11/22/2015

La Muestra: Tres corazones



Carlos Bonfil
Foto
Fotograma de Tres corazones, de Benoît Jacquot
Las afinidades contrariadas. Algunos de los mejores dramas sentimentales en el cine están estrechamente ligados al tema de la frustración amorosa. El adulterio como impedimento mayor suele conducir a una pareja de amantes clandestinos a un desenlace trágico –materia de melodrama– o a la renuncia heroica como sublimación ideal de la pasión ilícita. Recuérdese el formidable encuentro romántico que describe David Lean en Lo que no fue (Brief encounter, 1945), o la disección de los triángulos amorosos en el cine de François Truffaut (Jules y Jim, 1961; La piel suave, 1964). En el caso del realizador francés Benoît Jacquot (Las alas de la paloma, 1980; El séptimo cielo, 1997), su reconocido gusto por la adaptación literaria y su predilección por el oscuro romanticismo de una pasión contrariada por la adversidad, refuerzan en su reciente cinta, Tres corazones (Trois coeurs, 2014), la seriedad y sensibilidad con que es capaz de abordar un tema tan trillado como el de un adulterio castigado por la culpa.
La cinta propone una mezcla de drama sentimental y película de suspenso (este último elemento queda enfatizado por una pista sonora eficaz y muy sugerente). En la estación ferroviaria de provincia en la que acaba de perder un tren para París, Marc (el belga Benoît Poelvoorde), hombre taciturno de 47 años, conoce a Sylvie (Charlotte Gainsbourg), de 40 años, y en el espacio de una sola noche se enamora de ella. La pasión se ve sin embargo frustrada por una cita fallida, pues el hombre, quien padece una afección cardiaca, tiene un infarto y por esa razón pierde todo contacto con la mujer recién conquistada.
La manera hábil en que el cineasta prosigue y complica el relato en un guión por momentos inverosímil (como conviene a una ficción basada en caprichos del azar), adquiere mayor tensión dramática cuando Marc, de manera inadvertida, termina casándose con Sophie (Chiara Mastroianni), hermana de Sylvie. Las actuaciones justas de Poelvoorde, actor capaz de transitar con enorme solvencia de la comedia al drama, y de una Mastroianni menos estereotipada, más convincente e intensa que la propia Gainsbourg, confieren fuerza y atractivo a este melodrama con cargas de suspenso. No es la exploración perversa de una relación amorosa, al estilo de un Chabrol, ni tampoco un retrato inclemente de la provincia francesa. El territorio explorado aquí está más próximo a las radiografías sensibles y perspicaces de Olivier Assayas (Los destinos sentimentales, 2000), con algunos de sus dilemas morales y el peso de la culpa y la mentira ensombreciendo toda posibilidad de realización amorosa.
Se exhibe en la sala 3 de la Ci
neteca Nacional a las 12 y 17:30 horas.
Twitter: Carlos.Bonfil1

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