7/24/2012

Democracia de clientelas

Alberto Aziz Nassif

    A la memoria de Dulce Kuri

    La impugnación en contra de la elección presidencial avanza. Poco a poco se ha puesto al descubierto la posición que defiende cada sector político, unos piden reconocer ganador, otros afirman que la competencia fue sucia e inequitativa. Para los que ganaron el proceso el Tribunal Electoral es mero trámite, para los impugnadores se trata de una exigencia de anulación y de justicia. Para la coalición de izquierda el triunfo de Peña Nieto se está procesando como una imposición, como una elección que no fue limpia y, por lo tanto, piden que se anule. Hasta ahora todo este litigio se ha mantenido dentro de los cauces de la legalidad.

    Esta elección mostró las contradicciones del México actual: entre la modernidad y los arcaísmos más atrasados; entre los deseos de cambios y las inercias más aplastantes. Vivimos el enfrentamiento entre dos ecuaciones, una que suma maquinarias, operativos de gobernadores, dinero público a raudales, impacto mediático y compra de voluntades en los grupos más pobres, frente a otra ecuación que tiene los recursos de la calle y la movilización, las exigencias de transformación y la agenda de un futuro incierto que se traducen en urgencia de cambios. Cualquiera que sea el desenlace habrá que enfrentar graves problemas nacionales que cada día son más insoportables para las grandes mayorías del país.

    El mapa general de opiniones sobre lo que pasó con esta elección muestra una extraña mezcla de posiciones desde los que defienden la institucionalidad como fortaleza imbatible, los que ven sólo problemas menores y hasta naturales y los que impugnan y consideran que hubo delitos graves como compra de voto, inequidad de los medios, dinero de procedencia ilegal y complicadas triangulaciones financieras. De cada posición se siguen diferentes consecuencias, para el PRI la exigencia es de reconocimiento del triunfo para darle la vuelta a la página y preparar la etapa siguiente. Para los que tienen una postura intermedia, como el panismo, sólo quieren que se sancionen delitos, pero no están por una anulación. En cambio, para la izquierda, o parte de ella, la única salida parece ser la anulación. Si tomamos en cuenta las complicaciones para anular y las dificultades para probar los expedientes de compra y coacción del voto, lo más probable es que la resolución del Tribunal Electoral se quede en una posición intermedia, sancionar, pero sin invalidar los comicios.

    Uno de los temas de fondo, de forma independiente a la solidez con que la izquierda logre tener un expediente consistente, es el modo de vinculación política que lleva al intercambio, lo que se conoce como clientelismo social. La base de este intercambio es la enorme cantidad de recursos públicos que van del centro a las regiones en un régimen de regulación estatal opaco. Si a ello sumamos que México tiene casi la mitad de sus habitantes en condiciones de pobreza, tenemos la fórmula para la búsqueda de bienes públicos a través de recursos intercambiados por favores. Quizá si nos asomamos a ver cómo votó la ciudadanía lo que hallaremos es un mosaico de opciones que llevan al clientelismo como forma dominante de la política del intercambio en México. Sin duda, es un problema para la calidad de la democracia. El clientelismo crece sobre la precariedad, la mala distribución del ingreso y se complementa con la corrupción y la impunidad. Estamos en una democracia clientelar, y por eso se puede entender el regreso del PRI a Los Pinos, el partido que mejor sabe hacer estos intercambios. No todo el voto priísta se comportó de esta forma, pero llama la atención que el PRI gana con mayores márgenes donde hay más pobreza, menos educación y más ruralidad.

    En suma, es difícil pensar en la invalidez de la elección, entre otras cosas porque la causal abstracta ya no existe como tal tras la reforma 2007-2008, y además porque la misma normatividad complica al extremo que los delitos se penalicen con tarjeta roja. Habrá que ver qué dice el Tribunal Electoral; mientras tanto, para los movimientos sociales que marcharon el domingo por las ciudades del país la elección de Peña será vista como una “imposición”.

    Veremos si los instrumentos legales alcanzan a dar certidumbre a las impugnaciones; veremos si los sectores moderados puedan conducir este proceso de calificación. Si no se logra la certeza jurídica de la calificación la siguiente fase será muy complicada y los grupos más radicales pueden escalar la polarización. Este será el costo de tener una democracia de clientelas donde el voto se intercambia por un favor…

    Twitter: @AzizNassif

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