8/08/2015

La trata



Carolina Vásquez Araya
Adital
EL QUINTO PATIO
La libertad, ese valor tan manoseado, tan aspiracional, tan alejado de su verdadero significado, se ha convertido en un emblema cuya principal función es adornar ideologías, discursos y proyectos políticos. Sin embargo, aun siendo extremadamente elusivo, permanece en nuestra mente intentando tomar forma racional a pesar de su carácter abstracto. En este siglo, la libertad es solo una idea lejana.

En nuestras sociedades, la libertad amenaza a las estructuras de poder. Por ello, en función de limitarla se construye todo un entarimado complejo de leyes y prohibiciones, se veda el acceso al pensamiento a través del control de la educación y las comunicaciones, se constriñe el libre albedrío por medio de las doctrinas políticas y espirituales, haciendo de la masa un instrumento al servicio de los poderosos. Y entonces se le llama libertad a un orden diseñado para perpetuar ese poder.
Pero esto que se observa a nivel general, en más de la mitad de la población —el gran segmento femenino— tiene características mucho más severas. Se calcula que más de las dos terceras partes de las víctimas de trata —lo cual es un estado de esclavitud, por tanto pérdida total de libertad— a nivel mundial, son mujeres. En esta mitad de la población el concepto de libertad, con su aura de realización, independencia y autosuficiencia, resulta ser una quimera, si no una burla cruel.
Atrapadas por un sistema de "categorías” en el cual se las relega a un segundo y muchas veces tercer plano, carentes de derechos y condenadas a una vida de servidumbre, millones de niñas y mujeres se encuentran abandonadas a su suerte en uno de los negocios más infames de todos los tiempos. Transformada en una línea productora de miles de millones de dólares cada año, la trata recluta a niñas, niños, mujeres y hombres para trabajos forzados y esclavitud sexual para proveer a redes en más de 127 países alrededor del mundo, incluidos aquellos de primer mundo con legislaciones estrictas contra el crimen.
En algunas naciones de tercer mundo, cuyos sistemas de administración estatal han caído en el círculo de la corrupción, infiltradas por del crimen organizado la mayoría de sus estructuras oficiales, el negocio de la trata prácticamente tiene el territorio a su disposición. Armados de influencias que les facilitan el tránsito a través de las fronteras y dueños del poder económico por ser este uno de los negocios más lucrativos —quizá más que el de la droga— las redes prosperan gracias a la debilidad de estas naciones.
La perversidad de quienes lucran con la trata no tiene límites. Tampoco lo tiene la indiferencia de quienes deberían luchar en su contra, por lo cual pasarán probablemente muchas décadas antes de que este terrible negocio haga estallar la conciencia de los Estados y de las organizaciones mundiales, cuyo trabajo es defender los derechos humanos.
Contra este crimen es imperativa la participación de la prensa y también la ciudadanía, por medio de la denuncia de casos ante las autoridades no dejando pasar los hechos de violencia contra niños, niñas y mujeres, no permitiendo la explotación y no cerrando los ojos para no verla. En esto somos todos responsables y no seremos libres mientras no acabemos con ella.

Fuente:Prensa Libre
Carolina Vásquez Araya
Periodista, editora y columnista. Chilena en Guatemala.
Twitter:@carvasar

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