La campana contra la violencia
SARA LOVERA
MÉXICO, D.F., 26 de noviembre (apro).- Cuando empiece la circulación de este texto habrá llegado a Ciudad Juárez o al antiguo Paso del Norte una campana de 85 kilos, y metro y medio de altura para tañer a favor de una vida libre de violencia para las mujeres.
"La Campana por la vida", como se le llama, se construyó durante 8 años con llaves caseras que fueron reunidas y fundidas, se entregó a la Asociación Internacional Mujeres de Negro, en el pasado Encuentro Feminista Latinoamericano para que ellas la trasladaran a Ciudad Juárez.
Durante 10 días, las mujeres hicieron tañer esta simbólica campana en un recorrido de más de mil 500 kilómetros, en 8 capitales de distintas entidades del país, en que se realizaron una gran cantidad de actividades que pusieron el acento en la más desesperada y única demanda: que paren los asesinatos de mujeres en México, especialmente en Ciudad Juárez, Chihuahua, el lugar mundialmente conocido como del asiento del feminicidio.
La "Campana por la vida" es un símbolo que genera eco ciudadano, porque además en nuestro inconsciente, su figura, su estructura, su imagen está prendida del sentimiento colectivo de todas las llamadas a poner punto final a una injusticia.
Su tañer nos recuerda que sirvió para iniciar la lucha por la Independencia hace casi 200 años, lo es, a pesar de lo plañidero que pueda parecer, para convocar a la identidad nacional cada 15 de septiembre y ahora se ha feminizado, su tañer de hoy en adelante nos recordará que en Ciudad Juárez, mujeres, madres, víctimas y desaparecidas, son la mancha nacional de un sistema patriarcal y autoritario.
Las campanas son eso, el repique para llamar la atención. Ésta que salió de la Ciudad de México el 10 de noviembre y que ya recorrió caminos, puentes, pueblos y comunidades se convirtió en un heraldo de anunciación.
La llevaron a cuestas de un camión de redilas, decenas de militantes que realizaron el "Éxodo por la vida de las Mujeres", para, una vez más, dar a conocer y protestar por la impunidad que persiste en México ante la violencia extrema contra las mujeres. Unas dos mil son asesinadas cada año y todavía no existe una manifestación masiva de la sociedad en contra ni un titular de ocho columnas o de primera plana en los diarios del país para exponerlo.
Las del Éxodo son las mujeres que en Ciudad Juárez abrieron la ventana para conocer del feminicidio. Y apenas iban en camino, tras cerrar simbólicamente el Congreso en Guanajuato, cuando se supo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró al gobierno mexicano como responsable de la muerte de ocho mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, cuyos restos fueron localizados el 2001 en el área conocida como Campo Algodonero.
Esta condena, que al cierre de Palabra de Antígona todavía no era difundida oficial y públicamente, es según los abogados de la causa, inapelable y su carácter es "reivindicatorio encaminado a la no repetición de los hechos".
También señala que el Estado mexicano no llevó a cabo las investigaciones pertinentes sobre dichos homicidios ocurridos en noviembre de 2001 y no podrá ser impugnada.
Los alegatos del juicio que comenzó en abril se sostuvieron en los principios y mandatos establecidos en la Convención Interamericana contra todas las formas de Violencia Contra las Mujeres, según explicó a varios medios de comunicación la abogada Andrea Medina Rosas, del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer, quien junto con Karla Michel Salas y David Peña, de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos, representa a familiares de las víctimas.
La información más reciente indica que en Ciudad Juárez desde que en 1993 se empezaron a registrar los casos de homicidios contra mujeres hasta la fecha se suman 480 asesinatos. No obstante de acuerdo con la investigación que realizó la Cámara de Diputados entre 2005 y 2006, en un lapso de 10 años, fueron asesinadas más de 2 mil mujeres en México, sólo por eso, por ser mujeres.
La resolución de la Corte Interamericana, un organismo de la Organización de los Estados Americanos ha puesto claramente en el banquillo de los acusados al Estado y los gobiernos en México, toda vez que para esa investigación, los trabajos del Observatorio contra el Feminicidio, de más de 16 organizaciones civiles, para las madres y familiares de las asesinadas y desaparecidas de Ciudad Juárez, significa una clara definición de culpabilidad de un sistema de justicia inoperante, de una discordancia entre los discursos y los hechos, en México y en otras partes del mundo.
Apenas esta semana de la marcha, la que esto escribe, visitó La Paz, Bolivia, donde en un año fueron asesinadas 480 mujeres; lugar de cambio democrático donde en 2009 hay en la lista 17 asesinatos sin solución; lugar que tendrá elecciones el 6 de diciembre, pero en donde todavía no se incorpora, profundamente, un concepto feminista de lo que es ser hombre y ser mujeres.
Como en Bolivia, la cuenta de mujeres ultimadas en la región latinoamericana es larga. Guatemala, Nicaragua, Honduras, Panamá, Chile y Colombia, en cada uno hay una profunda herida que sanar y en ninguno de esos países u otros como Argentina, Uruguay o El Salvador, los gobiernos, de cualquier signo, han puesto el tema como uno supremo y de seguridad nacional.
Ha quedado claro que no son suficientes las denuncias, pero son necesarias y fundamentales; tampoco son suficientes las leyes, que en México hoy, esas de garantizar una vida sin violencia no operan, pero son necesarias. No es suficiente publicar y difundir esta terrible situación, lo que se necesita es sociedad y mujeres organizadas.
El Éxodo sin duda ha sido un acto de recordatorio, de lucha, de esfuerzo. Las denuncias en este noviembre, fuertes y altisonantes; los recuentos necesarios y trascendentes; la palabra alternativa en miles de signos por el ciberespacio es fundamental. El ocultamiento y desprecio de los medios de comunicación masiva, significativos; el silencio de las y los gobernantes, artero; falta sociedad, falta sensibilidad, falta verdadera voluntad política.
Hoy corremos el riesgo, de tanto hablar de violencia feminicida y mantener intacto el aparato de justicia, digo, corremos el riesgo de acostumbrarnos. Por eso la condena al gobierno de México, producto indiscutible de la tarea de las abogadas Karla Michel y Andrea Medina, indican que, además de la denuncia y la acción litigante, se necesita mucho más. La "Campana por la vida", que estará desde esta semana como testigo en Ciudad Juárez, será el nuevo símbolo de lucha y memoria. No más cruces, ni imágenes lastimeras, no más discursos vacíos, peticiones sin trascendencia. Se necesitan hechos, movilizaciones, no palabras.
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