Ricardo Raphael
Las razones que produjeron el quiebre de la alianza PRI-Panal son aún poco conocidas. El único que ha soltado hebra para los curiosos es Luis Castro, el presidente del partido de la maestra, quien señaló agriamente a los representantes del viejo PRI como responsables.
Según curiosísima argumentación, mientras Peña Nieto representa el futuro y la modernidad, sus adversarios en el tricolor (Francisco Labastida, Mario Marín y José Murat, no mencionó por cierto a Manlio Fabio Beltrones) continúan anclados en el pasado.Detrás de tanta palabrería hay claves interesantes.
La primera se halla enterrada entre el canal de Tastes y las playas de Escuinapa. Al parecer, el sinaloense Francisco Labastida cobró la factura que Elba Esther Gordillo le dejó en el 2000, cuando arteramente jugó su capital político sobre dos candidatos presidenciales, uno del PRI y otro del PAN.
La venganza es un plato que se come frío, dicen los más viejos en el oficio. El ex gobernador podría ahora otorgar una larga entrevista sobre este tema: ¿cómo obtuvo que el yerno más querido de Gordillo, Fernando González Sánchez, extraviara el camino tricolor que, desde Sinaloa, lellevaría al Senado?Si se atienden de nuevo las declaraciones de Castro, puede suponerse que el ex candidato presidencial amenazó con renunciar al PRI.
El costo habría sido caro para Peña, sobre todo si renunciar daba municiones a los adversarios del abanderado tricolor.De ser cierto, quizá Labastida se inmoló al jugar tan ruda carta (más de uno habríamos de agradecerlo).No obstante, este episodio no alcanza para explicar todos los ángulos de la ruptura. El verdadero enemigo político —con peso suficiente para enfrentar a la maestra— es el senador Beltrones.
Aunque sea por morbo, el pulso que este hombre y Gordillo habrían jugado en las últimas semanas necesita contarse.¿Por qué Peña prefirió consolidar su alianza con la aristocracia priísta en vez de con el liderazgo magisterial? ¿Qué valoró el candidato en unos y en otros para decidirse? ¿Cuál era el verdadero acuerdo con la maestra que, con el tiempo, fue insostenible? ¿Peña le había ofrecido a lacúpula del SNTE la Secretaría de Educación Pública y de golpe se dio cuenta de que el precio de tal alianza era demasiado alto?No hay forma de responder a estas interrogantes y, sin embargo, lo ocurrido es positivo.
El peor escenario que la educación pública podía enfrentar el próximo sexenio era uno donde el Estado renunciara, de nuevo, a conducir con autonomía sus políticas. Es decir, que se repitiera, en versión peor, el modelo actual donde la alianza electoral se hizo más importante que las reformas educativas indispensables.Una vez sucedido el divorcio entre Peña y Elba, no sólo mejora la imagen del priísta, además se cierra poco a poco la posibilidad para que un integrante del sindicato, o la propia Gordillo, vaya a ocupar la silla que hace décadas fuera de José Vasconcelos.Y, sin embargo, la partida no está terminada. La líder de los maestros puede todavía apelar a su recién abandonada relación con el panismo.
De su lado, el presidente Calderón, dispuesto a hacer cualquier cosa para que el PRI no regrese a Los Pinos, podría verse tentado a reconstruircon Gordillo, a cambio del apoyo requerido para las elecciones de julio.En las reacciones de Vázquez Mota, Creel y Cordero frente al divorcio PRI-Panal se puede leer tal posibilidad; el tercero se dijo dispuesto a explorar ese camino. No sobra decir que Ernesto Cordero guarda de tiempo atrás vínculos solidarios con Gordillo.
A este hecho se añade que hoy la oficina del secretario de Educación está vacía: la oportunidad existe para que el presidente Calderón entregue a quienes gobiernan los intereses del sindicato magisterial ese recinto a cambio del arreglo político deseado.Ya no hay tiempo para que el Panal vaya en alianza electoral con el PAN: la fecha para registrar tal coalición ante el IFE ha prescrito.
Con todo, todavía es posible que el aparato clientelar más sofisticado de México haga el mismo servicio —acarreo de votos— que ya hizo antes afavor del partido azul y blanco.Para ello obviamente se necesitaría que Cordero se quedara con la candidatura panista, o bien, que a Josefina Vázquez Mota se le practicara un lavado de cerebro tal que, de golpe, perdiera cuanto tiene de memoria.
Según curiosísima argumentación, mientras Peña Nieto representa el futuro y la modernidad, sus adversarios en el tricolor (Francisco Labastida, Mario Marín y José Murat, no mencionó por cierto a Manlio Fabio Beltrones) continúan anclados en el pasado.Detrás de tanta palabrería hay claves interesantes.
La primera se halla enterrada entre el canal de Tastes y las playas de Escuinapa. Al parecer, el sinaloense Francisco Labastida cobró la factura que Elba Esther Gordillo le dejó en el 2000, cuando arteramente jugó su capital político sobre dos candidatos presidenciales, uno del PRI y otro del PAN.
La venganza es un plato que se come frío, dicen los más viejos en el oficio. El ex gobernador podría ahora otorgar una larga entrevista sobre este tema: ¿cómo obtuvo que el yerno más querido de Gordillo, Fernando González Sánchez, extraviara el camino tricolor que, desde Sinaloa, lellevaría al Senado?Si se atienden de nuevo las declaraciones de Castro, puede suponerse que el ex candidato presidencial amenazó con renunciar al PRI.
El costo habría sido caro para Peña, sobre todo si renunciar daba municiones a los adversarios del abanderado tricolor.De ser cierto, quizá Labastida se inmoló al jugar tan ruda carta (más de uno habríamos de agradecerlo).No obstante, este episodio no alcanza para explicar todos los ángulos de la ruptura. El verdadero enemigo político —con peso suficiente para enfrentar a la maestra— es el senador Beltrones.
Aunque sea por morbo, el pulso que este hombre y Gordillo habrían jugado en las últimas semanas necesita contarse.¿Por qué Peña prefirió consolidar su alianza con la aristocracia priísta en vez de con el liderazgo magisterial? ¿Qué valoró el candidato en unos y en otros para decidirse? ¿Cuál era el verdadero acuerdo con la maestra que, con el tiempo, fue insostenible? ¿Peña le había ofrecido a lacúpula del SNTE la Secretaría de Educación Pública y de golpe se dio cuenta de que el precio de tal alianza era demasiado alto?No hay forma de responder a estas interrogantes y, sin embargo, lo ocurrido es positivo.
El peor escenario que la educación pública podía enfrentar el próximo sexenio era uno donde el Estado renunciara, de nuevo, a conducir con autonomía sus políticas. Es decir, que se repitiera, en versión peor, el modelo actual donde la alianza electoral se hizo más importante que las reformas educativas indispensables.Una vez sucedido el divorcio entre Peña y Elba, no sólo mejora la imagen del priísta, además se cierra poco a poco la posibilidad para que un integrante del sindicato, o la propia Gordillo, vaya a ocupar la silla que hace décadas fuera de José Vasconcelos.Y, sin embargo, la partida no está terminada. La líder de los maestros puede todavía apelar a su recién abandonada relación con el panismo.
De su lado, el presidente Calderón, dispuesto a hacer cualquier cosa para que el PRI no regrese a Los Pinos, podría verse tentado a reconstruircon Gordillo, a cambio del apoyo requerido para las elecciones de julio.En las reacciones de Vázquez Mota, Creel y Cordero frente al divorcio PRI-Panal se puede leer tal posibilidad; el tercero se dijo dispuesto a explorar ese camino. No sobra decir que Ernesto Cordero guarda de tiempo atrás vínculos solidarios con Gordillo.
A este hecho se añade que hoy la oficina del secretario de Educación está vacía: la oportunidad existe para que el presidente Calderón entregue a quienes gobiernan los intereses del sindicato magisterial ese recinto a cambio del arreglo político deseado.Ya no hay tiempo para que el Panal vaya en alianza electoral con el PAN: la fecha para registrar tal coalición ante el IFE ha prescrito.
Con todo, todavía es posible que el aparato clientelar más sofisticado de México haga el mismo servicio —acarreo de votos— que ya hizo antes afavor del partido azul y blanco.Para ello obviamente se necesitaría que Cordero se quedara con la candidatura panista, o bien, que a Josefina Vázquez Mota se le practicara un lavado de cerebro tal que, de golpe, perdiera cuanto tiene de memoria.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario