8/23/2020

Columnas y opinión del periódico La Jornada




Nuestros vicios públicos
México tiene, entre otros, tres grandes vicios colectivos. En este momento crítico estamos afrontándolos. Son la simulación, la corrupción y el fraude electoral. Conductas reprobables, arraigadas, viejísimas, hábitos que han atravesado las generaciones; 200 años de vida independiente.
El origen de estos vicios es la herencia novohispánica. No me cabe duda de que en los tres siglos de la hegemonía española el saldo es favorable. Cierto, nos dejaron vicios nefastos, pero también la larga etapa de paz y la construcción misma de una nueva sociedad. Las pestes redujeron la población indígena de 20 a 3 millones, aunque al final de cuentas los indígenas seguían siendo mayoría, apenas llegaban a 2 millones, una décima parte de la población original, pero habían nuevos núcleos: españoles, criollos, mestizos, negros, divididos en castas: ¡había nacido una nueva nación!
Hablemos de la simulación. No conozco ninguna otra reflexión más interesante y certera que Diálogo de mestizos, de don Juventino Castro y Castro y del doctor José Cueli. En él nos explican el origen de nuestra simulación. En el fondo nadie es engañado, todos sabemos la verdad.
Los conquistadores y los evangelizadores intentan imponer su religión al indígena en sus primeros años de dominación. El castigo por no aceptar el cristianismo era la muerte. Resistir era un suicidio. Los indígenas, a pesar de que tenían una religión bien asentada, aceptaron que no había más remedio que volverse cristianos y abandonar las prácticas más repugnantes para sus nuevos dueños. Los indígenas engañan a los españoles diciendo que se han convertido y se produce una enorme simulación. En una especie de gigantesco milagro, millones aceptan el bautismo y a los santos de los españoles, y los españoles se dejan engañar a sabiendas de que los indígenas no se han convertido realmente. Pero el español finge haber creído en la conversión milagrosa y los evangelistas no pueden dejar de simular. Ellos también prefieren la conversión a la represión.
Se establece así un juego de engaños. Es probable que tampoco las autoridades españolas ultramarinas hayan creído en el triunfo de la evangelización, pero fingen aceptarlo y se crea así un juego de engaños mutuos, en el que nadie es verdaderamente engañado. Ése es el origen de nuestra inclinación por la simulación.
Colaboró Meredith González

Peligro de abstensionismo de los centennials (Generación Z) en las elecciones de EU
Patti Waldmeir (PW), del rotativo globalista Financial Times (18/8/20), arguye que a los votantes estadunidenses más jóvenes les desagrada la selección entre Trump y Biden quienes no consiguen inspirar a la Generación Z, lo cual podría significar un mayor abstencionismo.
Según PW, los centennials (Generación Z) representan sólo 10 por ciento de los votantes, pero pueden significar la diferencia si la elección es más apretada de lo que sugieren las encuestas actuales.
Mucho más allá de las controvertidas encuestas que no consiguen escrutar los votos silenciosos a favor de Trump por no ser políticamente correctos, sobre todo para la aplastante mayoría de los multimedia que abominan al presidente Nº 45, la elección se antoja muy reñida, conflictiva y fraudulenta, cuando Trump ha puesto en tela de juicio el sufragio de 51 millones de votos mediante el polémico cuan anacrónico correo USPS, carente de vigilancia: desde la transmisión hasta la recepción de la boleta, no se diga su renvío y su conteo.

Colombia: al alza masacres y asesinatos de líderes sociales
Las masacres se suceden en Colombia, afirma Marco Teruggi en Sputnik. Según la ONU, sólo este año han ocurrido 40, a las que debe sumarse otra el 18 de agosto, y siguen los asesinatos de líderes sociales. Ese día un nuevo saldo trágico. Tres indígenas del pueblo awá fueron asesinados en el municipio Ricaurte, departamento de Nariño, mientras dos jóvenes eran torturados y asesinados en El Patía, Cauca, y además fue ultimado un líder social, Jaime Monge, en Villacarmelo, Cali.
Dichas muertes fueron noticia después de otras que conmocionaron al país. El 15 de agosto ocho jóvenes eran acribillados en el municipio de Samaniego, Nariño; el 13, asesinados dos indígenas nasa en Corinto, Cauca; el 11, cinco adolescentes asesinados en Llano Verde, suroeste de Cali; mientras, un líder social afrocolombiano fue victimado en el Chocó; el 8, en el municipio Leiva, Nariño, ultimaron a dos estudiantes camino al colegio.
Según la ONU, hasta el 16 de agosto se habían documentado 33 masacres y siete estaban en proceso. Sumando las del 18, llegan a 42. Más de 200 ex combatientes de las FARC y cerca de mil líderes sociales han sido asesinados desde la firma de la paz, reporta Teruggi.
Mirar al Sur ve agonizar el acuerdo de paz, caer la popularidad que una vez tuvo el hoy prisionero Uribe y tambalearse al presidente Duque.
Otra derrota diplomática de Trump
Washington se retiró unilateralmente del Plan de Acción Integral Conjunto y no tiene derecho a exigir al Consejo de Seguridad de la ONU que active el mecanismo para restablecer las sanciones contra Irán, dijo el 21 de agosto el portavoz de la cancillería china en relación con la solicitud presentada el día anterior por el secretario de Estado Mike Pompeo, informa Xinhua. El portavoz recordó que el 14 de agosto un proyecto de resolución estadunidense para prorrogar el embargo de armas a Irán recibió 13 votos en contra y uno a favor.
Punto final
La vacuna cubana contra el Covid-19 inicia mañana la fase de ensayos clínicos; fue desarrollada por el Instituto Finlay de Vacunas y otros centros de investigación de la isla. Cólico hepático en la Casa Blanca.


El coronavirus detonó el auge para los servicios de entrega a domicilio en Buenos Aires
Empleados en restaurantes, paseadores de perros, recicladores y albañiles se encontraron sin trabajo de la noche a la mañana con la llegada del coronavirus a Argentina, sin más refugio que el reparto a domicilio o los subsidios estatales para sobrevivir.
La principal salida para los trabajadores precarios fueron las ayudas del Estado. Pero empeoró para todos su situación. A muchos empleados formales se les redujo el sueldo y otros vieron cómo cerraban sus empresas, explica Ezequiel Barbenza, profesor en la Universidad del Salvador.
Gustavo trabajaba en el centro gastronómico El patio de los lecheros, un lugar donde hay camiones de comida muy concurrido en las noches y los fines de semana en Buenos Aires. Al comenzar el confinamiento, a fines de marzo, los dueños decidieron seguir con Glovo, una de las aplicaciones para reparto a domicilio que funcionan en la ciudad.
“Pero eso sólo duró un mes. No funcionó, porque El patio de los lecheros más que la comida era un ambiente. De 180 empleados que éramos apenas 20 tenían un contrato formal. Nos quedamos sin nada”, relata.
Este venezolano de 23 años que reside desde 2019 en Buenos Aires empezó a trabajar como repartidor con la aplicación Rappi. Conseguir otro trabajo era muy difícil. El servicio de entregas es lo más sencillo para un migrante.
Las plataformas de reparto a domicilio viven un auge en medio de la pandemia, con un aumento en la demanda del servicio y mayor afluencia de empleados al punto de que hacen fila para recibir el alta que les permita empezar a trabajar.
Es el tipo de trabajo que fue declarado actividad esencial en la cuarentena frente a muchas labores que se vieron interrumpidas, explica Javier Madariaga, economista investigador del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento y asesor del Banco Interamericano de Desarrollo.
“Las aplicaciones tienen muy pocas barreras de ingreso. No hay un proceso de selección para definir quién es el candidato idóneo, y con muy poco capital –un teléfono, un plan de datos y una bicicleta– se puede generar ingresos de inmediato.”
Un estudio que dirigió Madariaga en 2018, estableció que en Buenos Aires 80 por ciento de los repartidores con aplicaciones eran venezolanos recién llegados. Ahora se estima que la mitad son migrantes y la otra argentinos, en esta actividad que los considera emprendedores independientes sin seguridad social.
Para los migrantes es la primera opción, para los argentinos es la última, pero la toman ante la pérdida del trabajo asalariado, concluye el economista.

La habitación se encuentra en completa oscuridad. Frente a la ventana sólo está la cama de Lidia. Antes el espacio era apenas suficiente para sus viejos muebles: ropero, tocador, la máquina de coser, dos sillas y un taburete. Tenían una historia. Significaban aspiraciones, esfuerzos, pequeños sacrificios, logros.
De todos los enseres, el único que lamenta haber vendido es el ropero de copete que hizo Cosme en su carpintería. Al abrirlo o mirarse en su espejo, Lidia siempre recordaba la tarde en que llegó al taller para entregar a su marido un lienzo de terciopelo. Al ver el mueble ya casi terminado le preguntó para quién era. Para una dama muy especial. La respuesta provocó en ella un ligero arranque de celos. No dijo nada, pero se fue sin despedirse.
–¡Qué hombre! ¿Por qué no me dijo que lo estaba haciendo para mí? Me lo regaló cuando cumplimos nuestras bodas de plata –murmura Lidia, en quien a últimas fechas se ha acentuado la costumbre de hablar sola.

II
Por simple diversión, con frecuencia ella y Cosme recordaban aquel capítulo de su vida. El asunto se prestaba para hacer planes acerca de cómo iban a celebrar sus 50 años de casados. Las cosas ocurrieron en sentido opuesto. Su esposo murió tras padecer una larga enfermedad y ella pronto alcanzará los 20 años de viuda. Pensarlo la desalienta. Aunque sabe que es inútil hacerlo y no hay respuesta posible, con frecuencia se pregunta por qué las cosas tuvieron que ser tan distintas a como ellos las habían imaginado.
Un fuerte espasmo de tos la obliga incorporarse en su cama. Siente miedo. Le han dicho que es uno de los síntomas con que se anuncia el mal. Se piensa enferma, sola en su casa esperando el fin. Para huir se sus temores, con esfuerzos se levanta y va a encender la luz. Sorprendida, como si no hiciera ya varios meses que su habitación está vacía, exclama:
–¿Y mis muebles?
En seguida recuerda que los ha vendido todos para poder cubrir sus gastos. Son cada vez menos pero, aun así, ¿con qué va a pagarlos ahora que le queda tan poco dinero y no tiene otra cosa que vender más que la cadena con sircones que le heredó su hermana? La guarda bajo el colchón, en una cajita de lámina que aún huele a menta. Antes, cuando iba de visita a alguna parte, se la ponía con gran respeto y en silencio, como si tuviera en las manos una reliquia y no una joya barata. El motor de un avión interfiere con sus recuerdos. Apaga la luz y vuelve a la cama.


La reforma del Chapulín
Símbolo de la realeza suele ser –al igual que la corona– el castillo, edificación que, rodeada por grandes muros o inalcanzables rejas, guarda un espacio reservado para unos cuantos privilegiados en el que la monarquía, alejada del pueblo y llena de privilegios, puede ser criticada de todo excepto de no saber, a costa de sus súbditos, cómo divertirse. En el continente americano existen varios castillos pero, de su totalidad, solamente uno ha sido sede de monarcas; se trata del Castillo de Chapultepec, cuya construcción, originalmente basada en el capricho, hoy tiene una utilidad real (así, en minúsculas).
Fue edificado en la parte alta del cerro del Chapulín, justo en el corazón del bosque, lugar de recreo predilecto de Moctezuma I –quinto huey tlatoani–, y sitio de manantiales que dotaron de agua, a través de un acueducto diseñado y construido por Nezahualcóyotl, a la gran Tenochtitlan. En este lugar, el monarca mexica aprovechó la abundancia de líquido para llenar varias albercas que ahí, además de algunos temazcales, mandó a construir y que, desgraciadamente con la llegada de los españoles al valle del Anáhuac, fueron destruidas por Hernán Cortés, no sin antes haber aprovechado en ellas, al lado de la Malinche, más de un chapuzón.
El Bosque de Chapultepec ha sido, desde tiempos inmemoriales, emblemático para los mexicanos, además de fuente de recursos en la que sus antiguos emperadores reposaban y contemplaban la naturaleza. Los españoles, conscientes de ello, destruyeron, además de las albercas de Moctezuma I, un templo prehispánico construido en la cima del cerro, y en su lugar levantaron una ermita franciscana dedicada a San Miguel Arcángel. En 1785, en el mismo sitio, Bernardo de Gálvez, 49 virrey de la Nueva España, mandó a construir una casa de descanso que, a partir de ese momento, comenzó a sufrir una gran cantidad de modificaciones arquitectónicas y de uso.
De casa de recreo se convirtió en un castillo que funcionó como sede del Colegio Militar; posteriormente, en 1847, se usó como fortificación para dar frente a la intervención estadunidense, y fue escenario de la valiente defensa de los niños héroes a la patria. En 1865, en una circunstancia ya no heroica, Carlota y Maximiliano de Habsburgo fijaron como su residencia imperial al Castillo de Chapultepec. Con todo y la opulencia, y pese a ostentar la investidura de emperatriz, Carlota extrañaba mucho su vida al otro lado del mar, por lo que Maximiliano mandó construir una avenida que, al igual que la avenida Louise, de la natal Bruselas de su esposa, condujera del bosque al centro de la ciudad; la nombró avenida de la Emperatriz y, en una clara muestra de que nadie sabe para quién trabaja, hoy se llama Paseo de la Reforma.
Con el mismo tono melancólico de la avenida de la Emperatriz, y debido a su magnífica vista al valle de México, el castillo fue nombrado Miravalle, para recordar la anterior residencia de Carlota y Maximiliano, ubicada en Trieste, Italia, cuyo nombre es, gracias a su vista al Adriático, Miramar. En la Ciudad de México, Miravalle fue modificado y suntuosamente decorado, los muebles se trajeron de Europa, y se construyó un balcón con vista a la avenida de la Emperatriz para que Carlota pudiera apreciar, desde lejos, el regreso de su amado a casa. A esta expresión, aparentemente romántica, Maximiliano le dio una interpretación afable, pero lo más seguro es que su auténtico motivo respondiera a un asunto de celos, pues de nadie es secreto que el noble austriaco era todo un galán que, cuando no estaba predicando con el ejemplo las bondades de la ingesta de cerveza en El Nivel –cantina contigua a Palacio Nacional que hasta 2008 tuvo sus puertas abiertas–, andaba, muy seguramente, persiguiendo a una de las numerosas damas que, en los bailes auspiciados por los conservadores mexicanos de aquel entonces, suspiraban por una mirada del príncipe extranjero.
Tras la caída del segundo imperio, el Castillo de Chapultepec se convirtió en residencia de varios presidentes, pero no de todos; para Benito Juárez, vivir en un castillo resultaba ajeno a la austeridad republicana; Porfirio Díaz prefirió radicar en la actual calle de Venustiano Carranza desde donde, diariamente, caminaba a Palacio Nacional; Lázaro Cárdenas consideró inadecuado vivir en el Castillo de Chapultepec y, por decreto, en febrero de 1939 ordenó que se convirtiera en la sede del Museo Nacional de Historia. En 1944, el castillo abrió sus puertas al pueblo de México para dejar de ser un lugar históricamente exclusivo a las más altas esferas del poder y convertirse en un recinto que, en su recorrido, ayuda a entender por qué actualmente los castillos monárquicos sólo se construyen en el aire.

Recuerdos
Empresarios (CXXXIII)
En Golega seguía Conchita, sin apenas dormir debido a la feria caballar.
“El pintoresco mercado dura tres días y en el centro del pueblo, en su Plaza Mayor, se instalan caballerizas representativas de las mejores ganaderías de Portugal. Pueden verse, además, no solamente los potros de la exposición ganadera, sino todos los más bellos ejemplares equinos existentes, pues raro es el jinete que teniendo una buena montura no va a lucirse con ella a las pistas de la conocida feria.
“Asunción, Ruy y yo caminábamos por las empedradas calles del pueblo. Veníamos de casa de José Infante, donde habíamos almorzado riquísimamente, mientras deleitábamos la vista con los potros de su hierro que paseaban en el patio: uno había de ser mi gran caballo Castillo.
“Encontramos a Rodrigo Castro Pereira y Antonio Eça de Queiroz, ambos queridísimos amigos de infancia de Ruy y por este motivo, mis tíos adoptivos. Antonio, para no desmentir su ilustre apellido, se interesaba por cuestiones de literatura y me preguntó cuándo escribiría mis memorias. ‘Falta mucho’, le contesté, entonces…
“Al poco tiempo monté a caballo y entré en el recinto de los jinetes. Saludé a varios ases de la torería montada y al más conocido profesional de la feria: Antonio Durao. En sus cuadras tenía, por aquel entonces, unos 500 animales. También estaban el decano de los ganaderos, señor Veiga, y el sapiente criador Ruy de Andrade, vestido éste con el traje típico de su región. Di una vuelta entre la flor y nata de la exposición y decidí salir para visitar la parte de los gitanos.
“Yo había conocido en Lisboa, en una comida que nos ofreció la condesa de Brandolini, al rey Humberto de Italia. Y había quedado encantada con el suave charm del elegante señor y con su manera tan atenta de escuchar lo que uno le decía. Parecía no tener más preocupación en el mundo que la de enterarse de nuestro mensaje.
“Pues bien, al penetrar yo a caballo y, con cierta dificultad, entrecochinos, ovejas, burros, conejos, gallinas, mulas y canastos de la gitanería de Golega, me encontré con su majestad, el rey de Italia. Venía acompañado por Ascenco Siqueira. ¿Qué hacer? Pasé un mal rato, pues no lo sabía. ¿Bajarme del caballo, hacer una reverencia vestida con pantalones y entre los cerdos? Me pareció algo grotesco, pero ¿quién sabe? Ruy no me había dicho lo que debía hacerse en semejante situación. En esto, mi potro, espantado por el barullo, tomó a su cargo el protocolo.
“¡Conchita –me dijo su majestad, ayudándome a salir del paso– qué bonito caballo!
“Nos sonreímos todos. Comprendí entonces que mientras uno, como yo, pensaba en lo que debería hacer, otro, como el rey Humberto, piensa en cómo sacarnos del compromiso. ¡Felizmente!
“La próxima vez –pensé—que encuentre a este gran señor tendré que hacerle una reverencia extra bonita.
“Para esto me entrené debidamente frente a los sabios ojos de Asunción. Mas cuando llegó el día, en casa de Antonio Eça de Queiroz, al dar el necesario paso atrás, metí el pie en el radiador eléctrico.
“Pasamos un invierno delicioso en Alferzerao. Montaba ocho horas diarias y hacía más de una hora de ejercicios a pie, corriendo, saltando la soga y toreando de salón. A veces la cacería suplía una mañana de entrenamiento, pues solían aparecer José Pedro, aficionado y forcado de postín, Fernando, Luis y Clemente, cuatro nuevos amigos. Entonces conocí las madrugadas en los juncales acechando patos silvestres. Eran mañanas en que todo giraba alrededor de los pájaros, el olor a pólvora quemada y el barullo del tiroteo lejano.
Conocí muchos días de éstos en Muge, la enorme hacienda de la marquesa de Cadaval, prima de Ruy, donde hice muy buenas migas con sus hijas Graciela y Olga, y cuando un día regresé a México, su madre y ellas hicieron el viaje acompañándonos e hicieron otros muchos. Olga, la mayor de las jóvenes, fue víctima, tres años después, de leucemia y su resignación y entereza frente al cruel destino que le quitaba la vida resultó realmente ejemplar. Conservo este recuerdo como algo admirable.
(Continuará)

Septeto Habanero,un siglo de son
Comienza el siglo XX en Cuba y su capital, La Habana, es el centro de múltiples acontecimientos socioculturales y económicos. Son años en que los trovadores reinan en las noches, años en que el Café Vista Alegre es el lugar donde coincide la bohemia intelectual; en los que el son oriental, distinto del habanero, se abre paso en la ciudad capital y el danzón es el baile de moda en todos los salones. Son, igualmente, los años en que se forja la leyenda de los grandes solares habaneros, leyenda que tendrá como centro a sus moradores y en los que tambores, claves y tres darán a luz a una formación musical que definirá la forma de hacer el son en esta urbe que aún no se acercaba a su primer millón de habitantes.
Será el guitarrista Gerardo Martínez quien defina el son de esos tiempos, al fundar el primer sexteto conocido que tendrá por nombre Habanero.
El registro de su fundación data de junio de 1920. Como todos los integrantes del conjunto eran nativos de la capital, el nuevo nombre del grupo se impuso de manera natural.
El Habanero representó la transición del son desde las zonas montañosas y rurales del oriente de la isla hasta alcanzar influencia urbana en La Habana. Ellos fueron quienes, antes que nadie, tocaron y cantaron el son a la manera habanera, esto es, puliéndolo y estilizando el carácter más rudimentario del son oriental.
En su primer momento, el Habanero estuvo integrado por Guillermo Castillo (dirección, guitarra y voz segunda) y Gerardo Martínez (voz primera), que provenían del Cuarteto Oriental; Carlos Godínez (tres), Óscar Sotolongo (bongó), Antonio Bacallao (botija) y Felipe Neri Cabrera (maracas y coro), hasta la inclusión de la trompeta, en 1927, ejecutada por Enrique Hernández. Con ella se establece una de las agrupaciones emblemáticas de la música popular cubana: el septeto.
Por su peculiaridad sonora y personalidad tímbrica, por el respeto a los valores tradicionales del son oriental y un repertorio original, el Septeto Habanero empezó a destacar como el más genuino exponente del son cubano y uno de los más destacados intérpretes de la música tradicional cubana.
El son fue ganando espacios. Se consolidaron los sextetos y los septetos, y aparecieron algunos que marcaron época, como el Nacional, de Ignacio Piñeiro, o el de Alfredo Boloña. Pero el Habanero fue crucial para el éxito del son. En 1924 graban La maldita timidez, de Carlos Valdés Brito, hecho que la convierte en una de las primeras agrupaciones de su tipo en entrar a un estudio de grabación contratada por el sello RCA Victor. En la misma marcan registran A la loma de Belén, Yo no tumbo caña, Aurora y Tres lindas cubanas, que de inmediato se convirtieron en éxitos rotundos.
En los años 40 y 50, en la medida que cambiaban los gustos musicales y muchas agrupaciones incluían nuevos instrumentos –teclado, tumbadora, güiro, diversas trompetas–, el Habanero también lo hizo. Poco a poco el septeto fue pasando de moda, aunque nunca desapareció.
Sobreviviente de las corrientes musicales de la salsa neoyorquina y la timba cubana, el Habanero ha permanecido brindando conciertos en Cuba y el extranjero, realizando grabaciones y vindicando la tradición sonera.
Con cambios naturales, debido a la desaparición física de algunos de sus integrantes, la emblemática agrupación conocida como la escuela de los soneros, pues en su larga trayectoria han pasado por sus filas numerosos músicos que se convirtieron en destacados exponentes de este cubanísimo género, llega hasta nuestros días manteniendo el mismo formato y la misma sonoridad que lo ha caracterizado. Esto lo pudimos comprobar el año pasado cuando se presentaron en el 23 festival Internacional Afrocaribeño, organizado por el Instituto Veracruzano de la Cultura. En el foro principal del zócalo porteño tocaron un repertorio antológico representativo de las 10 décadas de funcionamiento.
Entre los temas destacaron los clásicos Tres lindas cubanas, Papá Montero, Aurora, Alerta a los bailadores, La loma de Belén, El guaguancó del típico y Orgullo de los soneros, muy del agrado de la concurrencia.
La explicación del porqué el Septeto Habanero tiene gran aceptación entre jóvenes y adultos se debe, según nos comentó en entrevista Jaime Gracián Hernández, representante del grupo, a su calidad musical y el buen gusto a la hora de interpretar los temas. Todo ello ha influido en la longevidad del septeto. Siempre hemos podido contar con autores y compositores propios que han enriquecido el repertorio. Por eso nos conservamos en la primera división de la buena música cubana.
Por estas fechas, y a manera de celebración por el centenario de vida musical, el Instituto Cubano de la Música, por conducto del sello Colibrí, ha publicado el álbum doble Septeto Habanero. Cien años, que es una compilación de 26 temas que marcan su historia, trascendencia y continuidad.

Se inaugurará la escuela de cine Pohualizcalli de Iztapalapa
Ya se están afinando los últimos detalles para la inauguración simbólica de la Escuela de Cine Comunitario y Fotografía Pohualizcalli Casa de las historias, cuya sede será un flamante complejo multidisciplinario que incluye alberca, gimnasio, auditorio y aulas acondicionadas para realizar diversas actividades culturales y deportivas en el corazón de Iztapalapa. La inauguración será el próximo 31 de agosto, con la presencia de la alcaldesa en Iztapalapa, Clara M. Brugada Molina; el coordinador general de Comunicación Social y vocero del Gobierno de la República, Jesús Ramírez Cuevas; la directora ejecutiva de cultura, María Antonieta Pérez Orozco, y el director de la escuela de cine comunitario y fotografía, Jesús Villaseca Chávez.
Pohualizcalli comenzará su primera etapa en septiembre de este año, con el lanzamiento de 24 talleres, entre los que destacan en el terreno cinematográfico: narrativas, historia del cine mexicano, edición, apreciación, cine y comunidad, realización, cine documental, actuación y postproducción de imagen, los que son parte de la oferta de opciones de formación que, por única vez, debido a la pandemia, serán realizadas en línea. La segunda etapa de la escuela, prevista para el próximo año, incluye la oferta de un programa escolarizado de dos años que ofrecerá una alternativa de certificación en distintas áreas del cine, la fotografía y sus oficios. Todos los programas de formación de este proyecto serán gratuitos y quienes deseen cursarlos, deberán someterse a un proceso de selección. La convocatoria se dio a conocer el 5 de agosto y se recibirán solicitudes de inscripción hasta el 25 de agosto; los resultados se darán a conocer el 1º de septiembre y las inscripciones serán del 2 al 4 de ese mes. Las clases comienzan el 7 de septiembre y concluyen el 4 de diciembre. Los aspirantes tendrán opción para ingresar a un máximo de dos talleres y podrán llenar el formulario que se encuentra en las redes sociales y página web de la Escuela de Cine en https://forms.gle/qsNCS8JTMhAFmkqo9). El equipo de talleristas de la escuela de cine comunitario y fotografía contará con elementos de probada capacidad y experiencia, donde confluyen la excelencia y el conocimiento.
Despenalizar la coca
El pasado 20 de julio fue presentada ante el Senado colombiano la primera iniciativa de ley a nivel latinoamericano que propone despenalizar no sólo la hoja de coca, sino también la cocaína. Es un hecho inédito que resulta de una documentada investigación del senador Iván Marulanda (partido Alianza Verde) y que fue presentada junto con el senador indígena Feliciano Valencia. El experimentado legislador (desde hace 30 años es estudioso del tema del narcotráfico en su país) sintetiza así los motivos de dicha iniciativa: ¡La guerra contra el narcotráfico fracasó! El Estado no pudo garantizarnos la vida, ni la paz social, ni el cumplimiento de la ley; cada día es peor. Seguir en lo mismo sería una estupidez. En el debate que abrimos la comunidad se informará y decidirá por sí misma, desde su experiencia y su consciencia, si quiere seguir bajo el suplicio de esas viejas verdades reveladas o si explora otros caminos.
resume así los beneficios que significaría despenalizar el cultivo de la hoja de coca: En nuestro país, 200 mil familias campesinas que cultivan hoja de coca no tendrán que seguir sobreviviendo como hordas fugitivas de la fuerza pública, destruyendo con frenesí aquí y allá bosques de enorme riqueza y biodiversidad, ni tendremos que recoger más del suelo a campesinos y policías desmembrados por bombas antipersona, ni veremos legiones de familias desplazadas deambulando. Como si fuera poco, podríamos dedicar miles y miles de vidas y miles de millones de dólares que sacrificamos en esta guerra que no merecemos y que no sirve de nada.
Sobre la cocaína explicó: “Hay países que quisieran solucionar el problema del consumo desde el enfoque de salud pública y derechos humanos, como proponemos en nuestro proyecto de ley, pero que no encuentran cocaína de buena calidad y de procedencia legítima que les permita llevar a la práctica el programa. Es comprensible, un gobierno no podría comprar cocaína a narcotraficantes para implementar políticas de salud pública. Pero si encuentran otro Estado que se las suministre, de calidad certificada y de procedencia legal, sin rastros de sangre ni delitos, tendrían cómo atender a sus consumidores bajo controles sanitarios, cuidarlos con apoyo científico y, lo que es fundamental, sacarían a los delincuentes con sus venenos de las calles y de las escuelas. Esto acabaría con este negocio terrorífico del tráfico de drogas en manos de mafias asesinas”. La versión completa de la entrevista que realicé con el senador Marulanda aparecerá la próxima semana en la revista Cáñamo-México.




Editorial
Diez años se cumplen de la masacre que, aun en un escenario de desaforada violencia cotidiana, se significó por el brutal saldo de víctimas que dejó en el municipio de San Fernando, Tamaulipas: 72 migrantes (58 hombres y 14 mujeres) asesinados a balazos, cuando se dirigían a la frontera con Estados Unidos, a unos 150 kilómetros de distancia, con el propósito de cumplir el quimérico sueño americano. Posteriormente se comprobaría que el número de personas ejecutadas en el lugar y sus inmediaciones era mucho mayor, pero la atrocidad y magnitud del homicidio colectivo llevado a cabo entre el 22 y el 23 de agosto de 2010 por el grupo delictivo de Los Zetas convirtió la matanza en un trágico símbolo de injusticia e impunidad.

El águila y la serpiente, símbolos de conflicto
El águila y la serpiente de nuestra bandera son emblemáticos por la lucha entre ellos. La pugna desde antaño es hasta nuestros días. El escudo que representa a la nación simboliza el carácter aguerrido del mexicano, del mismo modo que el himno nacional.

“Recuperar espacios en América Latina” era parte de la narrativa que se repetía una y otra vez cuando se escribía de política exterior mexicana hacia la región. Ese credo reflejaba que se habían perdido los espacios del pasado y que consolidar mejor la presencia mexicana era la aspiración que nunca llegaba a concretarse.

Revocar el contrato sería un acto de civilidad. Nos sorprende nuevamente una acción de retroceso legal. Es también una muestra de las agresiones, invisibles y sigilosas, a las que está expuesta la sociedad. Es importante la anulación del contrato del puerto de Veracruz, pero también lo es que la población nos demos cuenta del grado de libertad de manipulación a la que pueden llegar los funcionarios públicos.
En las semanas recientes ha habido evidencia científica de que el gobierno federal debe establecer el uso de cubrebocas como obligatorio para toda la población. Esto sin abandonar las medidas señaladas por la Secretaría de Salud de conservar la sana distancia de dos metros, lavarse las manos frecuentemente durante más de 20 segundos y quedarse en casa.
Hay cosas que ocurren en mi destrozada y devastada nación que no logro entender, y mucho menos explicar a mis amigos extranjeros, siquiera a los de estas comarcas de América Latina, acostumbradas a ser barridas por turbulencias y tragedias.
Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena surgen y ganan la Presidencia en medio de la descomposición del sistema político que emergió con la transición a la democracia. El Presidente ha acelerado esta descomposición que ahora se vuelve un problema para él, pero sobre todo para la sociedad que no necesariamente celebra ese descalabro monumental, pero sí ha cultivado esperanzas y expectativas de que con el cambio podría seguir un real mejoramiento de su situación.
Casi concluimos el trabajo anual con estudiantes del primer año de Economía en la UNAM. Un privilegio. Con dificultades por el confinamiento, pero con ánimo de fortalecer su capacidad de manejo y utilización de mecanismos alternos. Videoconferencia. Comunicación en línea. Sin rendirse –jamás– en el compromiso de fortalecer su formación teórica y metodológica.
Cuando realizaba la investigación para escribir la biografía novelada de doña Josefa Ortiz de Domínguez, me llamó la atención que la casa donde vivió y falleció en la Ciudad de México estaba en la calle llamada Indio Triste. Hoy lleva el nombre Del Carmen y después se volvió Correo Mayor. Ahí sigue la casa de doña Josefa, con una plaquita, convertida en un bazar de chucherías.
▲ Astrid Hadad en el anuncio de su espectáculo El bicentenario del aguante, en el teatro Blanquita, en septiembre de 2010. Foto Jam Image

En estos momentos ya no sé si se deba a mi edad o al hecho de que de nacimiento he sido más bien propensa a entregarme gustosa a la fantasía, o al hecho de que, también por naturaleza, siempre me ha faltado malicia, al grado de que con frecuencia debo recordarme a mí misma el consejo de los sabios de cultivar la malicia, siempre que quiera sobrevivir a los sustos y las ansiedades y las incertidumbres que depara la vida, especialmente en épocas de una catástrofe mundial, como es la pandemia de Covid-19.

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