5/12/2019

Hombres al agua



Un nado sincronizado hacia la vejez. Hombres al agua (Le grand bain, 2018), segundo largometraje del actor y realizador francés Gilles Lellouch (Narco...léptico, 2004 y segmento Las Vegas en la comedia colectiva Los infieles, 2012), es una empresa humorística de entretenimiento muy ligero diseñada para obtener un éxito absoluto en taquilla. Al menos en Francia, donde sólo en el cuarto trimestre de 2018 logró alcanzar 4 millones de espectadores. Su modelo declarado fue la notable comedia británica Todo o nada (The Full Monty, Peter Cattaneo, 1997), al grado de que la revista Variety pudo asestarle, como irónico título alternativo, The Pool Monty. De nueva cuenta, en efecto, los protagonistas son casi todos masculinos y poseen, con variantes muy ligeras, el mismo grado de fracaso en sus empresas profesionales y/o afectivas. En la cinta de Lellouch la estrategia para superar las diversas frustraciones (de un divorcio mal asimilado, de una vocación laboral mal asumida, de un alcoholismo tenaz o del temor a la vejez, aguijoneado por la crisis de los 40 años) es lanzarse, con los ojos cerrados y el ánimo muy en alto, a una aventura supuestamente temeraria.
El grupo de amigos de Hombres al agua –todos ellos algo ya maduros, todavía muy voluntariosos, en buena forma, pese al abultado bajo vientre por años de sedentarismo obligado–, deciden tomar clases intensivas de natación, especializarse en el nado sincronizado, atreverse a acrobracias acuáticas, al emblemático estilo de Esther Williams, desafiando en el intento todos los obstáculos a la vista; en primer término, los primeros achaques físicos, la insinuación del sobrepeso o la talla grande declarada, la rigidez muscular y la impericia, y de modo general una autoestima con altibajos muy pronunciados.
El tema es oportuno para el diseño de una comedia ligera, plagada de clichés y situaciones previsibles, también para afortunadas ocurrencias cómicas (como la confusión generalizada a raíz del robo de unos trajes de baño), pero, sobre todo, para el lucimiento de figuras estelares del cine francés: Mathieu Amalric, Jean Hughes Anglade, Guillaume Cantet, y el estupendo cómico belga Benoît Poelvoorde. El primer y mayor acierto de la cinta fue reunir a este conjunto de actores, sacudiendo la zona de confort de los dos primeros, especializados en papeles más dramáticos, y sincronizando sus actuaciones con más credibilidad que las improvisadas proezas acuáticas de sus personajes.
Probablemente el equipo de guionistas de Hombres al agua, integrado por Ahmed Hamidi, Julien Lambroschini y el propio Lellouch, también se propuso ofrecer una variante eficaz y rentable de Normandía al desnudo (Normandie nue, Philippe Le Guay, 2018), ese filme donde un grupo de agricultores de edades ya maduras y físicos entre robustos y endebles, apenas agraciados o francamente ingratos, deciden desafiar al gobierno para defenderse de una modernización voraz del campo, a través de una gran visibilidad mediática, y aceptan posar desnudos (al estilo Spencer Tunick) para un fotógrafo británico.
Esa idea atractiva (con un resultado a la postre bastante convencional), se transforma en la cinta de Lellouch en un comentario jocoso, no sólo relativo a la crisis de la madurez sino a la tiranía de lo físicamente correcto en la sociedad contemporánea. El ideal de un rápido aprendizaje de nado sincronizado con miras a participar y triunfar en un inverosímil concurso internacional de natación acrobática es también una metáfora de las desigualdades y falta de sincronización que tienen todas las personas en su arribo común a la edad madura.
Si el énfasis se coloca aquí en el tema de una masculinidad en crisis, bien cabe imaginar lo que sucede en el campo femenino (y de eso algo sabe la comedia inglesa, tipo Las chicas del calendario, Nigel Cole, 2003), o en la desaforada competencia por obtener la excelencia por una saludable condición física. Es evidente que una película como Hombres al agua, tan definida por sus fórmulas narrativas y su convencionalismo de superación personal (aquí colectiva), no le depara al espectador grandes sorpresas, pero como toda cinta que tiene como punto de partida un tema interesante (y un reparto muy solvente para sustentarlo), deja la puerta muy abierta para un debate pertinente, a cargo naturalmente de un público que sepa dar un paso adelante y ver más allá de las gastadas rutinas de entretenimiento.
Twitter: Carlos.Bonfil1

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