12/19/2012

La educación y el “dino” SNTE



Porfirio Muñoz Ledo

Sucesivas generaciones de mexicanos hemos abogado por otorgar la más alta prioridad a la tarea educativa como cimiento de la república y clave de una prosperidad compartida. Salvo en momentos estelares, la distancia entre el discurso público y los hechos concretos ha sido demasiado amplia y durante los últimos 25 años hemos padecido la dilución de la autoridad educativa y su suplantación por un conjunto de grupos organizados en torno a una dirigencia gremial. Durante todo este tiempo la opinión nacional ha denunciado reiteradamente el contubernio establecido entre un aparato sindical que incide de modo determinante en los procesos electorales a cambio de gozar de impunidad en el área educativa por parte de los gobiernos. Todo esfuerzo consistente de liberación de esa indebida tutela debe ser acompañado con interés y apoyado activamente desde la sociedad.

La iniciativa de reforma constitucional que crea el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y ordena el establecimiento de un Sistema de Información y Gestión Educativa comprende varios pasos en ese sentido. No es en sí misma, como afirman algunos de sus críticos, ni una reforma laboral ni un empeño privatizador, sino la erección de instituciones tendientes a recuperar equilibrios políticos perdidos y a dotar a las autoridades de instrumentos susceptibles de reducir la arbitrariedad y los abusos tanto como a contribuir a mejorar la calidad de la educación. De ahí la relevancia que adquiere la plena autonomía del instituto, así como la idoneidad e independencia de sus miembros para que no ocurran fenómenos de cooptación como ha sucedido en organismos semejantes. También el cumplimiento cabal de sus funciones, que no se limitan a expedir lineamientos para las evaluaciones que realicen las autoridades correspondientes, sino al estudio de los “componentes, procesos y resultados del sistema” y a la generación de información y directrices para la toma de decisiones.

Recuperar la rectoría del Estado sobre la educación es una faena de largo aliento que no podría restringirse a la merma de potestades excesivas de los gremios en beneficio de la autoridad gubernamental. Es una tarea que nos involucra a todos y exige la más amplia participación de los cuerpos académicos, los medios de comunicación, los padres de familia y los beneficiarios de los servicios. Más allá del trabajo de las aulas, la educación debiera ser un ensamble de compromisos nacionales.

Toda transformación educativa demanda cambios sustantivos en la capacitación y participación del magisterio. Urge un servicio profesional docente, pero también un proceso amplio de democratización en el sistema que fomente la inclusión de los maestros y los vuelva miembros de una genuina comunidad de enseñantes. Descentralizar el sistema hasta las entrañas de la escuela, cuya autonomía está prevista en el proyecto. Sustituir el actual corporativismo por nuevos mecanismos de gestión que hagan del maestro el actor primordial de los cambios. Abolir el verticalismo e instaurar el diálogo dentro del sistema y con la comunidad.

Ello excluye la continuidad de los antiguos métodos de vinculación y negociación. Por lo mismo resulta preocupante la actitud defensiva de la cúpula del SNTE, según la cual las reformas en curso no podrían llevarse a cabo sin su apoyo. Afirman que se trata de un sobreentendido. Como si sólo fuera a montarse una nueva escenografía que no afectara sus poderes acumulados. Como en el cuento de Monterroso, en que el dinosaurio sigue ahí.

Por experiencia vivida en esfuerzos semejantes conozco las acechanzas que estos procesos enfrentan y de la dosis de constancia y de firmeza que se requieren para llevarlos adelante. El mejor antídoto contra las resistencias tal vez sea el movimiento continuo y la publicidad permanente de los obstáculos que se presenten.

La integralidad del proyecto es esencial. El plan educativo que se ha presentado contiene elementos diversos y complementarios que debieran ser atacados de una vez. Así, las medidas que se adopten en cada campo pueden sostenerse recíprocamente. La dimensión de la tarea amerita los riesgos de la audacia.

Político

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