros de oscuros…   

Muchos –ellos y ellas- cuando han tenido la posibilidad de estudiar, quieren ser doctores, otros abogados, contadores, científicos, artistas, creadores y hasta hay quienes deciden mirar cómo se pasa la vida. Hay de todo y para todo. Así ha sido y será.

Somos tan evolutivos y tan constantes, que hemos cambiado al mundo y lo hemos hecho a nuestro modo; pero no hemos cambiado nosotros, aunque digamos que sí. La ropa, la moda, los modos de vivir la vida nos hacen distintos entre nosotros, pero no diferentes…

Así que en eso de las decisiones vitales algunos deciden que quieren ser periodistas. ¿Por qué? ¿Qué mueve a alguien a ser los ojos, los oídos, el paladar, el olfato, el tacto de todos los demás? ¿Qué hace que algunos decidan poner el corazón y el cerebro en lo que hacen, cuando lo hacen por vocación, pasión y locura? ¿Qué hace que hombres y mujeres decidan pasar desvelos, ayunos, carreras, y que tengan que aguantar malos modos, malas caras, malos tratos y hasta agravios?

Y todo por conseguir la mejor información. La más veraz. La más oportuna. La mejor de todas. Porque se quiere tener lo mejor para todos el público que en cuestión de minutos leerá, escuchará, verá, o hurgará en todos los medios a disposición para estar informados, para saber lo que vio su enviado y para conocer si lo hizo bien o no: y para sacar conclusiones.

Y ese es el paso fatal: Una vez conocido el trabajo periodístico, la semilla está sembrada en el público. Desaparece el periodista. Existe nada más la información o la opinión. Y luego viene el momento fatal del olvido de quién lo hizo.

Cada día, los periodistas tienen que alimentar a esa multitud voraz que quiere información fresca, nutriente, savia de vida, para saber que sabe y, de nuevo, por fundamental: Para tomar decisiones. Ojalá éstas sean las más justas, las más equilibradas, las más sabias y las que mejor van para la felicidad de todos…

Algunos periodistas hay que no lo son. Pero ese es otro cantar. No importa. Sí importa.

En todo caso, como toda actividad humana esta profesión de fe es con mucha frecuencia muy satisfactoria. Lo es cada día, cuando se ve que se divulga lo que se hace. Y cuando uno supone que se ha hecho lo mejor y se ha dicho algo para cambiar lo injusto por lo justo y la desigualdad por igualdad con libertad… Y así. Todo por la información. Todo por el criterio.

Esto viene a cuento porque también hay dolores en el periodismo. Y son más frecuentes de lo que supone el público o el poderoso o el enemigo de las libertades. La pérdida de algunos de ellos es uno de los dolores: Diría Josefina Vicens que dos de los más grandes dolores del hombre son el amor y el adiós.

En apenas unos días de nuestras vidas, tres periodistas que lo fueron de verdad, murieron.  Los tres de forma distinta, aunque el origen profesional es el mismo.

Primero falleció por accidente un gran reportero y cronista parlamentario: Armando Navarrete. Ocurrió el 24 de julio en el kilómetro 257 de la autopista que va de Mérida a Cancún. Naturalmente el gremio periodístico, y quienes le conocieron y apreciaron su trabajo, se organizaron para hacerle un reconocimiento colectivo días después.

El primero de agosto murió Marco Aurelio Carballo. Un periodista y escritor de reconocida trayectoria y amplísimo prestigio; también como editor. Premiado por su labor periodística como entrevistador y cronista, también lo fue por su obra literaria. Durante un largo periodo había luchado en contra del cáncer, no consiguió victoria…

Unos días antes, un grupo de sus muchos amigos le hicieron un homenaje. No asistió, pero estaba ahí en cada uno de ellos con quienes convivió, abrevó y dejó la semilla del buen humor, el buen trato, el ingenio y la pasión por el periodismo…

Y la tragedia de uno más: Rubén Espinosa cuyo cadáver junto con los de cuatro mujeres fue encontrado la noche del viernes 31 de julio aunque la noticia se conocía hasta el sábado siguiente. Fue muerto de forma trágica. Había huido de Veracruz ante el acoso de ‘anónimos’ que lo perseguían y hostigaban.

Huyó de aquel estado para refugiarse en el Distrito Federal, de donde era. Pero en la capital del país lo asesinaron. ¿Quiénes? ¿Por qué? Hoy se investigan las causas de esas muertes. La exigencia es que las autoridades se comporten con verdad y digan la verdad de lo que ocurrió. Que no disfracen, que no oculten, que no creen escenarios ficticios para salvar vidas políticas… La verdad queremos los periodistas de verdades, que somos.

Sí. Hay luto en el periodismo mexicano. Un luto que no está en paz consigo porque es inexplicable. En todo caso queda la semilla sembrada y el honor de haber sido periodistas, porque es un honor que se carga toda la vida, cuando se ha ganado, y es un honor que perdura después de todo esto.




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