Miguel Lorente Acosta
Quien vive en la mentira crece con la falacia,
y la falacia, por muy grande que sea, nunca es verdad. Da igual lo que
digan y por cuánto tiempo lo hagan, la Tierra siempre ha sido redonda,
ha girado alrededor del sol, y está a punto de ser destruida por los
“herederos ideológicos” de quienes decían que era plana y central para
no cuestionar sus ideas y creencias.
Hace unas semanas, en la presentación del libro “Ellos hablan”, de la periodista Lydia Cacho,
muy querida amiga, tuvimos la posibilidad de compartir y analizar cómo
las mayores falsedades, las mentiras más elaboradas, las tramas
históricas llenas de traiciones… han sido protagonizadas por hombres y,
sin embargo, nunca la palabra de un solo hombre ha sido puesta en cuestión a priori, ni la masculinidad ha visto debilitada su credibilidad.
En cambio, las mujeres son presentadas como seres falsos, mentirosos,
manipuladores… en los que no se puede confiar y a quienes no se debe
creer.
La razón fundamental de esta situación viene dada por el marco de
significado que se ha creado sobre la palabra de los hombres (y su
espacio) y la de las mujeres (y su espacio). Y ese significado sobre la
autenticidad de la palabra de los hombres y la falsedad de las mujeres
sólo lo puede construir quien cuenta con una posición de poder para definirlo, imponerlo y difundirlo. Y quienes han contado con el poder históricamente han sido los hombres y su modelo social y cultural de convivencia.
Por eso, por ejemplo, es tan fácil hacer dudar de la realidad de la
violencia de género diciendo que hay muchas “denuncias falsas”, y tan
complicado que se acepte como un problema grave a pesar de que cada año
asesinan a 60 mujeres de media y más de 600.000 son maltratadas.
En política ocurre lo mismo. Dar carta libre a la mentira en forma de “postverdad” o “fake news” con la idea de compensar la situación actuando del mismo modo, pero en sentido contrario, es otra trampa del poder conservador androcéntrico, puesto que el impacto de uno y otro planteamiento es completamente diferente. Decir que los extranjeros vienen a España a “robar y violar”
tiene un efecto inmediato y una aceptación amplia; en cambio, comentar
que los partidos que lanzan esos mensajes son racistas y xenófobos a
penas tiene impacto, y rápidamente surgen justificaciones, o,
sencillamente, niegan que lo hayan dicho, aunque haya pruebas de que lo
han hecho, pues la negación de la realidad es otra forma de mentira.
Sólo el poder de la “normalidad” puede mentir con aspecto de verdad. La derecha y el sector conservador de la sociedad lo saben y por eso juegan con la mentira,
el ataque/insulto y el miedo, para luego presentarse como víctimas de
la reacción y rescatadores de la situación que ellos han hecho creer.
El momento actual, con el mensaje de que se ha
traicionado a España, de que se va a romper la Nación, de que se ha dado
un golpe de Estado, de que se trata de un Gobierno ilegítimo… refleja
muy bien esa instrumentalización de la mentira, y los ataques e insultos en busca del miedo y el enfrentamiento.
Y lo hacen porque saben que, aunque es mentira, no les va a pasar nada,
ni en lo inmediato ni en lo referente a su credibilidad, que continuará
intacta.
Sólo hay que echar la vista atrás para comprobarlo. Con la llegada de la Democracia dijeron que todo iba a ser un caos social y que se iban a perder los valores. Después, cuando el PSOE ganó las elecciones en 1982,
lanzaron el mensaje de que iban a llevarse los ahorros de los bancos,
las casas iban a ser expropiadas, especialmente los apartamentos de la
playa, las iglesias arderían, las fincas se iban a ocupar y repartir
entre los obreros del campo… Nada de eso pasó. Pero años más tarde, en
2004, desde esas mismas posiciones no pararon de repetir que la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero
fue debida a la conspiración del PSOE con ETA, para llevar a cabo los
atentados del 11M e impedir que el PP ganara las elecciones, lo cual
también convertía a su Gobierno en ilegítimo. Una estrategia que luego
continuó llamando al Gobierno traidor durante las negociaciones para
acabar con la banda terrorista, y, que al final, visto que por esa vía
no hacían mucho daño, terminaron responsabilizándolo de la crisis
económica mundial. Nada de eso fue así.
Ahora repiten sus tácticas con la victoria del PSOE y el Gobierno de Pedro Sánchez.
La pregunta es sencilla, ¿por qué si nada de todo lo que se ha dicho desde la derecha y los sectores conservadores ha sido cierto,
y sólo buscaron generar enfrentamiento, desprestigio y miedo para
beneficiarse a través de él de lo que fueron incapaces de conseguir con
sus propuestas y gestión, se le da credibilidad y recorrido a lo que dicen ahora con el mismo argumento y objetivo?
En Medicina, a principios de los 90, se desarrolló la llamada
“Medicina Basada en la Evidencia” (MBE), para evitar las posiciones
individuales derivadas de experiencias personales, y la influencia de
elementos externos que pudieran estar interesados en determinadas pautas
diagnósticas o terapéuticas, situación que llevaba a una serie de
decisiones sin ningún fundamento científico. Algo así habría que
introducir en la política,, una “Política Basada en la Evidencia”, al menos en algunas de sus partes, para impedir la falta de rigor y la instrumentalización de la mentira con la complicidad de algunos medios e instrumentos de comunicación.
Cambiar de opinión puede ser cuestionable, pero no es mentira. Mentir siempre es cuestionable,
sobre todo cuando se hace para cambiar la opinión de la gente sobre la
falacia, y así aumentar la crispación y el enfrentamiento social.
Una sociedad dividida y enfrentada puede dar votos, pero no victorias. La sociedad siempre pierde en esas circunstancias.
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