7/23/2012

Eruviel: basta de espectáculo

Lydia Cacho
    ¿Cómo medir la indignación y el miedo de madres y padres de niñas y jovenes violadas en el  campamento del Edomex? No hay manera. De lo que sí hay manera es de entender por qué este hecho nos recuerda las razones de la vulnerabilidad atroz en la que se encuentran millones de mujeres y niñas. Toda la sociedad es responsable; los violadores en primer lugar, casi en la misma medida que los policías del Edomex que hace meses sabían de las denuncias, al grado que la Policía bautizó el campamento como “zona de violación”. El jefe policíaco ya había advertido que no tenían ni el equipo, ni el personal para proteger a las campistas. Sin embargo, la “Policía preventiva” no movió un dedo para prevenir el delito. Los medios han jugados un papel deleznable; la forma en que cubren estas noticias no ayuda a la sociedad a comprender el fenómeno, violan los derechos de las víctimas y reiteran el discurso de que la violación es un hecho escandaloso sin remedio.

    El criminólogo Miguel Lorente Acosta asegura que la violencia sexual no responde a un aspecto de la naturaleza masculina, sino a un acto criminal voluntario. La educación machista ha decretado, falsamente, que los “verdaderos hombres” son violentos por naturaleza. Lo que no podemos olvidar es que como esa ideología la trasmite la cultura, podemos deconstruirla  revalorando las formas de masculinidad pacífica y no sexista que millones de hombres ejercen diariamente.Esa es al tarea urgente.

    La educación machista justifica la violencia para imponer el poder, y a las mujeres les ha mandado el mensaje de que deben asumirla como provocadoras. Basta comprender cómo los gobiernos de diferentes países invierten dinero público para crear ghetos de prostitución denominados “zonas rojas” en las que las mujeres son maltratadas y denostadas y los clientes protegidos por el propio Estado. En ese contexto se argumenta que de no existir los prostíbulos protegidos por el Estado miles de mujeres serían violadas en las calles. Es decir, se asume que las mujeres en burdeles están allí para ser violadas y convertirse en escudos de violencia sexual para las otras mujeres. Todo el discurso púbico que avala la violencia sexual está permeado por la noción de que no hay forma de evitar este crimen, y por tanto las mujeres deben asumir las consecuencias de un entorno que favorece la violencia en todas sus formas.

    El periodista Marco Lara escribió, a raíz de la cobertura de las violaciones en el Edomex, que “esas redacciones donde se expresan el machismo y sexismo estructurales producen y publican fatalmente noticias con enfoques machistas y sexistas, y hasta llegan a celebrarlas. Ahí se revictimiza a las víctimas, con más saña si son mujeres porque el machismo y el sexismo poseen una carga de misoginia, y en una sociedad machista y sexista los/las discriminadores/as de las mujeres son impunes”.

    Lo cierto es que estos hechos nos deben ayudar a entender que la provención de la violencia sexual es un tema urgente en México. Hace años las estadísticas de la ONU mostraban que cada 18 segundos un hombre viola a una mujer. Poco ha cambiado. Cada año casi un millón y medio de mexicanas que deberían de estar gozando la vida, tratarán de comprender por qué fueron violadas. Es un hecho que el 95 por ciento de los violadores detenidos en México salen impunes de una denuncia penal.

    Que la sociedad condene y prevenga la violencia sexual en todas sus formas es el primer paso; que una víctima denuncie es el segundo.

    Una persona, no importa su edad, tarda años en superar por completo el trauma de una violación. Su sanación depende del entorno, de que se haga justicia, de que la comunidad entienda que la violación es un acto delictivo voluntario de abuso de fuerza y poder. El Estado debe invertir en programas de atención a víctimas de violencia operado por expertas de la sociedad civil y no por policías. Las familias de las víctimas deben ser protegidas como víctimas secundarias del delito, y los medios deben asumir su responsabilidad.

    La Organización Mundial de la Salud asegura que los programas escolares de prevención de violencia en el noviazgo son los que cuentan con mejores pruebas de eficacia contra la violación. También son efectivas otras estrategias preventivas, como la formación en materia de igualdad, o las iniciativas comunitarias dirigidas contra la desigualdad de género que incluyen nuevas masculinidades. Arrestar a los violadores es importante pero no es suficiente. Los gobernadores y policías no pueden seguir lavando su imagen con una simple detención, su responsabilidad es mayor.

    @lydiacachosi


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