Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (apro).- Dice Denisse Dresser que en los últimos años la líder del Partido Nueva Alianza (Panal) y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, ha jugado el papel de “King Maker”, es decir, la hacedora de reyes, que en nuestro caso sería de presidentes.
No hay idea más apropiada para definir el papel que en las últimas dos campañas ha desempeñado Gordillo para apuntalar a los candidatos presidenciales del PAN. Pero el rompimiento con Enrique Peña Nieto parece indicar que esta historia ha terminado y que el gran mito de su poder inconmensurable comenzará a derrumbarse.
Por años, la maestra rural, originaria de Comitán, Chiapas, construyó una imagen de dominio y control que apuntalaba con una red de negociaciones y complicidades, que iban desde el profesor más humilde hasta el político o funcionario más encumbrado en la pirámide del poder.
Nadie escapaba a su influencia política o económica. Hubo escritores e intelectuales, a quienes editó sus libros con tirajes increíbles; encumbró a periodistas y políticos; formó a profesores hasta hacerlos gobernadores y secretarios de Estado, e hizo amistades interesadas con todo el mundo a través de favores y regalos. En fin, hizo crecer tanto su imagen de poder que el periódico estadunidense The Wall Street Journal la comparó con aquel mítico líder sindical Jimmy Hoffa, que hace unas décadas hacía y deshacía a su voluntad a los gobernantes de Estados Unidos.
Aunque se formó en las filas del PRI, y desde 1989 se empoderó en el sindicato de maestros, gracias a la decisión de Carlos Salinas de Gortari, quien la puso en lugar de Carlos Jonguitud, paradójicamente la maestra se encumbró en el poder real hasta que el PAN llegó a la presidencia de la República. Llegó a tener su propio partido político, incidir en las decisiones legislativas e imponer a su familia y subalternos en posiciones privilegiadas de gobierno.
Durante 23 años seguidos ha sido la dirigente del sindicato magisterial más grande de América Latina, con un millón 400 mil agremiados, y en estas tres décadas también se ha erigido como la política mexicana más rica, con al menos 70 propiedades a su nombre, de su familia o de amigos cercanos, además de que maneja fideicomisos millonarios.
Sin embargo, hoy que el PRI y su candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, le han dado la espalda al romper la alianza electoral que tenían para ir juntos en la contienda presidencial de julio próximo, la figura de Elba Esther Gordillo comienza a tomar otro tamaño, otra dimensión.
Al quedar fuera de la jugada política más importante de la que depende para mantenerse en las primeras filas del gobierno, ahora vemos a la maestra más como una administradora de influencias, oportunista e ilusionista. Más como un cacique en el ocaso, ya no como la “King Maker”, la hacedora de presidentes.
A pesar de todo su dinero y del poder adquirido, Elba Esther Gordillo ha sido expulsada del paraíso del poder priista en el que se crió y formó. Fuera de este primer circuito de repartición de poder, por primera vez en su vida política ha quedado sola y con un rango de influencia limitado. Quizá sea la ocasión en que se vea más frágil, tal vez más que en la administración de Ernesto Zedillo, en la que se vio en serios problemas, pues siendo aquel secretario de Educación le hizo la vida de cuadritos.
Con una historia negra, un nombre ligado a la corrupción y el abuso; sin el poder absoluto sobre el sindicato de maestros, que cada vez se inconforman más y se ponen en su contra; con alianzas rotas con todos los partidos y sus candidatos, la maestra podría enfrentar problemas serios si desde ahora queda en el desamparo político.
No es suficiente la cadena de favores con la que ha tejido su red de influencias, como para que ahora alguien quiera aliarse con ella o salga a defenderla cuando se decida investigar su riqueza y las acusaciones que hay de fraudes en el magisterio e incluso del asesinato del profesor Misael Núñez.
Por primera vez, Gordillo va sola en el camino, nadie la acompaña en su apuesta política y electoral. Por ello, por primera vez también la veremos en su exacta dimensión y a partir de ahí sabremos si en verdad es capaz de sobrevivir o sólo fue un mito que creció a la sombra del poder.
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