Carlos Bonfil
Fotograma de la cinta del ucranio Myroslav Slaboshpytskyi
El silencio y la furia. La tribu,
primer largometraje del ucranio Myroslav Slaboshpytskyi, advierte en
una leyenda inicial que la película no tendrá un solo diálogo ni
tampoco subtítulos explicativos. Sus protagonistas, un grupo de alumnos
en una escuela de sordomudos, se comunicarán entre sí y con las
autoridades del internado mediante un lenguaje de señas. Sólo algunos
sonidos ambientales y escasos gemidos y otros ruidos guturales marcarán
cierta distancia con un cine totalmente mudo.
La experiencia será, en un primer tiempo, desconcertante para el
espectador, pero, a medida que la trama se precisa y gana en
intensidad, lo que parecía una apuesta narrativa difícil de ganar se
transforma en una experiencia formidable.
Lo que refiere la trama son las tribulaciones del joven sordomudo
Serguei (Grygoriy Fesenko) luego de su llegada a una escuela de
capacitación que tiene todo el aspecto de reformatorio para
delincuentes. Al contrario de lo que sucedería en una convencional
cinta de género, no priva en el recinto escolar una disciplina férrea,
con alumnos rebeldes enfrentados a la autoridad, sino una relativa
ausencia de mando y la perversa connivencia entre un grupo de alumnos y
personal del lugar para cometer actos delictivos, desde el robo
organizado de mercancías hasta el proxenetismo con alumnas que se
entregan con frialdad y sin recelo a la faena prostibularia.
Al contrario también de las convenciones del cine sobre discapacidad física, los sordomudos en La tribu
no son depósitos naturales de bondad, mansedumbre y sufrimiento, sino
comparten, con otros seres humanos, idénticas posibilidades de crueldad
y mezquindad moral. Tampoco hay el itinerario de una lenta corrupción
del protagonista incauto, pues, luego de una penosa iniciación, Serguei
participa sin mayores reservas en las actividades delictivas de sus
compañeros, esa tribu, pequeña mafia, a la que alude el título de la
cinta. Habiendo roto por completo con el maniqueísmo moral del bullying
o del abuso a personas pretendidamente débiles, lo que pasa a describir
la cinta es el microcosmos de una sociedad globalmente corrompida, y lo
sitúa en ese pequeño Leviatán (Zviagintsev, 2014) que alguna vez fue un inocuo centro educativo para la discapacidad física.
En
poco tiempo, el espectador se familiariza con el lenguaje de señas que
le parecía totalmente ajeno: el brusco movimiento de un brazo se vuelve
una exclamación colérica; la confusa multiplicación de gestos del grupo
de alumnos, una discusión acalorada con parlamentos entrecruzados.
Escenas violentas como la de un aborto clandestino o la impresionante
secuencia del desenlace alcanzan en la furia de ese silencio forzado un
alto grado de intensidad dramática.
Slaboshpytskiy, un alumno aventajado del austriaco Michael Haneke. De lo mejor del Foro.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional, a las 12:30 y 18 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
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