La presente semana comenzó con la presencia en la ciudad de México de los integrantes de la que llaman “Caravana del hambre”, miembros de organizaciones campesinas de los estados del norte más afectados por la sequía, fenómeno que vino a complicar las dramáticas consecuencias de la nefasta política económica que está llevando al campo mexicano a una crisis permanente, cada vez más grave, desde hace tres décadas. Están decididos a permanecer en plantón, frente a la Secretaría de Gobernación, el tiempo que sea necesario, hasta que se les resuelvan sus demandas.
No cabe duda que el pueblo mexicano es muy aguantador, pues en cualquier otro país, Argentina por ejemplo, las protestas habrían tomado ya un giro más violento, a tono con la gravedad de los problemas que agobian a un sector muy importante, responsable de que la nación cuente con alimentos básicos en cantidad suficiente, cosa que ya no sucede, porque para el gobierno federal lo esencial son las importaciones de tales productos de primera necesidad para el consumo humano. Es allí donde están los beneficios, no en asegurar la independencia alimentaria del país.
Cabe pronosticar, desgraciadamente, que los campesinos y ganaderos de la “Caravana del hambre”, habrán de regresar a sus lugares de origen sin que se les haya resuelto una sola de sus demandas. Es así, porque no está en la agenda del desgobierno calderonista enfrentar las causas de la crisis del agro mexicano. Felipe Calderón está decidido a seguir por la ruta trazada por los tecnócratas neoliberales, aunque las consecuencias hundan a la sociedad nacional en una situación apocalíptica, como ya se comienza a vislumbrar.
En esta coyuntura, nos viene a la memoria una película del año 1973, que al momento de ser exhibida parecía de ciencia ficción, pero que treinta y nueve años después es muy realista. Su título en inglés fue “Soylent Green”, aquí su título fue mucho más sugestivo: “Cuando el destino nos alcance”. En el Nueva York del año 2030, con 50 millones de habitantes deambulando por las calles de la “Gran Manzana”, el principal problema es la absoluta falta de alimentos, que “resuelve” el gobierno ofreciendo a la población la galleta llamada como el título del filme. Al final sabremos que es hecha de carne humana. Claro está que la elite no la come, pues tiene acceso a suculentos filetes de res, que valen más que cualquier joya, por lo que se guardan en cajas fuertes refrigeradas.
Tal parece que poco falta ya para que el destino nos alcance, y los mortales comunes y corrientes, tengamos que comer lo que quieran vendernos a precio de oro los productores estadounidenses. Deberemos rezar porque no sean como la “galleta” de la película, aunque los riesgos son muy reales, como se acaba de señalar en el Congreso de Ciencia y Humanismo 2012, que se realizó en la ciudad de México la semana pasada. Se puntualizó que en los próximos años habrá un importante incremento en la demanda de alimentos, de entre 70 y 100 por ciento de lo que actualmente se consume. He aquí por qué Estados Unidos es un país fundamentalmente proteccionista del sector agropecuario, mientras que el gobierno mexicano es absolutamente aperturista, con los resultados que estamos padeciendo.
Es muy claro que mientras la derecha siga en el poder, el tema de la viabilidad de una hambruna de alcances nacionales, no estará en la agenda del gobierno federal. El interés de Enrique Peña Nieto, no ha tenido tapujos para demostrarlo, está en profundizar las políticas neoliberales, acabar de desmantelar al Estado mexicano y asegurar altas tasas de ganancias a la elite que se he beneficiado de modo extraordinario de tales políticas. Sale sobrando decir lo que harían Josefina Vázquez Mota o Ernesto Cordero. El programa de los tres diferiría sólo en los tiempos para ejecutar tal o cual política pública antidemocrática y entreguista.
Mucha de la ciencia ficción de la literatura y el cine, sólo ha sido un preámbulo de acontecimientos y hechos que se vuelven realidad con el tiempo. Tal como están las cosas en el mundo, cabría la posibilidad de que “Soylent Green se convirtiera en algo tan concreto como las antiguas galletas de animalitos de nuestra infancia, pero no hechas de harina. Esperemos que no lleguen a producirse de carne humana.
Por lo pronto, lo que no es ficción es la voracidad de algunos políticos que no quieren dejar de disfrutar los manjares del poder. Ejemplo paradigmático lo tenemos en Elba Esther Gordillo, quien no se sacia nunca y ahora lo demuestra al querer que sus familiares más cercanos lo disfruten tanto como ella misma. Supuestamente, la directiva del PRI se dio cuenta ya de que tal voracidad va contra sus propios intereses, de ahí la ruptura de la alianza que había negociado Humberto Moreira con la dirigente real del Partido Nueva Alianza (Panal). Sin embargo, es de dudarse que haya un rompimiento real, por la relación simbiótica entre la señora Gordillo y las cúpulas del PRI y del PAN
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