Leonardo García Tsao
La Jornada
Cannes.
Ya decía yo que la competencia
no podría mantener su buena racha. Hoy ya empezaron los traspiés
graves, con una película abucheada en su pase de prensa, la primera de
este festival. Se trata de Personal Shopper, del francés
Olivier Assayas, una historia de fantasmas que es, en sí, como un
fantasma: etérea, susceptible de provocar burla, rechazo o miedo, aunque
algunos afirman que existe.
Assayas es un realizador estimable, pero a veces le da por ponerse
conceptual (ese fue el caso de su anterior tropezón en Cannes, Demonlover, de
2002). En esta ocasión, la película se centra en la gringa Maureen
(Kristen Stewart), quien vive en París, dice poseer dotes de médium y
trata de contactar a su hermano gemelo, muerto por una deformación
cardiaca que ella comparte. Al mismo tiempo, se dedica a hacerle los
mandados a una despótica ejecutiva. En largas –y tediosas– secuencias,
alguien misterioso se comunica con Maureen mandándole mensajes a su
celular. ¿Será su hermano? ¿El asesino de su jefa? Ya que a Assayas no
le preocupa esclarecer su identidad, a nosotros tampoco.
Stewart sí tiene la presencia como para sostener sola a Personal Shopper, aunque
el guion del propio Assayas no le hace segunda. Por ahí aparecen unos
ectoplasmas de dudosa fabricación digital, sólo para prometer la
película de horror que nunca se materializa. Hasta ahora ha sido la
mayor decepción ofrecida por la sección competitiva.
El agotamiento creativo de Pedro Almodóvar se antoja más problemático. En su anterior Los amantes pasajeros (2013), intentó revivir en vano el tipo de comedia desparpajada que lo hizo famoso. Ahora en Julieta se
ha basado en relatos de la canadiense Alice Munro para volver
desganadamente al terreno del melodrama. Una mujer madrileña, el
personaje epónimo (Emma Suárez), vive atribulada porque su hija Antia la
abandonó sin dejar huella. Ella revive sus días de juventud (y es
interpretada por Adriana Ugarte) cuando se enamora de Xoan (Daniel
Grao), el padre de la chica.
No hay vitalidad en la historia ni en la puesta en escena.
Todo se explica mediante los diálogos y el resultado se siente
insustancial. A los incondicionales del cineasta manchego parece
haberles complacido, porque hubo aplausos corteses al final de su
proyección. Sin embargo, Julieta ya venía antecedida por la
negativa reacción de la crítica española. Los únicos rasgos reconocibles
de Almodóvar son algunos colores chillantes, la aparición breve de
Rossy de Palma y la canción entonada por Chavela Vargas en los créditos
finales.
La sola concursante latinoamericana, la brasileña Aquarius, vino
a salvar el día. Segundo largometraje del otrora crítico Kleber
Mendonça Filho, la historia gira en torno a Clara (Sonia Braga), una
viuda sexagenaria, ex crítica de música, quien es la única habitante de
un edificio costero de Recife. Ella se niega a abandonar su hogar, a
pesar de la presión de una corrupta constructora que quiere demoler la
propiedad para un proyecto más redituable.
Mendonça todavía muestra señas de primerizo y parece querer decirlo
todo en un metraje de casi dos horas y media (la plaga de este
festival). Aun así, su realización se beneficia de un genuino sentido de
afecto familiar, por el cual amigos y parientes se solidarizan con la
causa de Clara, una mujer de armas tomar. Desde luego, Aquarius
es a la vez un homenaje a Braga, la Gran Dama del cine brasileño, cuya
formidable actuación se siente como una fuerza de la naturaleza. (Ya
muchos colegas la han candidateado al premio de mejor actuación
femenina.) Ella domina la película, le imprime su personalidad y la dota
de pasión y calor.
Mientras escribo esto, veo pasar por la calle comercial Rue d’Antibes
una patrulla de cinco soldados camuflados y armados hasta los dientes.
Son esas imágenes las que a uno le recuerdan el clima de miedo imperante
en Europa.
Twitter: @walyder
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