10/26/2013

Parir en México


Foto: Brenda Ayala/MujeresNet


Por María Esther Espinosa Calderón
Periodista, ha colaborado en diversos medios, entre ellos el Uno más Uno, Mira, El Universal, Etcétera, 'Triple Jornada' del periódico La Jornada, y en la revista Fem.

La autora retoma lo ocurrido a Irma López Aurelio en Oaxaca, a quien recientemente se le negó la atención médica a la hora del parto; y reflexiona sobre la falta de servicios y la gran diferencia que existe, al momento de parir, entre las mujeres con recursos y las que no los tienen. 

Una fotografía y un video impactantes recorrieron las redes sociales, era la de una mujer en cuclillas con el rostro desencajado, dando a luz, el niño se ve en el césped todavía unido al cordón umbilical. Irma López Aurelio había llegado horas antes, con contracciones y con el cuello del útero totalmente dilatado, al Centro de Salud de Jalapa de Díaz, Oaxaca, buscando atención pero nadie le hizo caso, ni personal administrativo, ni las enfermeras y tampoco el médico. La indígena mazateca tuvo a su hijo sola, el miércoles 2 de octubre de 2013 en el frío jardín de la clínica.

A Cristina López Durán, le ocurrió lo mismo cuando la madrugada del 18 de julio de este mismo año, tuvo a su hijo a escasos metros de la puerta de entrada del mismo centro de salud. A una semana de que se hicieran públicos los casos de Irma y Cristina, una vez más las redes sociales dieron cuenta de otro alumbramiento en el piso. En el video se aprecia a una mujer tendida en el suelo de la recepción del Hospital de la mujer de Tehuacán, Puebla y a una trabajadora del mismo que recoge al bebé. Sorprende el tiempo que tardan en darles atención.

Parir en México tiene diferentes connotaciones: para algunas mujeres de condición económica favorable es un acontecimiento programado, preparado y en el que ellas son el centro de la atención familiar y hospitalaria para experimentar uno de los momentos más felices de su vida: el alumbramiento de su bebé; para las mujeres de condición social de pobreza y pobreza extrema, como ahora se cataloga a los grados superlativos de pobreza, aunque los gobiernos calderonista y al parecer también el peñista, han creído que negarla, ocultarla y ni mencionarla hará creer que no existe, pero basta que un desastre natural sorprenda para que se dimensione la inmensidad de mexicanas/os que viven en situaciones difíciles en la mayor parte de las regiones del país. Para este otro segmento de mujeres parir es un volado entre la vida y la muerte. Algunas paren solas en sus casas, en cuclillas, aferradas a un árbol, en ocasiones sin asistencia de parteras, mucho menos de atención médica, como le pasó a Irma, a Cristina y a la mujer de Tehuacán, Puebla que aún estando en la clínica nadie les ayudó.

Otras mujeres, si bien les va tienen seguro social (IMSS), ISSSTE o son atendidas en cualquiera de los nosocomios de la Secretaría de Salud (con el Seguro Popular que tanto exaltaron con el parapeto de que toda la población no derechohabiente tendría servicio médico por decreto, pero como dice el refrán "del dicho al hecho hay mucho trecho"), sin embargo, no se garantiza ni se asegura la atención, no porque les cierren la puerta en el centro hospitalario, sino porque no hay médicos, camas, material quirúrgico, medicinas, presupuesto, personal preparado y una enorme lista de condiciones que hacen la diferencia entre tener acceso y recibir atención adecuada.

En este México de grandes contrastes con ciudadanos de primera y de segunda, en este México de los ricos, de los pobres, de los indígenas, de los discriminadas/os, los casos de Irma y de Cristina, como el de la mujer de Tehuacán, Puebla, no son los únicos, el mundo entero se dio cuenta porque a alguien se le ocurrió tomar video y subirlo a internet.

¿Cuántas mujeres pobres o mujeres indígenas han pasado por algo semejante? Mujeres que tienen que caminar horas desde su comunidad para llegar al centro de salud más cercano, y muchas de las veces encontrarse que no hay personal capacitado, mucho menos especializado, ni medicamentos, ni se les da la atención que solicitan. En el mismo Distrito Federal si no son derechohabientes a algún servicio médico no les prestan el servicio, las traen de la seca a la Meca, de una clínica a otra, en pleno trabajo de parto, han dado a luz a la entrada de las clínicas, en el Metro, en un taxi o en una patrulla. ¡Entonces s í!, cuando se publica la información se quieren deslindar de su responsabilidad.

La pobreza, la marginación, la falta de recursos y de atención médica lleva a las mujeres a buscar la manera de sobrevivir en situaciones extremas; Inés Ramírez Pérez de Río Talea, Oaxaca, aquel domingo 5 de marzo del año 2000, se encontraba sola en su choza cuando la labor de parto comenzó, la comadrona más cercana se hallaba a 80 km de distancia, a lo largo de un terreno irregular y lleno de caminos difíciles, pasaban las horas y el niño no nacía, sin tener conocimientos de medicina, se practicó una cesárea de manera exitosa, al presentir que su vida y la del hijo que esperaba estaban en peligro.

La indígena zapoteca al intuir, que sí no hacía nada su hijo moriría irremediablemente junto con ella, decidió tomar un cuchillo y practicarse la cesárea, rebasando todas las pruebas de supervivencia. Al narrar su experiencia en su lengua natal (zapoteco) Ramírez, dijo: "Ya no podía pararme el dolor, si mi bebé moría, entonces decidiría que yo tendría que morir también. Pero si el crecía, yo lo vería crecer, pensé que Dios salvaría ambas vidas." [1]

Se cree que Ramírez es la única mujer en haberse practicado una cesárea ella misma , también se estima que fue enormemente afortunada en ponerse en la posición elegida ya que ello colocó su útero -en lugar de sus intestinos- por debajo del área de la incisión. Dijo después que no aconsejaba hacer lo mismo a otras mujeres. [2] Sin embargo, su caso no recibió mucha atención hasta que fue reportado en el International Journal of Gynecology and Obstetrics (Revista Internacional de Ginecología y Obstetricia).

Historia hay y muchas en todo el país: a Claudia la atendieron durante todo su embarazo en un hospital de la Secretaría de Salud pero cuando llegó el día de su parto, le cerraron las puertas del nosocomio, porque " ¡no había camas!", mágicamente al ver las cámaras de televisión la dejaron entrar a tener a su hijo. También ha habido casos que ni con las cámaras de televisión encima las reciben y ahí van junto con la parturienta a ver en cuál hospital son atendidas.

Irma, Cristina, Inés y Claudia corrieron con la suerte al no pasar a formar parte de las estadísticas de muerte materna, que se podrían evitar mediante mejores políticas enfocadas a la mujer y una reestructuración del sistema de salud pública.

Gisela Espinosa Damián, en su estudio "Doscientas trece voces contra la muerte: Mortalidad materna en zonas indígenas", señala que informes oficiales reportan que todos los mexicanos tienen acceso a los servicios de salud y que los programas dirigidos a las zonas rurales alejadas, dispersas y pobres, donde habita la mayoría de los pueblos indios, incluyen atención al embarazo, al parto y al puerperio; "si así fuera, la maternidad sería un evento seguro y saludable para las indígenas", y no lo es. [3]

En nuestro país, se registra un índice de muerte materna dos veces mayor al de los países desarrollados, en las zonas indígenas este problema se triplifica. Cifra dramática que sin embargo, no revela la magnitud del problema, pues están aquellas que no se cuentan y que ocurren principalmente en zonas rurales e indígenas. "Esta invisibilidad estadística es una muestra más de la discriminación que sufren las mujeres indias hasta en su lecho de muerte", explica Espinosa Damián.

Lo ideal sería que toda mujer, incluso antes de que se embarazara, tuviera una asesoría médica. Desgraciadamente esto no ocurre y el sector más desprotegido es el que al final del embarazo tiene resultados adversos.

La mayoría de las causas que llevan a la mujer a la muerte durante y después del embarazo son previsibles. No debería morir nadie por complicaciones relacionadas con el embarazo, el parto y el puerperio. La gran paradoja ahí está, ser pobre e indígena y ser madre puede llevar a dar vida con su muerte. Irma, Cristina, Inés y Claudia viven para contarlo.

Notas:

[1] Ramírez, Inés. http://es.wikipedia.org/wiki/In%C3%A9s_Ram%C3%ADrez , consultado el 5 de octubre de 2013 
[2] Idem 

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