11/27/2015

EPN o como toparse con la misma piedra


Utopia


Eduardo Ibarra Aguirre


Enrique Peña Nieto y/o sus asesores –desconozco si los escucha o simplemente los ignora– insisten en promover a candidatos demasiado impresentables para ocupar cargos en el Ejecutivo federal, pero sobre todo en la Suprema Corte y órganos autónomos que todavía están por demostrar a la sociedad que lo son.

Naturalmente que un presidente como el mexicano que designa por atribución legal o de facto a muchos miles de funcionarios del poder que encabeza, pero también influye como ninguno en la integración de las cúpulas de los poderes Judicial y Legislativo, es propenso a cometer errores, pero los que comentamos pueden explicarse por los compromisos hechos en una campaña electoral que lo llevó por buenas y malas maneras a Los Pinos, y por las deudas contraídas en la definición y materialización, también con notables grados de imposición por encima de la voluntad ciudadana mal representada por el Congreso, de las 13 reformas estructurales que todos los días atosigan con sus virtudes, aunque los resultados son magros y los oradores, en primer lugar Peña y Luis Videgaray, justifican con “el entorno de alta volatilidad”.

No les falta razón a los gobernantes, pero ya la convirtieron en la mejor justificación de los resultados económicos y sociales sin duda existentes, pero está por verse si constituirán una tendencia o son golondrina que no hace verano. Acaso usted ve a Xi Jinping justificar ante los 1,300 millones de chinos que la economía del gigante asiático crecerá sólo ¡6.9 por ciento! éste y el próximo años, debido a las “turbulencias globales”.

Incluso lloriquean ante los comensales de la cámara que manejan los dueños de Televisa y de Tv Azteca: “A veces las sociedades no logran valorar en suficiencia el cambio que nuestro país ha experimentado, quizá porque parte de esa sociedad no le ha tocado ver, ni ha vivido de cerca otros momentos de mayor convulsión política o social; de mayor convulsión económica, y entonces cuando eso no ha ocurrido, lejos están a veces de saber apreciar, valorar y reconocer cómo México ha cambiado de forma positiva”.

Quizá el estado de ánimo gubernamental –debido a la incredulidad de una parte de los gobernados y la desesperanza de muchos–, influyó en las propuestas de Raúl Cervantes para ministro de la Suprema Corte, fórmula en la que recularon por fortuna, pero hicieron lo indecible para que un fracasado jefe policiaco y de inteligencia despache en el máximo tribunal.

Ahora pujan para que Alejandro Gómez Sánchez, el procurador mexiquense que responsabilizó al Ejército de alterar la escena del crimen (masivo) en Tlatlaya para lavar sus propias manos, vista de toga y birrete, como si la SCJN fuera espacio para los cuates del grupo gobernante.

Allí está el amigo de EPN que laboró como virrey de Michoacán, Alfredo Castillo –primo del consejero jurídico de la Presidencia y abogado económicamente muy exitoso–, generando una recomendación de la CNDH por violaciones graves a garantías, uso excesivo de la fuerza que derivó en la muerte de cinco personas y la ejecución extrajudicial de una más en Apatzingán. El amigo fue premiado con la titularidad de la Comisión Nacional del Deporte y colocó a México en la antesala de recibir sanciones del Comité Olímpico Internacional.

Además del presunto delincuente electoral, Arturo Escobar, quien cobraba en Gobernación por “prevenir el delito”. Cierto, saben recular pero qué necesidad o incluso necedad, cuando múltiples voces lo advirtieron a tiempo.

Utopía 1611



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