12/19/2015

#Pobrezafilia y basurización de los cuerpos femeninos


Daniela Villegas 
@danyelavillegas

Existen cuerpos designados como abyectos, de esos que pese a todo el derroche de sensualidad se les ha anulado el erotismo por no corresponder a los cánones de belleza eurocéntricos,  blancos, delgados, heteronormativos, de clase media y alta. Aquellos cuerpos que no posan en suntuosas habitaciones, ni en autos deportivos, yates o playas paradisiacas con iluminación de estudio ni ropa de diseñador.

Aquellos que son censurados y considerados vergonzosos socialmente por ser a la mirada normativa, despreciables, abyectos, como lo definiría Julia Kristeva “aquello que perturba la identidad, sistema y orden. Lo que no respeta, bordes, posiciones, reglas”. Esos cuerpos no existen solos como entidades, sino que van de la mano de ciertas escenificaciones, contextos que reafirman su calidad de abyectos, inferiores.

Es el caso de las imágenes que recientemente han venido circulando en las redes sociales, bajo los hashtags de #Pobrezafilia, #Putipobres y #TanRicaYTanPobre, -principalmente de México- en donde mujeres jóvenes de tez morena posan seductoras con escasa ropa en azoteas urbanas, bardas grises en construcción, cerca de un tinaco de agua o antena de televisión, así como patios o habitaciones desordenadas -que se asume son parte de la vivienda de las protagonistas-, ante la lente de terceros, posiblemente pareja sentimental, o bajo el temporizador de su propia cámara haciéndose una selfie.

La imagen de la joven que sonríe a la cámara en traje de baño, ropa interior o atuendos entallados que realzan su figura esbelta, y el escenario de fondo ya sea de habitaciones en “obra negra”, techos de lámina o de camas repletas de ropa, juguetes o peluches se funden en uno solo, siendo así que el cuerpo de la mujer en la imagen adquiere todas las características del escenario. Se convierte en un cuerpo pobre, ante la mirada  principalmente masculina objetivadora y discriminadora, es así que su cuerpo se vuelve algo abyecto, grotesco, como si la misma pobreza fuera algo vergonzoso y degradante en sí misma.

De ser una imagen que en principio podría ser atractiva, sexy y autoafirmativa, -aunque no quiero decir que sea ajena a los mandatos de belleza de delgadez imperante-, sobre todo en aquellas fotografías en que se hace evidente que la protagonista se ha tomado una selfie, se convierte en una imagen abyecta que lejos de constituirse en una acción transgresora de la norma, en que sólo los cuerpos femeninos blancos, eurocéntricos de clase alta, son atractivos, termina siendo juzgada, objetivada y equiparable con aquello desechable. Así que la mujer pasa de sexy a prostituta, a una prostituta pobre como se señala con el hashtag #Putipobres.

En un país como México en el que según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en 2014 el 46.2% de la población vive en la pobreza y de 2012 a 2013 fueron 3,892 las mujeres asesinadas en el país, concentrándose en el Estado de México el mayor número de feminicidios con mil 767 de 2005 a 2013, de las cuales en su mayoría fueron adolescentes y jóvenes mujeres de estratos económicos bajos, según información del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), la burla y discriminación a los cuerpos de las jóvenes por parte de individuos que suben las imágenes con el hashtag de #Putipobres -sin el permiso de las jóvenes- habla mucho no sólo del clasismo y sexismo imperantes en nuestra sociedad sino también de la relación entre feminicidio y pobreza.

Cuando señalo esta correlación entre feminicidio y pobreza me refiero a que los cuerpos femeninos de bajos recursos considerados abyectos terminan siendo basurizables simbólica y explícitamente. Simbólica cuando se les discrimina y aplica el calificativo de #Putipobres arrebatándoles toda posibilidad de seducción y adjudicándole la etiqueta de prostituta y explícita cuando se le arrebata de la vida a las mujeres generalmente de las características de las jóvenes protagonistas de las fotografías –tez morena, delgada, cabello oscuro y largo-, y su cuerpo es arrojado como si  de un desecho se tratara cerca de terrenos en obra negra o en lotes baldíos, esas mismas escenografías que las convirtieron en cuerpos abyectos, basurizables.

Por lo tanto el que las fotografías de estas jóvenes de bajos recursos circulen en las redes sociales como objeto de burla y vergüenza las termina convirtiendo en prescindibles, desechables, dentro de ésta dinámica clasista y sexista. El mensaje que se está enviando a la sociedad a través de éste fenómeno de la llamada #Pobrezafilia es que las mujeres que viven en las periferias y que son pobres son seres consumibles y desechables y su mismo contexto de pobreza las exime tanto de ser consideradas sexys, como dignas de valía, afianzándose el clasismo y sexismo, lo que a la postre resulta en que puedan ser fácilmente violentadas, es decir, víctimas de feminicidio.

Fuentes

Kristeva, Julia (1988) Poderes de la perversión, México, Siglo XXI.

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