11/16/2011

ENCUESTAS, INCERTIDUMBRE Y POLÍTICOS IRRESPONSABLES


LORENZO CÓRDOVA VIANELLO

Toda elección es un laboratorio en el que se ponen a prueba las normas que regulan los procesos comiciales, la integridad y consistencia de las instituciones encargadas de realizarlas, así como la vocación democrática de los distintos actores involucrados en ellas. Nos sirven también para identificar en dónde están los problemas e incluso cuáles decisiones son pertinentes para atajarlos y cuáles noLas elecciones de Michoacán del domingo pasado son los últimos comicios previos a la cita electoral del 2012.

En ese sentido, tomar nota de los problemas que ahí se evidenciaron es indispensable como última lección de cara a las complejas elecciones del próximo año.Me preocupan dos temas que se hicieron presentes en las elecciones michoacanas: por un lado, el rol que están teniendo las encuestas electorales y los mecanismos estadísticos de medición de los resultados el día mismo de la elección; por el otro, la ya consolidada irresponsabilidad con la que se conducen los actores políticos en elecciones con resultados cerrados.

Durante muchos años las encuestas y los mecanismos de medición del sentido de los votos el día de la elección (conteos rápidos, en gran medida, y encuestas de salida, en menor medida) sirvieron como mecanismos adicionales para apuntalar la confianza y la certidumbre en los procesos electorales. Desde 1994, la generalizada coincidencia de los ejercicios realizados por las varias casas encuestadoras que operan en el país para conocer las tendencias de las votaciones con los resultados definitivos emitidos por la autoridad electoral sirvió para consolidar la confianza en que los votos se contaban efectivamente y contaban como mecanismo esencial del sistema democrático.

Aunque los conteos rápidos que los encuestadores realizan por encargo de los medios de comunicación y de los partidos políticos tienen la finalidad expresa de proporcionar información pronta y oportuna, en los hechos tuvieron un efecto legitimador, en virtud de la mencionada coincidencia, de las elecciones como un mecanismo confiable y creíble para integrar a los órganos representativos.

Sin embargo, y de manera preocupante, desde el año pasado esos ejercicios están siendo una preocupante fuente de incertidumbre y de enrarecimiento del ambiente político. No me refiero sólo al preocupante resurgimiento de encuestas “patito” —un pernicioso y nocivo fenómeno que muchos creíamos erradicado— mediante los que casas desconocidas publican resultados, o resultados de ejercicios de medición de preferencias del voto que aparecen sin responsables ni nota metodológica, sino a las prácticas “poco ortodoxas” (como lo que pasó en Oaxaca en 2010, cuando alguien determinó a un ganador sin sustentar sus dichos en cifras ciertas), a las discordantes tendencias que las encuestas expresan en los días previos a las elecciones y al uso (irresponsable) de encuestas de salida (que tienen un notorio margen de imprecisión por fundarse en los dichos de los electores y no en cifras ciertas) en contextos muy competidos (en los que incluso los conteos rápidos son insuficientes para determinar ganadores ciertos).

Nadie omite el hecho de la gran volatilidad que están presentado en muchos casos las orientaciones de los votantes y que complican la realización de estos ejercicios, pero lo preocupante es que hoy las encuestas y las mediciones estadísticas de los resultados están convirtiéndose en motivo de disputa y de controversia y, por ende, están abonando a la incertidumbre y eso a nadie le conviene.El otro tema que me preocupa es la ya asentada actitud irresponsable con la que los contendientes electorales se conducen ante elecciones competidas.

El arrogarse las victorias cuando todavía no hay ningún elemento de certeza para sustentar de manera cierta el triunfo es una lamentable conducta que enrarece innecesariamente el ambiente y abre la puerta para el conflicto y la crispación políticas. La irresponsable declaración de su propio triunfo que en 2006 hicieron tanto López Obrador como Calderón a unas horas de cerrada la votación, cuando no había elementos ciertos para tal afirmación, parece haberse convertido en la práctica recurrente de los candidatos en comicios competidos (por no hablar también de la ya recurrente amenaza de demandar la nulidad de las elecciones en caso de perderlas).

Por supuesto, los candidatos tienen todo el derecho de proclamar su triunfo, pero deberían asumir las consecuencias. Al fin del día las elecciones se ganan con votos, no con declaraciones, pero éstas sí contribuyen peligrosamente a erosionar la convivencia pacífica.

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