2/07/2020

Contra los desplantes y la prepotencia


Es un hecho notorio pero si se le ignora genera desconcierto: cuando los pueblos indígenas o campesinos se sienten agredidos o miran que un peligro se cierne sobre ellos y sus integrantes, toman medidas para defenderse. Normalmente quienes cargan con la responsabilidad de ejecutar tales previsiones son sus autoridades, y para llevarlas a cabo echan mano de sus jóvenes o personas en edad activa. Normalmente. Pero cuando la normalidad es rebasada, en la defensa participan todos: mujeres, ancianos y niños. Cada uno de los miembros de los pueblos asume tareas diversas, desde reunir información que ayude a la protección del pueblo, hasta preparar el terreno, mantener a los que se movilizan y a su familias si fuera necesario, conseguir la armas y usarlas contra el enemigo. Eso es un hecho, no un deseo. Pero hay autoridades que parecen no darse cuenta que vivimos tiempos anormales, que requieren la toma de medidas excepcionales para brindar seguridad a los pueblos y ciudadanos.
El mismo Presidente de la República, refiriéndose a la presentación de niños armados para la defensa de sus pueblos, que en días pasados hiciera la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Pueblos Fundadores (CRAC-PF) en la Montaña de Guerrero, declaró: Esas actitudes y desplantes de prepotencia no sirven, no significan nada. Hacen ruido. Vergüenza les debería de dar eso, no se les va a aplaudir. Insisto: en tiempos normales el Presidente de la República y quienes como él piensan, serían correctas, pero en los tiempos que corren resultan desafortunadas y peligrosas. Lo que la CRAC-PF hacía al exhibir niños armados, hijos o familiares de personas asesinadas, era mostrar las acciones límite que han tenido de tomar para no terminar engullidos por la violencia que se cierne sobre ellos. No buscaban el rechazo del Estado sino que éste tome conciencia de la situación y cumpla con sus funciones de brindar seguridad a sus ciudadanos.
No se trata, como dijo el Presidente de la República, de actitudes de desplante y prepotencia que deberían dar vergüenza a los pueblos que las toman, sino de medidas dolorosas que los pueblos no desean tomar pero que no pueden evitar si quieren seguir existiendo. Y no son de ahora ni sólo del estado de Guerrero. Cuando el licenciado Diódoro Carrasco Altamirano gobernó el estado de Oaxaca, las autoridades de un pueblo de la Sierra Sur se dirigieron a él de manera pública informándole que la asamblea general había nombrado una comisión que consiguiera armas para su defensa y le solicitaban que no se les impidiera lograr sus objetivos. En la actualidad, en el estado de Chihuahua son corrientes los rumores que aseguran que miembros del crimen organizado llegan a las escuelas y se llevan por la fuerza a los niños para convertirlos en sicarios y cuando escapan sus familiares pagan las consecuencias. Y así podemos seguir poniendo ejemplos.
Que los pueblos agredidos o en peligro de serlo tomen las medidas para evitarlo no debería ser motivo para que se armen, menos que armen a sus niños. Eso es cierto. Pero esto sólo sería posible si el Estado, en sus distintos órdenes de gobierno, cumpliera con sus funciones y ofreciera seguridad para sus pueblos y ciudadanos. Sólo que en las actuales situaciones por las que atraviesan diversas regiones del país parece que el Estado ha sido rebasado y no está en posibilidad de hacerlo. Así, no debería extrañar que los niños cambien sus aspiraciones –uno de los armados dijo que a él le hubiera gustado ser médico pero que por la violencia no podía acudir a la escuela– de una vida digna por un rifle que le permita seguir viviendo, más cuando ha visto morir a sus familiares, que eran su posibilidad de contar con apoyo para dedicarse al estudio. Lo que tal vez debería hacer el Estado es apoyar esas medidas para que sean transitorias, en tanto se toman otras que le permitan recuperar su capacidad de cumplir con sus funciones.
Pocos días después que el Presidente de la República fuera electo para el cargo, la prensa le preguntó con qué información contaba como presidente electo que no hubiera tenido como candidato y que le quitara el sueño. Se tomó su tiempo antes de responder y cuando lo hizo dijo que la corrupción y la seguridad. Supongo que con esa información en su poder ha diseñado su actual estrategia de combate a la corrupción y al crimen organizado. Si todavía no la tiene, como parece por sus declaraciones, debería saber que los pueblos no se arman por desplante, prepotencia o porque busquen el aplauso, sino por necesidad; que cuando lo hacen atendiendo a sus autoridades y de acuerdo con sus propias normas no buscan causarle un mal al gobierno y tampoco son sus enemigos. Al contrario, pueden ser aliados en los cuales apoyarse para lograr la pacificación del país. Las amenazas veladas a quienes se arman para defender su vida sólo sirve a los violentos.

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