KAMPALA – Hasta hace poco, Margaret Natabi nunca habría soñado con llevar su lucha anticorrupción a las calles de Kampala, la capital de Uganda. Con 24 años, esta estudiante universitaria, conoce de primera mano cómo afecta la corrupción a los grupos marginados, especialmente a las mujeres y las niñas.
Quedó huérfana en la infancia. Su madre murió mientras daba a luz a uno de sus hermanos. Cree que si no fuera por la corrupción, su madre no habría muerto.
Natabi es una de las detenidas en julio durante la famosa «marcha al parlamento en protesta». Fue la culminación de una campaña en las redes sociales de jóvenes ugandeses que utilizaban el hashtag #StopCorruption.
El día de su detención, Natabi contó a IPS que sostenía un cartel en el que se leía: «Los corruptos están jugando con la generación equivocada», en un país de 48 millones de habitantes, donde los menores de 18 años representan 56 %.
Cuando la policía se acercó a ella durante la protesta, Natabi no opuso resistencia. Unas agentes la levantaron y la metieron en el vehículo policial. «Estaba decidida a predicar el evangelio contra la corrupción a todo el mundo. Incluso al agente que me estaba deteniendo», dijo.
Sin embargo, los agentes no estaban dispuestos a escucharla.
«En realidad, no sé de dónde sacaron la ira los policías porque yo era pacífica. Era como si algo les cargara de ira. Yo solo ejercía mis derechos constitucionales. Pero aquí estaban cargando contra mí con una fuerza brutal», narró Natabi en su entrevista.
Mientras otros iban a golpear a los jóvenes que participaban en la protesta, ella afirmó que un policía le dio una fuerte patada en la espalda.
«Entonces el policía se volvió hacia mí y me dijo: ‘Mírate. Llevas las uñas pintadas; tienes dinero para trenzarte el pelo. ¿Qué te ha hecho la corrupción? Y dices que este país es difícil para ti'».
Natabi contó además que insistió en «predicar a los oficiales» los peligros de la corrupción.
«Le dije al oficial que cuando me vea aquí, no sabe cuántas cosas he perdido por culpa de la corrupción. No tengo padre. No tengo madre. ¿Sabe cómo la corrupción causó eso? Mi madre tuvo que morir porque no la atendieron en el hospital cuando estaba embarazada. Perdió a su bebé y perdió la vida», siguió contando.
Aunque acababa de salir de prisión, Natabi anticipó que no piensa rendirse en su lucha contra la corrupción, «porque cuanto más me calle, estoy cometiendo una injusticia con mi país».
«Puede que no acabemos con la corrupción. Pero el número de personas que han visto lo que estamos haciendo, los ojos que estamos abriendo… hay una persona hoy que va a recoger ese coraje de nosotros», dijo Natabi. «Si todos nos callamos, nadie se va a levantar. Pero algunas personas sólo quieren ver a una persona levantarse y obtendrán ese coraje», añadió.
Natabi no está sola; cada vez más mujeres jóvenes como Claire Namara, de 25 años, han salido a desafiar el statu quo. Fue acusada de perturbar una reunión religiosa legal.
Su problema surgió de una protesta solitaria durante la misa en una Iglesia católica de los suburbios de Kampala, la capital ugandesa.
Vestida de negro y con la bandera ugandesa en la mano, Namara intentó predicar a los fieles sobre los peligros del lujoso estilo de vida de la presidenta del Parlamento, Anita Annett Among, de quien muchos creen que despilfarra el dinero público en beneficio propio.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Namara también llevaba un cartel con la imagen de una compresa higiénica con el mensaje: «El automóvil del cumpleaños de Magogo (como se conoce a Among) daría compresas a un millón de chicas jóvenes durante un año. #StopCorruption».
La policía la interrogó sobre el mensaje del cartel de las compresas.
«Me pidieron que leyera el cartel dos veces. Lo leí con confianza porque lo escribí cuando quería. Me preguntó cuál era el significado del mensaje. Le dije que el coste del coche de Magogo (proporcionaría) toallas sanitarias para un millón de niñas en un año; eso es lo que queremos decir y es un hecho», narró Namara en su diálogo con IPS.
Among se compró un Range Rover nuevo como regalo de cumpleaños cuando millones de niñas carecían con toallas sanitarias. Muchas niñas de las zonas rurales de Uganda siguen perdiendo largas horas constructivas fuera de la escuela por falta de compresas.
En 2021, el gobierno y un grupo de organizaciones de la sociedad civil publicaron el documento «Una instantánea de la salud menstrual de Uganda», en el que se constataba que 65 % (casi 7 de cada 10) de las niñas y mujeres de Uganda no tenían acceso a productos para satisfacer plenamente sus necesidades de salud menstrual.
Añadía que 70 % de las adolescentes mencionaban la menstruación como un obstáculo importante para su rendimiento escolar óptimo.
«En cierto momento no conseguía compresas y acababa utilizando tela. Esa es una historia personal, pero además, en mi aldea, muchas niñas todavía tienen dificultades para costearse las toallas sanitarias», dijo Namara.
Durante las elecciones de 2016, el presidente Yoweri Museveni prometió proporcionar fondos para toallas sanitarias gratuitas en las escuelas. Sin embargo, en 2020, su esposa, Janet Museveni, también ministra de Educación y Deportes, dijo que no había fondos para sostener esa provisión gratuita.
Namara dijo que mientras el gobierno decía que carecía de dinero para financiar la higiene menstrual, los políticos -más aún las mujeres políticas- han sido citados en escándalos de corrupción.
A su juicio, dada la situación de la mayoría de las adolescentes en Uganda, el Estado debe garantizarlas el acceso a servicios seguros de higiene menstrual.
Namara añadió que si bien se enfrentó a las burlas de un sector del público que la condenó por llevar «su» protesta a la iglesia, también ha recibido mensajes de elogio de muchos.
«Necesitamos un debate más amplio en Uganda sobre las mujeres y cómo se enfrentan a estas normas sociales. Me decepcionaron mucho las compañeras que me preguntaban cómo podía ir a protestar a la iglesia. Es una chica joven. ¿Quién se casará con ella?», explicó.
A principios de septiembre, Norah Kobusingye, Praise Aloikin Opoloje y Kemitoma Kyenziibo fueron detenidas cuando marchaban hacia el edificio del Parlamento con carteles de «No a la corrupción».
Se habían medio desnudado y pintado su cuerpo cuando las jóvenes, pertencientes a Uganda Freedom Activists, fueron acusadas de provocar «molestias comunes», contrarias a la Ley del Código Penal de Uganda.
Como reacción, la académica y escritora feminista Stella Nyanzi afirmó que el encarcelamiento de las jóvenes no disuadiría de las protestas pacíficas.
«Acusar a las compañeras Kemitoma Siperia Mollie, Praise Aloikin y Kobusingye Norah de molestias comunes y enviarlas a la prisión de mujeres de Luzira hasta el 12 de septiembre de 2024 no detendrá la pacífica #March2Parliament para #StopCorruption y exigir que #AnitaMustResign», observó Nyanzi, conocida por utilizar la «rudeza radical” como forma de protesta política, similar a lo que hicieron las jóvenes.
La aparición de una joven generación de agentes anticorrupción femeninos en Uganda ha desencadenado el debate. Para algunos, estas jóvenes han roto las barreras formales y culturales sobre las mujeres y la corrupción.
Miria Matembe, exministra de Ética e Integridad con Museveni, está de acuerdo con quienes creen que las jóvenes activistas anticorrupción han venido a desafiar el statu quo porque el otrora vibrante movimiento de mujeres en Uganda ha sido silenciado.
«¿Oyes a alguna oenegé salir a la calle como solíamos hacer nosotras? Están en sus oficinas haciendo su trabajo. Así que el espacio para nosotras, que solíamos salir, está completamente cerrado», dijo a IPS.
Añadió que todo el sistema de gobierno en Uganda es corrupto.
«La corrupción no tiene que ver con la primera ministra porque sea mujer. Mira a las mujeres políticas individualmente. Son codiciosas. Tenemos un parlamento transaccional. En lugar de un parlamento transformador. Cuando Museveni quiere algo, las lleva aparte y les pregunta cuánto. Por tanto, debo decir que no vamos a ninguna parte», afirmó.
Otras activistas afirman que suponen un desafío para las mujeres que ocupan «grandes» cargos bajo el mandato de Museveni.
Existe la sensación de que mujeres en puestos de liderazgo como la vicepresidenta Jessica Alupo, la presidenta del Parlamento Anita Anett Among y la primera ministra Robina Nabanja han conspirado con Museveni para apuntalar un régimen corrupto.
Las ugandesas más jóvenes, como Nantongo Bashira, creen que esas líderes las han defraudado.
Bashira, profesora de la Universidad Islámica de Uganda, dijo a IPS que las jóvenes tienen la responsabilidad de forjar el futuro que desean.
«Seguimos diciendo que el futuro es femenino. Si nos dicen que el futuro son las mujeres y que la corrupción está por las nubes, que el futuro son las mujeres y que las cosas no van como ustedes quieren, es nuestra responsabilidad forjar ese futuro que queremos», dijo Bashira.
Aili Mari Tripp, catedrática de Ciencias Políticas de la estadounidense Universidad de Wisconsin, escribió en un artículo titulado «How African Autocracies Instrumentalize Women Leaders (Cómo instrumentalizan las autocracias africanas a las mujeres líderes)», que Uganda es una de las autocracias que han instrumentalizado a las mujeres para permanecer más tiempo en el poder.
T: MF / ED: EG
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