11/02/2016

“Prietitos en el arroz” de la reforma educativa



Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre

Hasta Cartagena de Indias fue Enrique Peña a defender la reforma educativa que tanta satisfacción y orgullo le causa. Lo hizo no ante los educadores del continente, tampoco ante los 11 presidentes que acudieron a la Cumbre Iberoamericana de un total de 22. Compareció ante los más interesados en el proceso reformador de la enseñanza que son los empresarios de Iberoamérica, para que la joven fuerza de trabajo sea más productiva para las trasnacionales.
Durante el 11 Encuentro Empresarial Iberoamericano, Peña Nieto siguió dale y duro con “el escenario mundial complejo y de desaceleración de varias economías” para justificar el mediocre crecimiento de la economía mexicana –que según el salvadoreño Manuel Reyes es inferior al de Nicaragua y Bolivia–, y que en los últimas 3.4 décadas no supera el promedio de 2.2 por ciento, mismo que es inferior (2.1) en los últimos cuatro años de reformas estructurales.
Allá, en el Centro de Convenciones de Cartagena, donde se firmó el acuerdo pacificador entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el esposo de Angélica Rivera, quien lo acompañó, expuso que “De la reforma educativa se conocen más los prietitos en el arroz que las buenas cosas que sí están ocurriendo, al compartir con sus homólogos de Chile, Colombia, Perú y Portugal un foro con empresarios sobre el tema de la enseñanza, en el día previo a los trabajos de la 25 Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado.
El peruano Pedro Pablo Kuczynski, por ejemplo, presumió haber tenido en algún momento como compañero y guía para acercarse a la juventud al ya fallecido motivador mexicano Miguel Ángel Cornejo. En ese ambiente, Peña Nieto propuso realizar, como en los torneos deportivos, “una copa por la educación en Iberoamérica”, con un mecanismo que le dé seguimiento y lleve el marcador. México, dijo, ya está haciendo su parte.
En la primera sesión plenaria de la Cumbre, el Ejecutivo mexicano resaltó que “la condición natural de los jóvenes, de correr riesgos y romper paradigmas, debe llevar a los gobiernos a promover políticas que aprovechen su capacidad y construyan sociedades más incluyentes y mejor preparadas”.
Para el mexiquense es la educación el gran igualador social porque mejora las condiciones de vida y detona el desarrollo de las comunidades y países. Citó la creación de 2.3 millones de empleos formales durante su gestión, y de ellos la cuarta parte son ocupados por jóvenes de 15 a 29 años.
Redujo a simples “prietitos en el arroz” las movilizaciones y huelgas de los últimos cuatro años, y particularmente la de más larga duración y alcance desde que se fundó la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (17-XII-79) y que concluyó hace semanas.
Pero ni “a prietito en el arroz” llegó la decisión de la Secretaría de Educación Pública para cancelar la entrega de tabletas electrónicas para alumnos de quinto año de primaria, a mi juicio de lo más atractivo de la tal reforma. Tampoco el dato revelador de que mientras Aurelio Nuño percibe formalmente un sueldo de 6 mil 837.4 pesos al día, un profesor de educación básica para adultos con turno nocturno recibe 121.5 pesos al día.
¿Cuál reforma con tan brutal disparidad salarial entre los que deciden desde las oficinas y los que fingen acatar las decisiones burocráticas, que son los trabajadores de la educación? Sin los profesores como sujeto social, no como objeto burocrático, no habrá reforma educativa exitosa.

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