5/23/2016

El matrimonio igualitario aún está por verse


Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre

La cuidadosa pero clara posición de la Conferencia del
 Episcopado Mexicano de rechazo a la iniciativa de ley del presidente Enrique Peña para reconocer el matrimonio igualitario y el derecho a la adopción por parejas del mismo sexo, no es un camino asegurado; menos aún si prevemos lo que harán por todas las vías las jerarquías religiosas, destacadamente la católica; la dirigencia de Acción Nacional que sabe hacer a un lado principios para negociarlos con el grupo gobernante a cambio de concesiones que fortalezcan a la docena de familias que lo dirigen y administran.

Mientras redacto estas líneas, la feligresía católica –que no es tan abundante como publicitan, tal y como lo evidencian los 10 millones de paisanos que siguieron la visita de papa Francisco a México, según estimación de la CEM–, recibirá en las homilías información y juicios para oponerse al paquete reformador de Peña Nieto, como lo mostró en Cuernavaca el obispo Ramón Castro, quien aprovechó una marcha por la seguridad pública para rechazar el matrimonio igualitario “por pobre y raquítico”, aprobado en la legislación civil por el Congreso de Morelos –y también por el de Michoacán– el 18 de mayo, un día después de que se presentó la iniciativa federal. Los gobernadores Silvano Aureoles y Graco Ramírez mostraron que entienden bien las serias dificultades por sortear para llevar a buen desenlace la iniciativa de EPN y que con él están dispuestos a caminar muy juntos.

El conservadurismo que en estas materias es mayoritario, de acuerdo a encuestas sobre cultura política realizadas por la Universidad Nacional Autónoma de México, tendrá expresión por caminos y formas múltiples y está en su pleno derecho a hacerlo mientras como bien apunta la panista Teresa Ortuño: “Oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo no es homofobia. Aunque concedo que sí lo parece la forma como algunas organizaciones plantean su desacuerdo con la propuesta presidencial. Ser de la comunidad de la diversidad sexual o ser diferente, no debe ser mal visto, y algunos lo equiparan hasta con delincuencia. Eso es intolerancia, es intolerable. Pero también es intolerancia ofender y llamar homofóbicos a quienes con respeto expresamos nuestro desacuerdo con esa figura jurídica”. Cierto, mas existen también los que desde una izquierda que defendió a Peña sentencian: “Lo que sigue es el matrimonio de seres humanos con animales”.

Cada quien su punto de vista mientras la misoginia y la homofobia que está a flor de piel en la sociedad y por ello millones de personas no se atreven a “salir del closet”, incluso algunas usaron espacios desde el poder institucional y del fáctico para obligar a sus parejas a abandonar México, otros las mandaron agredir y algunas fueron asesinadas –“seis gays, lesbianas, bisexuales y mujeres transgénero son asesinados” (Alejandro Brito) y en la que “el mayor enemigo llega a ser la misma familia” (Luis Perelman).

El problema de la violencia resulta inconcebible sin las extendidas prácticas discriminatorias que asfixian a la mitad población que las practica hacia las mujeres, los indios, los pobres, los niños, la comunidad LGBTI, los negros…

Por todo lo anterior, no tengo ningún reparo en coincidir con la iniciativa presidencial, ya que podría ser la desembocadura de una lucha que hace 36 años permitió que homosexuales y lesbianas ingresaran como cualquier ciudadano a las filas del Partido Comunista Mexicano, del que ya formaban parte destacadísimos militantes.

@IbarraAguirreEd

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