La tragedia de la plataforma Usumacinta
Ana Lilia PérezLas muertes en altamar, las horas de pánico, la confusión, el miedo, el último aliento: los testimonios de los trabajadores que narran la tragedia de la plataforma Usumacinta en la Sonda de Campeche, pruebas clave contra el Estado mexicano, y la negligencia de Pemex, cuyo caso revisa la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington
A 18 kilómetros de la costa, al norte de Frontera, Tabasco, aquel mediodía del martes 23 de octubre de 2007 la Sonda de Campeche se crispó cuando una fuga de gas sulfhídrico comenzó a invadir la plataforma Usumacinta. Dos días atrás, la vieja plataforma había sido posicionada junto a su similar, la tipo Sea Pony Kab-101 –propiedad de Petróleos Mexicanos (Pemex)–, para terminar de perforar el pozo Kab-103.
Desde muy temprano, el cantilever de la plataforma Usumacinta (el armazón central de la plataforma) había golpeado la parte superior del árbol de válvulas (árbol de producción) del pozo Kab-101, generando la fuga. Nunca sonó la alarma, pero algunos trabajadores escucharon al personal de operación hablar del incidente y los vieron bajar al piso de producción a cerrar las válvulas subsuperficiales de seguridad de los dos pozos. Más tarde, el árbol de válvulas del Kab-121 presentó dos fugas de petróleo y gases asociados, una de ellas muy abundante porque una válvula estaba degollada.
En poco tiempo, el pozo estaba fuera de control. A las 15:30, los superintendentes Miguel Ángel Solís Rodríguez, de Pemex, y Guillermo Porter Rodríguez, de Perforadora Central, dieron la orden de evacuar. A un lado de la plataforma yacían dos botes salvavidas, llamados mandarinas, que serían refugio y transporte para el traslado a una embarcación más grande o a los helicópteros que los llevarían a puerto seguro.
Arreciaba el frente frío 4; en las siguientes horas el lugar se convirtió en el último infierno para los 73 trabajadores. De ellos, sólo 51 sortearían el temporal. Las autopsias oficiales dicen que murieron ahogados seis de Pemex, 10 de Perforadora Central, cuatro de Servicios de Comisariato (Sercomsa), empresa filial del Grupo Protexa, y dos del Morrison Tide, uno de los barcos que participó en las operaciones de rescate.
Las versiones de los sobrevivientes dicen que antes de ahogarse, algunos estaban engasados, intoxicados, traumatizados. El informe del Battelle Memorial Institute, conocido como Informe Battelle, dice que, aunque “hay testimonios que sugieren que (además del ahogamiento) hay otras causas que pudieron haber sido las responsables (de las muertes), nunca lo sabremos con completa certeza”.
En la Recomendación 14/2009, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) acreditó que por negligencia de Pemex murieron los superintendentes Miguel Ángel Solís Rodríguez y Guillermo Porter Rodríguez; el intendente, José Ramón Granillo Jiménez; los ayudantes de perforación Leandro Manuel Hernández Pozo, José Hugo Hernández Flores, Ricardo Bustamante Bautista, Allende Alcudia Olan, Guadalupe Frías Ovando, Carlos Arturo Gurrión Toledo, Jorge Alfonso Barrancos Dzul y Francisco Abreu Villanueva.
Además, Martín González Mijangos, auxiliar administrativo; el médico José Luis Sánchez Rodríguez; los motoristas Juan Luis Martínez Palacios y Omar Gerardo Andrade Zárate; el gruero Mario Efrén Flores Rodríguez; los cocineros María del Carmen Aguilar Sánchez y Aroer May Jiménez; el lavandero Benito de los Santos Santos; el lavalozas Juan Felipe Figueroa Jiménez, así como dos rescatistas del Morrison Tide. Todos oriundos del Estado de México, Veracruz, Tamaulipas, Tabasco y Campeche.
Con el tiempo, los muertos quedaron reducidos a cifras oficiales. Eso, explican a Contralínea los deudos, es uno de tantos agravios a los que han sido sometidos por Pemex y las contratistas, que se negaron a indemnizarlos. Por ello, recientemente acudieron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en su sede en Washington revisará las circunstancias de las muertes, relatadas por las víctimas que viven para contarlo.
Maribel
Con más de 21 horas en medio de la tempestad, Maribel vio desfallecer casi a todos. Al interior de la mandarina número 2, la que durante las primeras dos horas de navegación se rompió en alta mar, dejando una estela de ahogados, ella fue la última en ser rescatada con vida.
Como la mayoría de sus compañeros de Serconsa, filial de Protexa, se embarcó el 12 de octubre para el cambio de turno en la Usumacinta. Protexa suministraba alimentos y daba servicios a la plataforma. La víspera del 23 de octubre se hallaba en la zona de dormitorios junto a su amiga María del Carmen Aguilar Sánchez, de oficio cocinera. Quince minutos antes del medio día, escucharon la orden de subir al helipuerto, la zona más alta de la plataforma, porque había una fuga de gas sulfhídrico. A medida que transcurrían los minutos, se hacía más intenso el olor a huevo podrido, peculiar del tóxico. Las alarmas no sonaron, nadie las recuerda.
Desde las 11:41 horas, según el reporte oficial de Control Marino, los superintendentes solicitaron la autorización para evacuar la plataforma. Pemex la aprobó casi tres horas después. Desde el helipuerto, llenos de pánico, los trabajadores veían los fallidos intentos de controlar la fuga que precedió a la explosión. A las 15:30 horas les ordenaron subir a las mandarinas. Maribel y María del Carmen abordaron la número 2. El bote derramaba aceite abundantemente y las escotillas estaban parchadas con silicón. El agua las reventó, en segundos comenzó a colarse a chorros.
A las 16:30 se abrió la escotilla del timonel. El olor a gas y aceite invadió la mandarina, luego se trabó el timón, y el bote fue volteado por una ola. A medida que el agua era más copiosa, se desvanecía la luz al interior del armatoste de fibra de vidrio. Entre el ulular de la tormenta se escuchaban los gritos de pánico y desesperación. Luego, todo se volvió negro. Envuelta en el abismo, Maribel pensó que se había quedado sola, hasta que escuchó la débil voz de Carmen: no sabía nadar, requisito básico para trabajar en las plataformas, aunque sí tenía una libreta de mar que lo acreditaba, expedida por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, exhibida por Protexa ante Pemex y avalada por la paraestatal.
“Yo le decía que se bajara porque ya no se escuchaban voces, ella tenía mucho miedo, decía que se iba ahogar. Yo le gritaba que dónde estaba, escuchaba su voz, repetía que tenía miedo, que se iba ahogar… hasta que dejé de escucharla. Luego oí a Hugo Hernández Flores, compañero de Pemex. Él me decía que ya no podía más, que estaba muy cansado. Estuvimos hablando. Le pedí que luchara, que no se diera por vencido, pero él me decía que no, que estaba muy cansado. ‘Ya no puedo más Maribel’; ‘¡Tienes que aguantar, tienes que luchar! ¡Hugooooooo!’… Dejé de escuchar su voz.
“Después escuché que alguien tosía. Era mi amigo Juan Felipe Figueroa, el lavalozas… ‘Maribel, ¿nos vamos a morir verdad?’, me decía. ‘No Juan, no digas eso’. Intentaba darle ánimos. ‘No, Maribel, nos vamos a morir, nadie va a rescatarnos’. ‘No, Juan, no digas eso. ¡Ten fe!’. ‘Maribel, mi chaleco, ¡es que no lo traigo! ¡Lo traigo amarrado en el brazo!’. Le decía que tratara de ver otro chaleco, porque ya se sentía la gente muerta en el bote. Su voz era débil, estaba muy cansado. Le roncaba mucho el pecho. Yo le seguí hablando hasta que el agua nos cubrió.
“El agua entraba y salía. ‘¿Juan? ¡Aguanta Juan!… ¡Aguanta!’. Mis gritos fueron en vano. Grité hasta cansarme. Mi amigo Juan ya no pudo más: estaba muy cansado. Después supe que padecía asma. Y entonces me quedé sola; estaba sola con los muertos. Pasé allí 16 horas y media. Estuve luchando por ratos. Lloraba. Nunca dejé de rezar. No quería morirme. Luchaba, porque a cada momento entraba el agua y cada que entraba sentía que me iba ahogar. Así estuve hasta que me rescataron el miércoles a las 6:30 horas. Tuvieron que abrir un boquete para que pudiera salir. Me rescataron por una breña que se llama San Pedro (Barra de San Pedro en el municipio de Centla, Tabasco). Caminamos hasta un helicóptero de Pemex que me trasladó a las 8:30 horas”.
El reporte oficial indica que Maribel Bolaños fue la última persona rescatada de la mandarina número 2, la cual quedó totalmente destrozada. A las 8:16 horas del 24, fue transportada por el helicóptero con matrícula XA-UAC a Ciudad del Carmen. Sus compañeros y amigos, María del Carmen, Aguilar, Hugo Hernández y Juan Figueroa, fueron encontrados muertos junto con otras 11 personas.
Christian
“El día del accidente me tocó subir con los primeros a la mandarina 1. Al tomar nuestros equipos salvavidas, estaban encadenados y amarrados, nos costó trabajo usarlos. Cuando hacíamos los simulacros, nada más llegábamos al punto de evacuación total de la plataforma, pero en ningún momento se entraba a la mandarina. En el accidente no sonaron las alarmas. Cuando esperábamos para salir al helipuerto, los aires estaban muy fuertes. Estaban viendo si podían comunicarse a tierra con la gente de Pemex para controlar la fuga. En poco tiempo ya era penetrante el olor a gas, fue cuando de Perforadora Central dieron la orden de evacuar el helipuerto.
“Ese día se mandó llamar un barco que nos iba a rescatar, pero por cuestión del oleaje no se pudo acercar, entonces iba a estar en la periferia de la plataforma, porque si nosotros bajábamos a las mandarinas, allí ellos nos iba a rescatar.
“Por fuera, las mandarinas se ven bien. Tienen que servirte para evacuar la plataforma y llegar a un punto seguro para ser rescatado, pero en este caso no cumplió su cometido ya que a una hora de estar allí el oleaje nos viró y no sólo entró agua, sino que la misma ola rompió la parte de arriba; el que la venía maniobrando perdió una oreja.
“En ocho meses de trabajar con Serconsa, era mi cuarta subida a esa plataforma. Yo ya había estado en otra plataforma, una de gringos, allí sí tienen sistema de seguridad, es más, hasta la vestimenta para salir a los simulacros se tiene que cumplir tal y como es, porque si no te regañan. Quizá por esa disciplina yo aprendí muchas cosas del uso de los equipos.
“Mi trabajo es administrativo; el día 23 subí porque tenía que entregar una documentación. A las 9:00 horas escuché a los superintendentes comentar que tenían que volver a llamar a los barcos remolcadores porque la plataforma había quedado mal posicionada. Por ende, desde que se hizo la maniobra para ubicar a la plataforma, había quedado mal. Por personal de Pemex yo sabía que ese pozo ya estaba perforado, nada más era quitarle tres tapones. Personal de contraincendio me había comentado que en ese pozo existía un alto índice de gas sulfhídrico, que la maniobra tendía a ser peligrosa”.
* ¿Hicieron algo para prevenirlo?
* No, lo único fue que días antes de que se estuviera moviendo la plataforma del pozo empezaron a bajar a gente de la misma plataforma, porque en la navegación no puede haber tanta gente a bordo; precisamente antes de que se suscite cualquier tipo de accidente. De hecho, la movilización de la plataforma se pretendía antes del lunes, ya que se sabía de antemano que el lunes en la noche entraba el frente frío.
* ¿Sabían que vendría el tiempo frío y aun así los trasladaron?
* Así es. Un día o dos días antes nosotros llegamos al nuevo pozo. La Capitanía de Puerto dio el permiso para tres barcos que fueron los que remolcaron la plataforma, uno de Oceanografía, otros dos no recuerdo de qué compañía eran.
El parte oficial indica que, en los primeros 30 minutos de navegación, el agua comenzó a inundar la mandarina 1. Los conductores trataron de acercarla al barco Morrison Tide para que los rescatara. Cuando estaban a menos de 50 metros, desde el barco les lanzaron un mecate, pero se reventó y el bergantín golpeó la mandarina. Cuando el agua les llegaba a las rodillas, en desbandada, la tripulación buscó la forma de salir.
Domingo Corona Moreno, de Perforadora Central, fue el primero en ser rescatado: aproximadamente a las 14:00 horas lo subieron al barco, pero uno de los tripulantes se lesionó en cubierta y otro murió al poco tiempo. Otros dos fueron lanzados al mar por el oleaje, uno murió y el otro fue rescatado más tarde por el buque Isla del Toro.
Christian Felipe Jesús Priego no fue rescatado sino hasta las 8:04 horas del día siguiente, junto con el trabajador de Pemex Fernando Cervera Ramírez, con quien alcanzó la playa. Los traslado el helicóptero con matrícula XA-GFT.
Óscar
Cuando las manecillas del reloj marcaban las 11:30 horas, Óscar, capitán de meseros de la Usumacinta, escuchó la voz del superintendente Guillermo Porter que advertía al par de Pemex que había una fuga de gas. Así que, al igual que sus compañeros, corrió por su chaleco. Dice que por la puerta de acceso les impedían salir, así que la empujaron para apostarse en el helipuerto.
“Estaban llamando al barco Morrison que supuestamente nos iba a rescatar, pero pasó una ola muy fuerte y dobló la escalera por donde íbamos a bajar. ¡La dobló como si fuera un palo! El barco nunca se acercó. Fui de los primeros en entrar al bote número 2. Cuando se volteó, quedé prensado entre el motor y la parte de arriba del bote. Los cadáveres me aplastaban y no me dejaban salir. Tragué agua, muchísima agua con aceite.
“Yo también me había rendido. Hasta aquí llegué, dije. Y no sé, de pronto sentí que algo voló para arriba y me abrió un espacio en la cabeza. Saqué el cuello y comencé a respirar. Hice un gran esfuerzo para sumergirme para poder salir. Cuando estábamos arriba, éramos alrededor de 21 personas arriba del bote y la marea era tan fuerte que cada oleaje nos aventaba de dos o tres personas y se los llevaba así. Yo bajé del bote hasta las 4:00 horas. Llegamos a la barra de San Pedro, nada más 11 personas”.
El 24 de octubre Óscar de la Cruz Valencia fue trasladado en el helicóptero XA-UAE junto con Alfredo de la Cruz Ruiz, Hugo Malerva del Ángel, Fredy de la Cruz Arévalo, Héctor Francisco Reyes Tapia, Nicolás Alvarado y Leopoldo César García.
Jesús
“¡Fuga de gaaaas! ¡Fuga de gas sulfhídrico!”, escuchó Jesús mientras yacía en la sala de televisión. Como recamarero y pasillero, su función era despertar a la gente del turno nocturno que a esa hora dormía en el segundo y tercer nivel. Salió hasta que todos ya estaban en el helipuerto. Cuando la ola viró la mandarina 2, a nado buscó una salida.
“Allí abajo todo estaba oscuro. Hasta que me pude levantar y vi la luz del día. Ya había tragado mucha agua. Lo único que hice fue flotar. Me fui despegando de todos. ¡Estuve más de 15 horas navegando solo! Salí hasta por Frontera, Tabasco. Nunca luché contra el mar, el mar me sacó. Como a las 6:00 horas, estaba en Frontera. El frío me mataba. Caminé hacia unos arbustos a esconderme del frío. El aire del temporal me estaba matando. Me dormí un rato. Como a las 9:00 horas escuché los helicópteros. Salí y pedí auxilio. Me llevaron al hospital de Pemex. Eso es lo único que puedo explicar”.
El informe oficial dice que entre las 11:00 y 12:00 horas del 24 de octubre, el helicóptero AMHT-218 de la Armada de México rescató en Frontera a los sobrevivientes Jesús Manuel García Paxtian y Eder Ortega Flores. En esa misma playa recuperó tres cadáveres. Estaban a 30 millas náuticas al oeste de Ciudad del Carmen.
Jorge
“Yo estaba de turno en el área de cocina. En la contingencia, todo a la mera hora falló. No suenan las alarmas, no suena nada en la plataforma, y uno se desespera porque no encuentra nada que hacer más que ir al punto de reunión. Una mala acción de seguridad allí en la plataforma: tanto Pemex o Central no tenían la seguridad en esa plataforma como debía de ser. Era mi segunda subida. Tenía dos años con Protexa. Nunca pensé que me pasaría esto, pero gracias a Dios estoy vivo para contarlo”.
El reporte oficial indica que Jorge Francisco Montiel era una de las 12 personas a las que el mar arrastró encima de la mandarina 2 hasta la costa de Centla. En el helicóptero XA-UCF, uno de los que ASESA arrienda a Pemex, fue trasladado a Ciudad del Carmen.
Hugo
“A mí me tocaba trabajar de noche, así que a esa hora estaba durmiendo. Subimos al helipuerto, allí estuvimos unas tres horas. Cuando subimos a las mandarinas, noté una falla porque me tocó ir de pie en la escotilla delantera, tenía mica y estaba pegada con silicón; estaba parchada. Esas escotillas al momento de dar vuelta se abrieron todas y se llenó de agua.
“Fui uno de los primeros que se salió, porque como iba de pie en la escotilla, a tientas empecé a tocar y me escurrí por un hueco que encontré. Cuando salí quedé muy lejos de la mandarina. Atrás apareció un compañero de Pemex. Ya al rato lo vi encima del bote. Empezamos a nadar. Poco a poco empezaron a salir los demás. Yo no me había dado cuenta, pero estaba todo golpeado y me estaba desangrando.
“Para nosotros nunca llegó el rescate. Los helicópteros nos localizaron cerca de la una de la mañana, pero no hicieron nada por nosotros, nada más nos fueron vigilando hasta que llegamos a la orilla. Caminamos entre un manglar hasta donde estaba otro helicóptero. Nos llevaron al hospital de Pemex y allí nos tuvieron una hora: me suturaron la herida, me sacaron una radiografía de cráneo y ya. Luego nos llevaron al Seguro Social. Nos tuvieron cuatro horas, nos pusieron un suero y ya, nos echaron para afuera, aunque llegamos todos con la vista mal. No podíamos ni ver. Estábamos en malas condiciones y así nos aventaron para afuera”.
Los informes médicos indican que la mayoría de los náufragos presentaba conjuntivitis química, tenían una espesa secreción verdosa; algunos presentaban contusiones oculares y la mayoría fotofobia, lo que les impedía la visibilidad.
Hugo concluye su relato: “La compañía nos llevó a un hotel y a los dos días nos mandaron a cada quien para su casa, a mi nada más me dieron medicamento para la gripa y tos, y fue todo. De allí, atención por el Seguro ya no recibí”.
Inocente
“Trabajaba en el turno de la noche, así que a la hora del accidente estaba durmiendo. Doña Carmen entró a despertarme y me dijo que estaba la emergencia. Me puse mi chaleco y fui al helipuerto. Cuando la mandarina se volteó, yo logré salir por una escotilla. Permanecí allí como una hora hasta que una ola como de 10 metros me sacó. Me quedé a la deriva como siete horas; luego me rescató la Marina. Me tuvieron hasta la una de la mañana, luego me llevaron al helipuerto de Ciudad del Carmen, luego al hospital de la Marina y me tuvieron casi dos días”.
El informe oficial indica que a las 00:27 horas del 24 de octubre, el helicóptero SEMAR PM-151 rescató a Inocente Alejandro Castillo. Dieciocho minutos después, la aeronave trataba de rescatar a otro sobreviviente, pero se les cayó al mar y cuando trataron de regresar a buscarlo no lo encontraron; a las 15:26 horas reportaron que encontraron un cadáver al Este de Ciudad del Carmen.
Eleazar
“Trabajé de noche, así que a esa hora estaba descansando, aunque no pude dormir porque ya lo presentía. Escuchaba a la gente que corría por la escalera. El aire estaba muy fuerte. Nadie quería salir, yo tampoco, pero hay unos que son muy valientes, no querían morir allí y salieron. Cuando salí, lo primero que hice fue buscar el tanque que tuviera más oxígeno porque algunos no estaban bien cargados: me lo coloqué y luego le ayudé a mis compañeros que no sabían cómo.
“Veía a la gente muy nerviosa. Unos gritaban. Otros se desmayaban. Sentí mucho miedo al meterme a la mandarina porque sé que hay muchos que se han muerto. Yo esperaba lo peor. Empecé a vomitar. Ya no podía, ya no quería estar allí. Me sentía muy débil. Agaché la cabeza y traté de contener el vómito. Ya teníamos mucho tiempo navegando, cuando de pronto entró el agua. Yo sentí una ola y no me dio tiempo ni de respirar. Me aventó el agua; me golpeé. Traté de salir pero no encontraba la salida. No tenía aire y no podía respirar. Me puse a nadar pero no sabía para dónde.
“Me di por muerto. Me vencí, pero de pronto miré algo claro: era la escotilla y lo único que hice fue acercarme. El chaleco me sacó a flote. Estuve durante 14 horas encima de la mandarina hasta que las olas nos sacaron a la playa. Estuvimos esperando un rescate que nunca llegó. Cuando llegó un helicóptero, ayudamos a subir a los que estaban más heridos. A las cinco de la mañana regresó el helicóptero por nosotros. Nos llevaron al hospital de Pemex, nos tuvieron una hora y nos enviaron al Seguro. Allí nos tardaron mucho para sólo ponernos un suero”.
Erick
“Yo soy buzo. Trabajé primero para Pemex, luego para Protexa. Esa fuga fue letal porque el gas es venenoso. Al detectar el gas, la primera reacción es que arde la nariz, la segunda es el mareo y la tercera es que uno pierde el conocimiento o incluso muere. Yo he pasado por varias contingencias, pero nunca como esa: en la Usumacinta no hubo coordinación por parte de Pemex. Ignoro lo que pasó; por qué se quebraron las mandarinas; por qué hubo tantas cosas, e incluso, muchas anomalías.
“Lo que pasó es parte de las anomalías que ocurren a bordo. Sólo es cuestión de que uno suba a bordo y se dé cuenta. Claro que cuando sube personal de inspección, peritos y todo eso, en las auditorías ponen todo como si no pasara nada, para proteger a Pemex. Se lo digo en nombre de Dios: les ofrecen una buena comida, incluso hasta sus tragos para que no digan nada, y que aquí se quede”.
Y después del naufragio…
Traumatizados, deshidratados, con altos grados de hipotermia, contusiones, conjuntivitis, esofagitis y excoriaciones dermoepidérmicas, algunos en estado “muy alto” de tensión emocional, otros en shock, así llegaron los 68 heridos a los hospitales de Ciudad del Carmen y Comalcalco, 53 náufragos y 15 rescatistas.
En la Sonda de Campeche, la mayoría de los trabajadores son contratados mediante triangulaciones, es decir, pactan con una empresa, otra les paga y desarrollan el trabajo operativo bajo las órdenes de una más. Sin representación sindical o afiliados a sindicatos de protección, los empleados “de compañía” siempre tienen las de perder. Los sobrevivientes de la Usumacinta no fueron la excepción: la categoría de los trabajadores se vio reflejada en la atención médica discriminatoria aun en esa situación de emergencia.
Mientras que los empleados de Pemex recibieron atención en los hospitales de la petrolera, se les abrió un expediente clínico, se les tuvo bajo observación y se les dieron incapacidades recomendándose actividades lúdicas y de recreación, terapias psicológicas y un adecuado proceso de acompañamiento; en contraste, a “los de compañía” los tuvieron unas horas en el hospital en tanto les curaban las heridas. Después el patrón los hacinó 48 horas en un hotel de segunda y allí dentro, lejos de la prensa, les dio la orden de que ‘como pudieran’ se regresaran a sus casas, que al fin el contrato se daba por terminado. A solas, aguantaron los malos tratos, soportaron su miedo y reprimieron el estrés postraumático que los sicólogos diagnosticaron en todos los náufragos.
Ganancias millonarias por una cobija
Guillermo Porter Rodríguez era uno de los superintendentes más experimentados de la industria petrolera mexicana, no en vano trabajó en ella 52 años de su vida, 35 con Pemex y 17 con Perforadora Central. Al morir, la compañía que representa Patricio Álvarez Murphy se negó a indemnizar a su viuda, Virginia Castellanos, arguyendo que no era trabajador, sino “prestador de servicios”, así que “no tenía derechos”.
El día del accidente, como buen capitán, envió a su tripulación a que evacuara del artefacto marítimo, para luego hacer lo propio. Murió ahogado al interior de la mandarina 2. El informe oficial indica que a las 10:18 del 24 de octubre, el helicóptero AMHP-150 de la Armada de México encontró su cadáver junto con los de Leandro Manuel Hernández Pozo, Juan Felipe Figueroa y Miguel Ángel Solís Rodríguez; se llevó los de Leandro y Juan Felipe. Más tarde, el helicóptero AMHT-218 regresó por su cuerpo y el de Miguel Ángel.
Laura Porter dice que los directivos de Perforadora Central “nunca nos dieron la cara”. No hubo condolencias, esquelas, ni una sola misiva. Echados por borda los años que Porter se entregó a la empresa de domingo a lunes, disponible las 24 horas del día, aun en tierra, atento a resolver cualquier eventualidad en las plataformas de Perforadora Central. “Les dedicó su experiencia, les dio a ganar millones de dólares, y en pago nos entregaron su cuerpo envuelto en un viejo cobertor”.
El caso de Porter es un ejemplo de lo que ocurrió con la mayoría de las víctimas. Para sortear el escrutinio público, la dirección de Pemex aseguró que todos habían sido indemnizados, y que su equipo jurídico –encabezado por Néstor García Reza– asesoraba a los deudos. La contraparte desmiente la versión, incluso demandaron a la paraestatal y a sus respectivas compañías ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje por la negativa a indemnizarlos.
Los deudos presentaron una segunda demanda ante la Corte de Distrito del estado de Texas, caso 9:08-cv-00200-TH, que se ventila actualmente en Estados Unidos en contra de Petróleos Mexicanos y los corporativos Gulf Coast Marine& Associates, Inc, Schlumberger Limited, Vetco Gray Inc, Halliburton Company, Glen Carter, Baker Hughes, todos ellos, involucrados en el suministro de equipo de infraestructura o seguridad de la Usumacinta; además del Battelle Memorial Institute, por emitir el estudio –pagado por Pemex– en el que culpa de las muertes a los mismos trabajadores.
Exhiben abusos en Pemex ante la CIDH
Ante la negativa del gobierno federal de responsabilizarse del colapso de la plataforma Usumacinta, y el rechazo de Pemex a la Recomendación 014/2009, en la que la CNDH acreditó que los directivos “toleraron que la plataforma Usumacinta funcionara en condiciones que no garantizaban cabalmente la integridad física y la vida de los trabajadores”, la CIDH juzgaría la responsabilidad del Estado mexicano, que representa Felipe Calderón, en las 22 muertes del desastre identificado como el más grave ocurrido en la industria del gas y del petróleo en las últimas décadas.
El pasado 6 de octubre, la oficina sede de la CIDH, en Washington, recibió el legajo de informes, estudios, testimonios y denuncias, que documentan una historia de negligencias, omisiones, corrupción. El clamor de 22 almas, en la inmensidad de los 90 mil kilómetros de mar profundo de la Sonda de Campeche, no tuvo respuesta. Cantarell les cobró caro la explotación irracional que las contratistas de Pemex hacen del oro negro en el segundo yacimiento petrolero más importante del mundo.
En su petición de intervención al organismo internacional, los peticionarios –los deudos, algunas víctimas, cinco diputados federales y diversas organizaciones del sector náutico– denuncian que a dos años del siniestro la PGR no ha fincado responsabilidades en la indagatoria penal AP/PGR/CAMP/CARM-II/142/2007, y que ni siquiera les ha dado acceso al expediente. Como tampoco le dio acceso a la CNDH, denunció el ombudsman nacional, José Luis Soberanes, incluso, el secretismo sobre el asunto le valió que la CNDH incluyera a la PGR en su recomendación.
Amén de repulsar su responsabilidad, los directivos de Pemex ni siquiera rescindieron el contrato a Perforadora Central, por el contrario, le recontrataron otras de sus plataformas que, según las supervisiones internas de Pemex Exploración y Producción, están en evidentes condiciones de deterioro (Contralínea 111). Por todo ello, los deudos acudieron a instancias internacionales.
Ante la CIDH se denuncia que en la industria petrolera mexicana impera “la contratación de personal inexperto, el limitado rigor en torno a las medidas de higiene y seguridad, la falta de garantías jurídicas para los empleados”. Además de los sueldos bajos, la falta de servicios de seguridad social, “ocasionando no sólo baja productividad, sino riesgos innecesarios e incluso lesiones y la muerte de empleados”. Se argumenta que “esta situación es un reflejo de la equivocada política empleada por Pemex para exigir y vigilar que se cumplan los ordenamientos nacionales e internacionales en materia de derechos humanos”.
Se señala como corresponsables a las secretarías del Trabajo y Previsión Social, que encabeza Javier Lozano, y de Comunicaciones y Transportes, al frente de Juan Francisco Molinar Horcasitas, quienes “han permitió que las empresas subcontratadas por Pemex incumplan los términos de los contratos y transgredan la legislación nacional e internacional”.
Se acusa al Estado de violar los derechos a la vida, a la legalidad, a la seguridad jurídica y a la integridad física de los trabajadores de la Sonda de Campeche, así como de incumplir las normas y reglamentos de seguridad que se requieren para laborar en las plataformas petroleras; de la deficiente capacitación y equipo proporcionado a los empleados en las instalaciones marinas de Pemex, y de no contar con embarcaciones de salvamento en las cercanías de las plataformas oceánicas.
La situación a la que se sometió a los trabajadores en la Usumacinta –argumenta la denuncia– violó también los convenios ratificados por el Estado mexicano ante la Organización Internacional del Trabajo y las Normas de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas para Empresas, que enuncia las obligaciones fundamentales mínimas para las empresas en la esfera de los derechos humanos, y sus responsabilidades como órganos de la sociedad. Refiere que en octubre de 2007, cuando colapsó la plataforma, había más de 5 mil demandas de trabajadores de la Sonda en contra de Pemex y sus contratistas (incluidas Perforadora Central y Protexa), por violar sus derechos laborales e irregularidades diversas.
La intensión, explica el exlegislador Cuauhtémoc Velasco Oliva, uno de los promovió la querella ante la CIDH, será llevar el asunto hasta la Corte Interamericana donde el tribunal internacional enjuiciaría al Estado, ya que “las condiciones de inseguridad que provocaron el accidente persisten y podría ocurrir otra tragedia en cualquier momento. Está en riesgo la vida de 13 mil trabajadores y el patrimonio nacional”.
Al respecto, se solicitó al director de Pemex, Juan José Suárez Coppel, su posición sobre el asunto, y también a la empresa Perforadora Central. Hasta el cierre de esta edición, no hubo respuesta. Casualmente, la misma semana en que legisladores federales anunciaron que los deudos solicitaron a la CIDH su intervención en el caso, Pemex ordenó desmantelar los restos de la Usumacinta en la Sonda de Campeche. (ALP)
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