4/12/2013

Soraya Jiménez




Foto: Sergio Mendoza


Por Soledad Jarquín ÉdgarDirectora de "Las Caracolas". Excorresponsal de CIMAC (Comunicación e Información de la Mujer A.C.) en Oaxaca. En 2007 le fue otorgado el Premio Nacional de Periodismo en su categoría de Noticia, por uno de sus trabajos para la Agencia Cimac Noticias.


La autora narra la historia de Soraya Jiménez después de haberse convertido en medallista olímpica, y la mala jugada de los medios de comunicación que redundó en su deterioro de salud.

Esta semana la nota más importante está opacada por las vacaciones de Semana Santa, por los múltiples conflictos y enfrentamientos entre policías y maestros, entre policías y quienes se oponen al proyecto eólico del istmo de Tehuantepec, una vergüenza porque el empleo de la fuerza para reprimir no es sino resultado del fracaso de la verdadera política y de quienes están al frente de ella.
Fracaso total si analizamos que Oaxaca ocupa el lugar número cinco del país por la cantidad de plagios que se cometen o que han sido denunciados según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública (El Imparcial/29/03/2013). Dato noticioso que nos permite mirar los hechos concretos en la realidad.
Me pregunto ¿qué habría pasado si el que hubiera muerto fuera un futbolista de esos que arrancan pasiones en los estadios aunque no den tantos resultados pero que la publicidad del duopolio televisivo los hace "verdaderas" estrellas de su espectro para fines netamente comerciales?
Bueno hasta la reacción del gabinete presidencial no fue tan pronta como se habría esperado.
La noticia de la semana fue sin duda la irreparable pérdida de la medallista olímpica Soraya Jiménez a consecuencia de un paro respiratorio, según los datos que se difundieron en los medios de comunicación, que insisto presentaron el hecho y tal vez dedicaron una primera plana en las secciones deportivas o aumentaron el número de minutos en sus transmisiones vía radio o televisión, pero no hubo más, lo que nos muestre una representación desequilibrada entre el peso de unos y de otras aun cuando ellas han marcado con sus actos el hacer cotidiano del resto de la población.
Soraya Jiménez, primera mexicana en obtener una medalla de oro en las Olimpiadas de Sídney 2000, vivió las consecuencias de "romper" espacios y hacer historia. La primera de ellas es la ocultación, en la medida de lo posible y comparada con los otros, y la segunda la difamación. En consecuencia su historia llena de gloria se vio opacada por el hecho concreto de haber nacido mujer a poco de terminar el siglo XX.
Soraya Jiménez qué murió este 28 de marzo, como dicen los cronistas deportivos, cubrió de gloria al deporte mexicano con resultados tan magros que terminaban siempre por romper las esperanzas de los televidentes que ansiosos esperaban un triunfo y los narradores o cronistas deportivos lo decían: "no lo esperábamos..." No ¿pues cómo? Si estábamos hablando de una mujer que había decidido incursionar en una disciplina deportiva poco usual para las mujeres, que incluso le ganó antipatías y reclamos tan machistas como (que) "mejor me fuera a mi casa que me enseñaran a cocinar, tender camas y fue lo que me hizo aferrarme a esto y demostrar que no es solo para hombres sino para quien quiera hacerlo", contaría en una entrevista televisiva hace años y que ahora gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación podemos ver (http://www.youtube.com/watch?v=DKXZa6a5DAo) y que nos queda como testimonio de sus batallas.
Cito a Juana Gallego Ayala, profesora de Periodismo en la Universidad de Barcelona, que afirma "los medios son, por tanto, sancionadores sociales de las cosas permitidas y de las prohibidas. Premian lo que consideran positivo y castigan las transgresiones a la norma", así que Soraya Jiménez, como otras muchas mujeres decidió practicar la halterofilia, una actividad "propia" de los hombres porque se trata de fuerza y llegó a conquistar campeonatos juveniles, mundiales, centroamericanos, panamericanos y por supuesto una medalla de oro en los juegos Olímpicos de Sidney, Australia, convirtiéndose así en la medallista olímpica número 11 desde París 1900 hasta Sidney 2000.
Soraya Jiménez y Rosario Espinoza en taekwondo (Beijing 2008) son las únicas mujeres que han obtenido la preciada medalla áurea, pero sus resultados valen eso, ORO, considerando lo poco que se apoya al deporte femenino en este país debido, ni duda tengo de ello, a los prejuicios. Pero no crea usted que los varones han conseguido grandes triunfos, desde París (1900) hasta Londres (2012) los deportistas apenas han obtenido 12 medallas de oro.
Fue su actuación lo que haría, entre otras cosas, que algunos ojos se volvieran a mirar qué estaban haciendo las atletas mexicanas, con el consabido temor de lo que habría que pasar más adelante, sin embargo, las esperanzas de este país en el fondo nunca estuvieron puestas sobre estas transgresoras de "lo propio" y sus hazañas nacionales o internacionales en el deporte fueron, como en el caso de Soraya Jiménez, objeto de miradas severas y del escrutinio público, incluyendo toda clase de especulaciones sobre sus vidas privadas.
Especular sobre la vida de las mujeres es una constante, Soraya Jiménez no fue la excepción. Toda atleta es pasada por el ojo visor por la "cantidad de hormonas masculinas que posee", porque en la construcción cultural "lo propio" es que sólo los hombres pueden alcanzar esas hazañas y entonces pensamos en su "enorme valor varonil" como los historiadores calificaban en el siglo XIX a las hoy heroína. Las mujeres hemos caminado trechos, pero no así los colectivos humanos que siguen creyendo fehacientemente en la minusvalía femenina.
Dos golpes públicos fueron asestados en la vida de Soraya, difamaciones que a la postre y sin duda alguna mermaron su salud física, esto de acuerdo a las explicaciones científicas que no descartan la relación entre enfermedad y el estado emocional de las personas.
El primero, en el que la acusaron de haber ingerido sustancias prohibidas para una atleta. De facto vino la condena mediática y lo que ella confesaría más tarde el retiro del apoyo de las instituciones públicas que no creyeron en su inocencia. Meses después, finalmente, el hecho fue aclarado, pero en el imaginario colectivo había quedado sembrada la idea falsa de su dopaje.
El segundo hecho difamatorio en su contra fue que presentó documentos falsos de la Universidad Nacional Autónoma de México con el objeto de participar el campeonato mundial universitario que se celebró en Izmir, Turquía. De nuevo la condena pública y al tiempo saldría la verdad, no fue la atleta sino la presidenta de la Federación Mexicana de Halterofilia, Martha Isela Elizondo quien de manera irresponsable había causado tanto daño.
Ambos golpes mermaron su salud que se convirtió desde 2008 en un largo camino de un hospital a otro que terminaron con su carrera deportiva y este jueves con su vida.
Para terminar cito de nuevo a la profesora Gallego que confirma la "regla" patriarcal sobre el trato que las mujeres reciben: "Sea cual sea la actuación de las mujeres, ésta casi nunca es juzgada por lo que hace sino por lo que es... los hombres juegan en campo propio cuando son representados en los medios de comunicación, mientras que las mujeres son observadas como el equipo visitante". Esto claro está como resultado de lo que somos y que nos pone a pensar en lo mucho que los medios harían si cambiaran su actitud hacia las mujeres, todas las que de una u otra manera tienen un papel que ejecutar en el ámbito público.
Como sociedad y como medios, como instituciones y cómo gobierno mucho se le quedó a deber, como diría mi abuelita Lucha, a Soraya Jiménez. Lamentablemente la reacción será tardía, habrá homenajes, calles, plazas y espacios deportivos con su nombre y que ella no verá. Espero que las niñas y jóvenes aprendan a mirarla no como un mito sino por sus logros deportivos y porque, como diría el cronista, cubrió de gloria el deporte mexicano y demostró mucho más que eso, además de abrir las puertas para las que van detrás de ella.

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