El cinismo es muy fácil de entender y de definir. El diccionario nos dice que es la desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. Es una desvergüenza incalificable el modo en que los priístas y los panistas (que ya son lo mismo), por ejemplo, elaboraron el presupuesto de egresos del Estado para 2010. Es una desvergüenza, asimismo, el modo como el gobierno panista hace negocio con sus socios capitalistas en todos los órdenes de la vida social (incluida la extinción
de Luz y Fuerza del Centro y de su sindicato de trabajadores).
Mi entrañable Chema Pérez Gay me dio a conocer a un filósofo alemán contemporáneo, Peter Sloterdijk, quien, en una de sus ya numerosas obras, Crítica de la razón cínica, analiza el cinismo en las relaciones sociales y de poder. Escribe, por ejemplo: Cuanto más carente de alternativas aparezca una sociedad moderna tanto más se permitirá el cinismo
(p. 191 de la edición española de Siruela). El cinismo, nos dice, permea todas las relaciones sociales y no es patrimonio de los de arriba. A veces es más patente en los de abajo y no siempre para mal, aunque así pueda parecer. El siervo o el sometido, generalmente, son unos cínicos. Pero en una doble perspectiva: puede darse el anuncio de la rebelión y la subversión o el sometimiento por placer.
Cuanto más sometidos están los de abajo, más agradan a sus dueños; cuanto más muestran su independencia y deseo de libertad, más indeseables les parecen y no escatiman medios ni recursos para seguir sometiéndolos. Eso es lo que hemos podido ver con la respuesta de autodefensa de un gremio de antigua cepa independentista como lo es el Sindicato Mexicano de Electricistas. Yo no siempre he estado de acuerdo con las posiciones de sus dirigentes en mis ya más de 50 años de militancia política; pero siempre ha sido para mí una organización laboral confiable por ser independiente y combativa.
El discurso que Andrés Manuel López Obrador pronunció ante los habitantes de San Andrés Ixcuintepec, en la región mixe de Oaxaca, el pasado lunes 16 de noviembre, me hizo recordar el libro de Sloterdijk. Dijo el líder de nuestro movimiento cívico: “Con mucho respeto les digo que ya no se dejen engañar; ya le tomaron [los dueños del poder y del dinero] la medida a la gente pobre. Los del PRI y los del PAN saben que en el pueblo hay mucha necesidad y cada vez que hay elecciones trafican con la pobreza de la gente. Les dan cualquier cosa, les prometen todo y ya que tienen los votos ni los vuelven a ver… ¿Cuándo van a volver a ver a esos candidatos? Cuando quieran… ocupar otros cargos… Les va a salir carísimo haber entregado el voto a cambio de hasta unas canastitas de plástico de 10 pesos”.
Desprejuiciado como quiere presentarse, el filósofo alemán postula que la cara innovadora de la sociedad del cinismo de abajo es aquél que aparentemente acepta su situación, pero sólo para rebelarse después. En otro pasaje nos dice: “Cuando el ‘esclavo’ descontento coge jovialmente del brazo a su señor, hace presentir la fuerza que tendrá su revuelta” (p. 188). Ojalá así fuera siempre y el mismo López Obrador parecería llamar a ello: Cojan lo que les ofrecen, tómenlo y aprovéchenlo pero, luego, decidan independientemente
. Lo ha dicho siempre. Yo no confío en el cinismo de abajo. El cinismo es (y siempre lo será) absolutamente deleznable, porque toda revuelta de abajo debe fundarse en la claridad de ideas y de objetivos. Es precisamente a lo que el tabasqueño ha venido llamando: a tener claridad en las decisiones que se tomen.
Si vemos la otra cara de la moneda, vale decir, el cinismo de los de arriba, el asunto se vuelve, francamente, repugnante y, entre más prepotente, más asqueroso nos resulta. Es cinismo de la peor ralea el que en la presentación de su decreto de extinción de LFC Calderón cite estos artículos: 89 constitucional, fracción I y los 27, 31, 32, 32 bis, 33, 34, 35, 36 y 40 de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, así como otros de menor relevancia, cuando, en realidad, los cita para violarlos y violar otros artículo constitucionales y legales que ya hemos citado y entre los que destaca el 123. Creo que no hace falta que vuelva a repetir los conceptos de violación de esos preceptos.
La forma escandalosamente desvergonzada en que priístas y panistas (incluyendo a muchos perredistas) han aprobado el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2010 ha hecho que los observadores extranjeros hagan mofa de nosotros y con sobra de razón. Ha resultado un presupuesto a la medida de los gobernadores (priístas, sobre todo, pero también panistas y perredistas) que se agandallaron y obtuvieron la mayor tajada de un presupuesto que se recuerde en nuestra historia. Sloterdijk ve en la prepotencia un fruto del cinismo. No creo que haya sucesión entre esos conceptos, pues ambos operan y prosperan al mismo tiempo.
Los panistas que nos gobiernan y, en particular, los priístas que les prestaron el poder por un rato, hoy están haciendo prevalecer el cinismo (y su correlato, la prepotencia) en nuestras relaciones políticas. De hecho, siempre lo hemos padecido, porque fue el signo del gobierno de los priístas, pero ahora aparece más descarnado que nunca, más desvergonzado y más ofensivo para la conciencia pública, si es que existe algo así.
El gran Movimiento Cívico en Defensa de la Economía Popular, el Petróleo y la Soberanía Nacional es una iniciativa en contra del cinismo y la prepotencia de los de arriba y de ese cinismo suicida, masoquista, conformista y poquitero de los de abajo. En la tradición filosófica que inauguró ese gran filósofo alemán que he citado tantas veces, Immanuel Kant, crítica quiere decir conocimiento a fondo, hasta las raíces, de todas las cosas. Necesitamos esa crítica entre nosotros de la razón cínica, como lo propone Sloterdijk, pero a nuestro modo, volviéndonos de verdad independientes en nuestros juicios sobre la acción en la política, como lo propone López Obrador y haciendo a un lado el cinismo y, más todavía, la prepotencia.
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